viernes. 19.04.2024
Oriol_480
Mónica de Oriol, presidenta del Círculo de Empresarios.

¡Que nadie se asuste! Rescato esta frase de las conversaciones oídas en mi infancia. No trato con ella más que proferir una exclamación sobre el camino que estamos tomando. Oí hablar muchas veces en la aldea de gentes que iban a trabajar a casas de labranza cobrando tan solo el sustento -obtenían la comida y un lugar donde pasar la noche, la mayoría de las veces en el pajar o en un alpendre- sin percibir un jornal. Esclavos en el lenguaje de hoy en día.

Son muchos los hechos y las palabras que últimamente nos señalan el peligro de dirigirnos a un lugar en el que no habíamos pensado, un lugar como el que acabo de mencionar. Un lugar lleno de esclavos. Eso produce una quiebra, una ruptura respecto de lo que es nuestra cultura social, política, económica actual; también respecto a la cultura jurídico laboral que nos guía desde las instituciones internacionales a las nacionales. Citaré solo tres casos.

Un varón, representante de los empresarios de León, que hace poco dijo que los trabajadores deberían de ser los que indemnizasen al empresario cuando son despedidos. Una mujer, representante del Círculo de Empresarios, que manifestó la conveniencia de que aquellos trabajadores con menos formación cobrasen por debajo del salario mínimo. Los datos de distintos organismos oficiales y ONGs que indican que, en España, se puede ya tener trabajo y, sin embargo, que éste no permita vivir.

Y ¿qué es vivir? Para mí VIVIR es vivir con dignidad. Esto es: poder atender tu sustento y el de las personas que dependen de ti, poder pagar el lugar donde vives y poder hacer frente a las cuotas sociales e impuestos; tener una actividad con la que servir a la sociedad y que te proporcione los medios para lograr todo aquello. Ya sé, la definición de vivir es mía, pero si ustedes sustituyen cualquiera de sus tres elementos, le cambian el nombre, mezclan de otro modo cualquiera de sus partes estarán hablando de lo mismo, de lo mínimo para vivir. Mínimo que, se supone, es cubierto mediante el salario mínimo y, si este se rebaja, ¿cómo quedaría cubierto?

Aunque hablemos de lo mínimo-mínimo tal parece que para los empresarios españoles sea demasiado. Porque si la mayoría de jóvenes (los ni-ni que decía la Sra. Oriol) no tienen ni derecho al salario mínimo como dictan nuestras leyes y Constitución, si los trabajadores despedidos han de “resarcir” al empresario en lugar de ser ellos los resarcidos, si todo ello ocurre en una situación donde tener trabajo ya no te asegura poder comer y tener un techo, ¿hacia donde estamos caminando?

Teniendo en cuenta que toda Declaración crea una posibilidad, genera el mundo en el que vivimos, de la lectura de las que se mencionan en este texto cabe, incluso, extraer otras preguntas como... ¿en qué modo estaríamos definiendo las relaciones laborales? ¿Qué sería un trabajador? ¿Cómo definiríamos a un empresario? ¿Qué se entendería por Derechos Humanos? ¿Qué por Derecho del Trabajo? Es tan grave la situación planteada que las preguntas sobrepasarían la dimensión de este artículo.

Hasta ahora un trabajador era aquel que prestaba su fuerza de trabajo a un empresario para producir un bien recibiendo a cambio una contraprestación o salario. Para el empresario quedaba el poder de dirección de la empresa y del trabajo, para el trabajador una serie de derechos tasados cuya función era impedir el abuso basado en el poder omnímodo del empresario así como atender las contingencias que le generasen estados de necesidad (enfermedad, paro). Bueno, eso hasta hoy. Puede que mañana sea el trabajador el que tenga que atender las necesidades del empresario!

Con el nuevo modelo que se nos propone, el poder del empresario ya no es omnímodo, es más que eso. Ya no comprende todo lo relativo al ámbito del trabajo sino que abarca toda la vida del trabajador; si no puede comer ni puede vivir es toda su vida la que se ve implicada. Acabará por fenecer no sin antes arrastrarse de puerta en puerta prestando su fuerza a cambio de una comida y un lugar donde dormir. De nuevo, un esclavo.

La verdad es que esto es un insulto. Y cansa. Supongo a los lectores tan cansados como yo de estos abusos, hoy verbales pero mañana ¡quien sabe! Sean quienes sean los responsables de esta situación que tanto disgusta a los empresarios, éstos están obligatoriamente entre ellos. Y, lo que es más definitorio, lo que ocurre que ahora les desagrada fue consecuencia directa de su actividad empresarial. Debido a su especulación y a sus burbujas ahora tenemos jóvenes ni-ni, debido a su titánica lucha por evitar su corresponsabilidad social ahora tenemos esta crisis económico-laboral. Es decir su falta de responsabilidad nos ha asomado al abismo.

Los empresarios son pues, responsables. Todo lo que ocurre se ha creado, también, con su concurso. Es urgente realizar una limpieza en la organización empresarial, en su cúspide pero también más abajo, establecer una nueva gobernanza en su representación colegiada que difunda otra forma de hacer, otra concepción no solo del trabajo sino de la empresa en el mundo actual. Estos empresarios que critican sin empacho a los políticos y a la política, a los sindicatos, a la Administración aunque gobierne el color de su agrado, que quisieran todo desreglamentado, son sorprendentes porque desconocen cómo ha nacido el modelo de empresa en el que están insertos. ¡Se han olvidado del origen de las empresas modernas!

En tiempos de Taylor, creador del taylorismo y de conceptos como productividad ligada al trabajo, las empresas sufrieron una revolución organizacional. El resultado fue bueno en algunas cosas importantes aunque menos en otras; no obstante el modelo acabó implantándose en todos los países del mundo occidental y del este o comunistas. Pero era un modelo con fecha de caducidad.

La caducidad del mismo deriva de que estaba diseñado para el trabajo manual y cuando las circunstancias cambiaron y el trabajo pasó a ser predominantemente intelectual ya no sirve para dirigir este nuevo mundo laboral. Porque cierto es que las bases sobre las que ejercían su poder de dirección -control,coordinación,decisión- no sirven para ejercer tal función en un modelo basado en el trabajo intelectual. ¿Cómo controlar cuánto produce un cerebro o mente humana? ¿Cómo decidir en qué momento debe hacerlo? ¿Cómo lograr la coordinación con la producción de otros cerebros?

Ahora que, como en los tiempos de Taylor, la situación tecnológica ha cambiado y existe una nueva situación derivada de las tecnologías, la información y el conocimiento, nuestros empresarios, en lugar de asumir la responsabilidad en la situación y dar respuesta a estas preguntas y al gran dilema que se les plantea -crear un nuevo tipo de empresa- se enfrascan en volver a los tiempos del capitalismo del siglo XIX; tiempos anteriores a Taylor. O sea, a la prehistoria laboral!

¿Cuál es el motivo entonces de que nuestros empresarios no se dediquen a investigar y a estudiar para diseñar un nuevo modelo de empresa que tenga en cuenta las características, metodologías y tecnologías de este tiempo con el que lograr unas nuevas relaciones humano-laborales? ¿Qué impide que elaboren una visión del futuro? Estas son, a mi juicio, las preguntas que hay que hacerse, tanto los empresarios como la ciudadanía, en lugar de asustarse y seguir a fuegos de artificio.

Porque de la respuesta a estas preguntas es de lo que va a depender nuestro mundo laboral futuro, nuestro salario y sus ganancias. Nuestra vida en definitiva.

¡Traballo a mantido! (Trabajar por la comida)