viernes. 19.04.2024
industria-4.0

“Un mundo cercano a la ausencia de trabajo se está aproximando a pasos agigantados y puede llegar antes de que la sociedad tenga tiempo suficiente, tanto para debatir sus importantes consecuencias como para prepararse plenamente frente a su impacto generalizado” Jeremy Rifkin en ‘EL FIN DEL TRABAJO’.


El reto del sindicalismo será conseguir que en el centro de Industria 4.0 estén las personas

En el año 1953, Henry Ford II, jefe de Ford Motor Company y Walter Reuther, veterano líder del sindicato United Automobile, protagonizaron una conocida anécdota mientras visitaban juntos las instalaciones de la nueva y más automatizada planta de montaje de automóviles Ford en Cleveland, Ohio. Henry Ford II le preguntó a Walter -¿cómo va a conseguir que esos robots paguen sus cuotas sindicales a la UAW"? Y sin perder el ritmo del paseo por los pasillos de la factoría, Reuther le respondió: Henry lo que yo me pregunto es, ¿cómo va a conseguir usted que esos mismos robots le compren sus coches?”.

Esta anécdota ilustra el eterno conflicto entre innovación tecnológica y empleo, algo tan antiguo como el conflicto del verano de 1854 en Barcelona que provocó el incendio de fábricas, para impedir que se implantaran las selfactinas, las nuevas máquinas de hilar algodón traídas de Inglaterra, que ahorraban mucha mano de obra y expulsaban a cientos de trabajadores al desempleo. O aquella máquina de cigarrillos que en 1881 patentó James Bonsack, que liaba de forma automática, sin intervención humana, 120.000 cigarrillos al día frente a los 3.000 que era capaz el trabajador más especializado. Y así, década tras década, hasta nuestros días.

Con el pegadizo nombre de Industria 4.0 se conoce el nuevo concepto que está a la vuelta de la esquina y que representa el cambio de paradigma que modificará: cómo, qué, quién, cuándo y dónde se produce. Aspectos estos que concretarán la cuarta revolución industrial de la mano de la innovación tecnológica, mediante el aumento en los volúmenes de datos disponibles por las empresas industriales, su capacidad para almacenarlos y analizarlos, unido a la conectividad en red que permite la interacción de las maquinas entre sí y con las personas, y la fabricación personalizada de los productos. Producción en fábricas autosuficientes, más inteligentes y ecológicas en el uso de los recursos energéticos y de las materias primas, producción flexible, autorregulada, conectada con el proveedor y el cliente final.

Se reiteran, en paneles, conferencias y seminarios, nuevos conceptos referidos a Industria 4.0 como: fábrica smart, digitalización, big data, internet de las cosas, impresoras 3D, robots y sensores, sistemas ciberfísicos, plantas autogestionables, inteligencia artificial y machine learning, biotecnología y genómica, etc. Pero se presta muy poca atención e interés en analizar los riesgos de la masiva destrucción de empleo si la nueva revolución industrial y tecnológica solo responde al objetivo de reducir costos, a maximizar los beneficios y las ventajas de los importantes incrementos de productividad solo son aprovechados para aumentar el reparto de dividendos a los accionistas y los salarios de los altos ejecutivos.

Sabemos, como ha sucedido en las anteriores revoluciones industriales, que la iniciativa sindical será determinante. Que no fue, ni ahora será lo mismo para los trabajadores y trabajadoras de aquellas empresas donde impere el individualismo y sin representación sindical, que lo será en aquellas otras, donde se trabaje por el bien común y cuenten con una sólida implantación sindical, con amplios derechos de información y participación en la marcha de la empresa. Aquellas donde trabajen e investiguen y se movilicen en busca de nuevas ideas, esfuerzos y compromisos para abrir nuevos campos y nuevas reivindicaciones relacionados con la formación, la salud en el trabajo, el reparto del empleo o la reducción de las horas de trabajo. Y donde la gestión sostenible y responsable socialmente sea una exigencia de sus trabajadores y trabajadoras. Y allí, donde la acción política sea capaz de exigir nuevos esfuerzos desde la política fiscal que permita repartir de manera más justa los beneficios que nos anuncia Industria 4.0.

Porque esta nueva era de reducción drástica de costes y de robots danzarines sin enfermedades, ni pérdida de concentración y con su energía continua, puede representar tanto una gran división social, con más desigualdad e injusticia, como un nuevo renacimiento para la humanidad, un reparto inteligente del trabajo y la liberación de largas jornadas laborales. Dependerá, si además de hablar de lo inteligentes que serán las maquinas, se habla también de las personas. Este es el reto del sindicalismo, conseguir que en el centro de Industria 4.0 estén las personas.

Industria 4.0: robots, trabajadores y sindicatos