viernes. 29.03.2024

Me pide el letrado de un Parlamento autonómico -que no desvelaré por simple prudencia- comparecer ante la Comisión de Hacienda de dicho Parlamento para exponer mis puntos de vista sobre la creación de una banca pública autonómica. Sin ser un especialista en el tema, sí que he reflexionado y publicado mis puntos de vista al respecto y quizá haya sido por el currículum que los parlamentarios de la Comisión mencionada hayan visto que algo de interés podría aportar al tema. Es verdad que la situación de la economía española y el hecho de que el sistema financiero se ha convertido más en un problema que una solución es por lo que parece un tema de actualidad permanente. En efecto, la caída del crédito en general y, en particular, a la pequeña y mediana empresa, es uno de los hechos más graves que acontecen ahora. Podemos afirmar sin margen de error que el sistema financiero ha cometido dos errores consecutivos a lo largo de las dos últimas décadas, como son los de pasar de un crédito excesivo en cuanto al riesgo-país en su labor crediticia entre los años 1997 y 2007 que ha favorecido enormemente la especulación en torno al ladrillo –crédito promotor, constructor, inmobiliario, crédito a particulares, etc.-, a la situación actual, donde el crédito se ha detenido. Como todo movimiento pendular fue un error el momento álgido y es un error en la depresión. Ello pone de manifiesto el error del paradigma smthiano de que buscando el interés particular se consigue el general. Y pensemos que este es uno de lo puntales de la ideología conservadora que gobierna en estos momentos a Europa y las instituciones de la Unión Europea. No es que, además, en España se hayan cometido otros errores en este sector como es el de la expansión -innecesaria desde el punto de vista de los intereses del país- de agencias y sucursales, primero por parte de los bancos y, luego, de las cajas, a lo largo de las cuatro últimas décadas. De nuevo la diferencia entre los intereses de cada entidad individual y los del país. Y los ejemplos se podrían multiplicar continuamente, con lo cual ese paradigma smithiano podría darse la vuelta y establecerlo en su contrario. Si a eso le añadimos los continuos errores de política económica financiera del gobierno de Rajoy (RD Ley2/2012 de 3 de febrero, todo lo referido a Bankia, lo del banco malo) y también del anterior gobierno (RD Ley 11/2010 de 9 de abril), no sólo no parece descabellada una banca pública aunque sea autonómica –al menos, aunque el ideal sería una banca pública nacional-, sino que parece necesaria y apremiante. Ya he defendido la necesidad de este tipo de banca en otros artículos. Es verdad que ya existe una banca jurídicamente pública como es el Instituto de Crédito Oficial como “Agencia Financiera del Estado y Banco Público” –según sus estatutos-, pero está claro que no ha servido para solucionar la caída del crédito. El ICO se convirtió en 1988 en “sociedad estatal” y asumió la titularidad de los 4 bancos públicos que entonces operaban en España,  además de participar en el accionariado del Banco Exterior de entonces. No obstante, no importa tanto la naturaleza jurídica-administrativa de una presunta banca pública sino su comportamiento crediticio y su tamaño. El del ICO ha sido insatisfactorio el primero y absolutamente insuficiente el segundo. Veamos qué características debiera tener una banca pública aquí y ahora:

1) En primer lugar hay que señalar que partimos del hecho de que tanto en su labor de pasivo de captación de recursos como en su labor activa de prestamista no va a contar con ninguna situación de privilegio. Dicho de otra forma, va a tener que operar en el mismo mercado –tanto de pasivo como de activo- en el que opera el resto de la banca privada. No sería conveniente para la solvencia y el riesgo-país –o del riesgo-autonómico- que tuviera alguna situación de privilegio, sobre todo en la captación de recursos si esto fuera dependiente de los presupuestos, es decir, de nuestros impuestos. Luego añadiré alguna excepción de captación de recursos fuera del mercado estrictamente, pero siempre distinta de cualquier presupuesto público.

2) El segundo aspecto y de forma no contradictoria con el anterior principio es que el comportamiento crediticio debiera ser distinto de el de la banca privada porque, de lo contrario, no tendría razón de ser una banca pública que se comportara de forma procíclica y procrisis, tal como ha hecho el sistema financiero español actual y el del resto de Europa. Lo esencial, por tanto, de esta banca pública es que debiera ser una banca compensatoria del comportamiento de bancas y cajas privadas –las que quedan aún-, es decir, una banca pública tiene sentido si es anticrisis y anticíclica. Pero es que además su tamaño debe ser el suficiente como para asegurar un crecimiento suficiente del crédito, en especial a las PYMES. Ya he mencionado que este es el mayor fallo del actual ICO, su insuficiencia.

3) Para casar los dos anteriores principios esta banca pública debe ser peculiar, nada parecida a una banca comercial al uso. Una banca pública debe renunciar a la captación de pasivo compitiendo con la banca privada, porque ello exigiría una cantidad ingente de agencias y sucursales que estén cerca del ahorrador, de los trabajadores con sus nóminas domiciliadas, de los pensionistas que cobran por banco su pensión o de los comercios que llevan sus ingresos diarios al banco. Una banca pública debiera obtener en un porcentaje muy alto de sus recursos del interbancario (del resto del sistema financiero) y de petición de crédito al Banco Central Europeo como banco prestamista de última instancia. No obstante, no se puede negar un pasivo de clientela del país porque en su papel de prestamista debe tener cuentas de pasivo abiertas por las empresas a las que presta. Lo que no tendría, por tanto, pasivo de particulares, sólo de empresas. El ahorro de costes con este criterio sería notable, aunque es cierto que una banca pública con esta renuncia sería vulnerable a los movimientos de tipos de interés del interbancario. Una manera de solventar el problema sería el aseguramiento por parte del BCE del crédito a tipos de interés razonables cuando el interbancario subiera coyunturalmente.

4) El criterio anterior permitiera a esta banca pública operar y dar crédito a las empresas con muy pocas sucursales. Con una sucursal cada 200.000 habitantes –aproximadamente- debiera ser suficiente. La ventaja comparativa respecto a la banca privada sería notable. Obsérvese que para un país como el nuestro de 47.000.000 millones de habitantes con 235 sucursales sería más que suficiente. Para una autonomía como Madrid, por ejemplo, con 5.000.000 millones de habitantes, cumpliría su misión con 25 sucursales distribuidas estratégicamente. Hay que señalar que no se puede comparar en pretensiones con el actual ICO, porque estamos hablando de una banca pública que debiera asumir la falta de crédito que, como en los momentos actuales, sufre la empresa española con la actual banca –y cajas- privadas.    

5) Una manera de captar pasivo no procedente del interbancario de forma voluntaria ni del recurso al BCE podría venir de algún tipo de regulación del Banco de España –con el permiso del BCE- de obligar a establecer depósitos remunerados  a tipos de mercado en esta banca pública inversamente proporcionar al crédito concedido por la banca privada. Dicho de otra forma, la banca privada tendría, como tiene actualmente, toda la libertad de otorgar crédito, pero los bancos que lo dieran por debajo de la media y prefirieran devolverlo al BCE cuando procede de este organismo o que lo invierten en bonos alemanes o de otros Estados, estarían obligados a depositar parte del pasivo en la banca pública. Lo cual sería un aliciente para que la propia banca privada cambiara su comportamiento crediticio y hacerlo cada vez más doméstico.

6) En la otorgación del crédito tendría siempre y sólo como criterio el análisis del riesgo de la empresa. No podemos poner como modelo lo que ha hecho la banca privada porque, como ya hemos señalado, el desatino de ésta ha sido mayúsculo, pero lo ha sido porque cada banco individualmente no suele ser capaz de valorar la evolución de la economía en su conjunto ni de valorar el ciclo económico. Sin embargo en este punto sí ha habido diferencias entre bancos. Los bancos y cajas que menos problemas han tenido son los que han escapado de la sola tentación del ladrillo y aquellos –ayudados por su tamaño- que han salido al exterior, invirtiendo, por ejemplo, en América Latina. Una banca pública puede escapar del falso paradigma smithiano ya mencionado, valorando a la vez el riesgo empresa por empresa y el momento general de la economía y su previsible evolución. En cualquier caso, el comportamiento crediticio ha de ser bifronte: el riesgo de cada empresa, y el ciclo y la situación de la economía en su conjunto porque, hay que insistir, una verdadera banca pública ha de tener un comportamiento compensatorio como prestamista.

7) Un problema para una banca pública de sólo nivel autonómica es que sus márgenes de actuación bajo estos criterios se reduce porque se reduce su mercado, sobre todo del lado de las operaciones de activo. Pensemos, además, que hay autonomías más ahorradoras que inversoras y otras lo contrario. Dicho de otra forma, a medida que el tamaño de su mercado se reduce el óptimo como prestamista se reduce, aumentando los niveles de riesgo.

8) Los servicios bancarios de una banca pública se reducirían al mínimo. Quedarían apenas los de transferencia, caja, tarjetas y poco más. Renunciarían por tanto a operaciones de colocación de títulos, de derivados, de comercio exterior, de inversiones en bolsa, etc., y no tendrían comerciales de pasivo por la manera de captar pasivo que ya hemos comentado.

9) Estos criterios operarían en un primer momento, pero podrían relajarse posteriormente extendiéndose a particulares -tanto por el lado de la captación de recursos como el del préstamo-, pero a sabiendas que ello supondría aumentar los costes estructurales y reducir el diferencial de interés entre las operaciones de activo y pasivo, acercándose con ello a la banca privada y perdiendo la razón de ser de lo público.

La creación de una auténtica banca pública no está ni estará exenta de dificultades: la mayoría política conservadora, las acusaciones de dirigismo e intervencionismo, las comparaciones con supuestas bancas públicas de países de planificación, la propia banca privada, etc., serán sus enemigos. Pero además existe una dificultad intrínseca: la necesidad de buscar la lógica de su propia existencia y pervivencia. Todos los puntos o exigencias anteriores, se encaminan a buscar esa lógica que, por un lado, surja fruto de la oportunidad y, por otro, se consolide fruto de la necesidad de su diferencia con el comportamiento de la banca privada. ¡Coraje y suerte para los que lo intenten! Apoyos también van a tener al menos por una parte de la sociedad.

Sobre la creación de una banca pública en España