jueves. 28.03.2024
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Asamblea de CCOO en Barcelona el día 11 de julio de 1976. (Foto: CCOO)

Ese carácter del sindicato como algo que soluciona los problemas, grandes o pequeños, que habitualmente tienen los trabajadores en la empresa está en los genes de Comisiones Obreras

Sobre este tema, dos amigos muy queridos y apreciados (Jesús Cruz Villalón y Francisco S. López Romito) han escrito sendos artículos en nuevatribuna.es. El primero titulado “La financiación sindical“ (16/2/2014). El segundo, “Sindicalismo en tiempos de crisis” (21/1/2014), dedicaba su última parte a los problemas financieros de los Sindicatos.

Jesús Cruz considera que “sería inviable y nada razonable pensar que los sindicatos, ni en la actualidad ni en el futuro, se puedan financiar exclusivamente con cargo a las cuotas sindicales”. Romito señala que “es conveniente admitir que el sindicalismo español acarrea problemas crónicos como una baja afiliación… lo que genera un déficit crónico de financiación”.

La constatación por los expertos de la muy baja tasa de afiliación en España y de los problemas fundamentalmente financieros (aunque no sólo) que ello conlleva no nos puede llevar al conformismo con esos datos y a la resignación que sólo conduce a la inacción y a la auto justificación. A veces se ha teorizado que las fuertes diferencias entre la tasa de afiliación de los países nórdicos y España o Francia se deben a las diferencias de cultura y carácter entre nórdicos y latinos, pero estas teorías chocan con la realidad de que Italia y Portugal tienen una alta tasa de afiliación. Tampoco creemos que haya una relación estrecha y directa entre el grado de eficacia de la negociación colectiva y la tasa de afiliación, si tenemos en cuenta que en la clara mayoría de los Estados Europeos los convenios tienen eficacia general con una u otra figura jurídica. Más bien creemos que los trabajadores se afilian o no en función de la expectativa que tengan sobre si el Sindicato les solucionará sus problemas y defenderá eficazmente sus derechos.

Cuando, en el marco de la Conferencia anual de la O.I.T., en Ginebra, preguntamos a los compañeros nórdicos por este tema de las altas diferencias de la tasa de afiliación entre ellos y nosotros, nos explicaban que para ellos lo natural, cuando un trabajador ingresa en una empresa, es acudir inmediatamente al local sindical, tanto en su condición de “club” en el que compartir  y charlar con el resto de los compañeros, como lugar en el que podrá plantear cualquier problema, por pequeño que sea, con la seguridad de que será muy bien atendido y su conflicto será solucionado y bien.

Este carácter del sindicato como algo que soluciona los problemas, grandes o pequeños, que habitualmente tienen los trabajadores en la empresa está en los genes de Comisiones Obreras. En los diez primeros años de su existencia su principal labor fue estar pendientes de cualquier problema que tuviera cualquier trabajador, para solucionarlo. Los trabajadores acudían a los hombres y mujeres de CCOO porque sabían que allí les escucharían y solucionarían sus problemas. Sabían que cualquier conflicto, de cualquier índole (salarios o  “pluses”, jornada u horas extras, clasificación profesional, etc. y no digamos si había peligro de que la empresa presentara un expediente de crisis) merecía el máximo interés por parte de aquellas personas que estaban fuera del Sindicato Vertical. Los trabajadores acudían a estas personas que se preocupaban por sus derechos, en muchos casos, sin saber que eran de Comisiones Obreras. Preferían plantear a éstos sus problemas en lugar de hacerlo al Sindicato Vertical, a pesar de que le pagaban una cuota obligatoria, tenía un enorme poder y contaba con todo un cuerpo de Abogados Sindicales. Lo hacían así porque consideraban que estas personas, además de ser honradas (no como los del vertical), conocían mejor sus derechos, se sabían “al dedillo” la Ordenanza Laboral y les defenderían con el máximo ahínco y hasta el final. (Recordemos que entonces el final era: detención por la Brigada Político Social, muy probables malos tratos en comisaría y posible procesamiento con prisión provisional).

El cumplimiento de esta primera y principal labor en sus primeros diez años (coincidentes con los últimos de la dictadura) hizo que Comisiones Obreras pudiera desempeñar su otro papel, importantísimo, (y por el que, probablemente, pasará a la Historia): su contribución a la conquista y consolidación de la democracia. Supo canalizar todo ese río de conflictos laborales en contra, no sólo del Sindicato Vertical sino, sobre todo, en contra de la Dictadura como causante de nuestra falta de derechos y libertades. El cumplimiento por nuestro sindicato de este papel público/político es lo que más nos diferencia del concepto de “club” del que nos hablaban los compañeros nórdicos: Nosotros sufrimos 40 años de Dictadura mientras ellos construían el “Estado del bienestar”.

No podemos, por supuesto, conocer cuál hubiera sido la tasa de afiliación a las Comisiones Obreras en aquel tiempo si los trabajadores hubieran podido decidir libremente a quien pagaban su cuota sindical. Hay, sin embargo, al menos tres hechos que demuestran que el grado de aceptación y acercamiento a los hombres y mujeres de las Comisiones Obreras era muy elevado.

El primero: Los excelentes resultados conseguidos por las candidaturas democráticas, apoyadas por CCOO en las últimas Elecciones Sindicales de aquella época, las de 1975, en las que las candidaturas próximas a Comisiones parece que ganaron en Madrid, Barcelona, Vizcaya o Sevilla. Sin embargo, no hay datos plenamente fiables, no puede haberlos ya que no podían aparecer nuestras siglas por ser ilegales, pero recordamos muy bien que algún periódico de entonces (Diario 16) decía en su portada: ‘Los amigos de Comisiones Obreras ganan las elecciones sindicales’. En todo caso, si las ganamos fue por el buen hacer en la defensa concreta de los derechos de los trabajadores en la empresa. Recordemos que éramos ilegales, no teníamos ninguna estructura frente a todo el aparato del Vertical. No se nos permitía realizar ninguna actividad fuera de la empresa en defensa de los trabadores, toda actividad sindical fuera de la empresa se hacía en semiclandestinidad, ni siquiera podíamos negociar los convenios fuera de la empresa que era competencia exclusiva del Vertical.

El segundo hecho significativo es el “boom” afiliativo a CCOO que se produjo inmediatamente después de su legalización. Los trabajadores decidieron adherirse masivamente a CCOO sin tener más elementos de juicio para confiar en Comisiones que la labor que venían desarrollando en defensa de los intereses de los trabajadores en la empresa.

Por último, es significativo del grado de apoyo con que contaban las ilegales Comisiones Obreras entre los trabajadores comparar el número de trabajadores que eran representados y defendidos en las Magistraturas de Trabajo por los abogados ‘amigos de Comisiones’ y los que eran defendidos por el Sindicato Vertical. Sobre estos porcentajes seguro que se hicieron estudios por el Vertical y por el Ministerio de Justicia, pero no los conocemos. A pesar de no contar con estudios rigurosos podemos afirmar que en las Magistraturas de los grandes centros industriales (Madrid, Barcelona, Bilbao, Asturias, Vigo, Ferrol, Sevilla o Mérida) era claramente superior el número de trabajadores defendidos por Laboralistas ‘amigos de CCOO’ que los defendidos por el Vertical. Y ello a pesar de que los abogados del Vertical no cobraban a los trabajadores, eran funcionarios que cobraban del Estado, mientras que los Laboralistas cobrábamos a los trabajadores. Y nos autofinanciábamos, aunque con dificultades algunos meses.

Estas líneas no buscan un retorno a la prehistoria, ni alimentar la nostalgia, que, al igual que la resignación, no conduce a nada. Sólo queremos hacer una rápida aportación al debate, basada en la experiencia empírica.

Financiación y prestigio sindical