viernes. 29.03.2024
rehabilit

Un barrio o conjunto de edificios rehabilitado puede atraer nuevos vecinos, nuevos comercios, nuevas actividades que lo revitalicen. El hecho mismo del proceso de rehabilitación, desde su inicio, genera ya un movimiento vecinal de participación, germen posible de una asociación más permanente y activa en la vida del barrio

El Diccionario de la RAE define la palabra rehabilitar como la acción de “habilitar de nuevo o restituir alguien o algo a su antiguo estado”. Algo semejante dice de la palabra restaurar: “reparar, renovar o volver a poner algo en el estado o estimación que antes tenía”. Ninguna de estas dos acepciones, sobre todo la referida a la palabra rehabilitar, agota su significado cuando se refieren a la intervención arquitectónica sobre un edificio o un trozo de ciudad.

La acción de rehabilitar en la práctica profesional y en la formulación de unas políticas urbanas  va más allá de la restitución de un edificio o barrio a su antiguo estado. Si lo que queremos es hacer habitable lo que nunca reunió las condiciones adecuadas para ello o, con el tiempo y el mal uso, se ha ido deteriorando, tendremos no solo que restaurar, sino sustituir y añadir espacios, materiales, equipamientos técnicos, etc. que hagan que el edificio o barrio rehabilitado cumpla con los estándares actuales, de acuerdo con los modos de vida de los ciudadanos de hoy, con sus apetencias y demandas para sentirse cómoda y dignamente alojados en su casa o en su barrio.

Un edificio o barrio rehabilitado será, en gran medida, un barrio o edificio nuevo. Un nuevo edificio albergado en la fábrica existente, si es suficientemente sólida, o un nuevo barrio insertado en la trama urbana de la ciudad.

Renzo Piano, un arquitecto estrella, mezcla de artesano y maestro del high tech, marino-calafate genovés y senador, afirmaba hace muy poco en una entrevista: “hay que edificar sobre lo ya edificado”. Si extendemos esta sentencia podemos llegar a transformarla en un nuevo paradigma que oriente una nueva cultura de la ciudad y el territorio: dejemos de lado, superemos el urbanismo de extensión, para practicar un urbanismo de recuperación y recualificación de la ciudad existente. Hagamos ciudad en la ciudad. No manchemos más zonas verdes y reverdezcamos las zonas marrones de las grandes metrópolis. Aprovechemos los vacíos, intersticiales o periféricos. Descubramos como oportunidad los edificios, manzanas o barrios infrautilizados u obsoletos por razones físicas, económicas o medioambientales, para sobre ellos o, incluso, sobre el hueco que ha dejado su demolición, hacer emerger una nueva ciudad.

Conviene depurar las palabras. Así lo exige el abuso de la palabra rehabilitar, repetida como un mantra en casi todos los programas electorales que se han publicado o proclamado con motivo de las últimas elecciones municipales y autonómicas. También en los discursos y ponencias repetidos en el ámbito académico y profesional. Pero bajo la misma palabra se esconden distintos entendimientos y distintas finalidades. En muchos casos, con la rehabilitación de edificios, incluso solo de viviendas, se pretende responder a una necesaria exigencia de ahorro energético, mediante mejoras de los cerramientos y el añadido de novedosos equipamientos tecnológicos. En las más pueriles, se pretende una nueva decoración interior, reflejada como un fachadismo de cara a la calle. Desde un enfoque más economicista y empresarial, se descubre en la rehabilitación un nuevo nicho para el negocio inmobiliario, agotada la rentabilidad de los desarrollos periféricos. Unida a esta nueva actividad inmobiliaria, se exalta la capacidad de generar empleo en el sector de la construcción, tras el drama que ha dejado tras de sí la explosión de la burbuja inmobiliaria. Justificaciones y objetivos todos ellos razonables, incluso encomiables, pero que impiden entender la rehabilitación como una disciplina profesional y politica, como un nuevo y eficaz instrumento para encontrar en el espacio urbano ya consolidado el lugar propicio y sugerente para seguir construyendo, completando y mejorando nuestras ciudadaes, barrios, edificios, viviendas, fábricas, oficinas, equipamientos, infraestructuras, parques... en un doble juego que se basa tanta en densificar el espacio ya ocupado como en esponjar los espacios hacinados. Compactar y densificar con sensibilidad e inteligencia, con prudencia y ponderación, son procedimientos necesarios en una politica territorial en la que dialogue la ciudad ya construida con el paisaje en el que se asienta.

Nada nuevo. En el fondo, aunque con disitinta intensidad y renovadas técnicas, esta forma de construir la ciudad, como un palimpsesto, ha sido una constante en muchas y diversas épocas y civilizaciones.

Lo más fecundo de este nuevo entendimiento de las ciudades y su futuro desarrollo surge cuando la práctica de la rehabilitación se proyecta y ejecuta sobre un trozo de ciudad, una manzana o un barrio. En estos ámbitos pueden conjugarse y enriquecerse mutuamente los objetivos estéticos, sociales, económicos, laborales, etc. Pero estas intervenciones en el tejido de la ciudad exige ser conscientes de su dificultad y complejidad, ante la que no es suficiente una ingeniería física, sino que es necesario acompañarla de una ingeniería social y una estructura gerencial capaz de coordinar recursos económicos, administrativos y técnicos, públicos y privados.

Si la desigualdad económica, junto a la injustica espacial, constituyen la gran cuestión urbana de nuestros días (Bernardo Secchi), la rehabilitación integral de sectores vulnerables de la ciudad, generalmente habitados por personas con escasos recursos económicos, se ofrece como un mecanismo para incrementar la igualdad en la ciudad, tanto en la mejora de la calidad ambiental como en las condiciones de vida de sus habitantes.

Un barrio o conjunto de edificios rehabilitado puede atraer nuevos vecinos, nuevos comercios, nuevas actividades que lo revitalicen. El hecho mismo del proceso de rehabilitación, desde su inicio, genera ya un movimiento vecinal de participación, germen posible de una asociación más permanente y activa en la vida del barrio.

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