viernes. 29.03.2024

Fernando Rocha | Director del Area de Empleo, Relaciones Laborales y Economía Social de la Fundación 1º de Mayo

Estamos viviendo desde 2008 una crisis sistémica sin precedentes, tanto por la raíz estructural de las causas −más allá del origen coyuntural en el fin de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos− como por su carácter multidimensional (financiera, productiva, ecológica y alimentaria), y por la rapidez con que se ha transmitido a escala global, a través de diferentes vías.

Existe un alto grado de consenso en resaltar que la magnitud del impacto de la crisis en España no puede atribuirse exclusivamente a factores de índole internacional, sino que debe buscarse también en los propios desequilibrios del modelo productivo sobre el que se ha basado el notable crecimiento registrado en la última etapa de expansión. Unos desequilibrios que han convertido a este patrón de crecimiento en extremadamente vulnerable ante la crisis actual, contribuyendo a agravar sus efectos más negativos (especialmente, en términos de destrucción de empleo).

En este marco, cobra un especial interés el papel que pueden jugar las entidades de la economía social como un elemento de referencia para este debate, por diversas razones: (a) por su importancia creciente en el tejido económico y productivo europeo; (b) porque las empresas de economía social están presentes en todos los sectores − desde los más tradicionales a los emergentes − y presentan además una participación significativa en actividades que tienen una importante utilidad social (como la provisión de servicios colectivos); (c) por el impacto socioeconómico de las entidades que la integran; y (d) también debido a que las empresas de la economía social basan sus objetivos, organización y funcionamiento en unos principios orientadores que favorecen un modelo de desarrollo económico más justo y sostenible, como son: la primacía de la persona y del objeto social sobre el capital, la adhesión voluntaria y abierta; el control democrático por sus integrantes; la conjunción de los intereses de las personas usuarias y del interés general; la defensa y aplicación de los principios de solidaridad y responsabilidad; la autonomía de gestión e independencia respecto de los poderes públicos; y el destino de los excedentes a la consecución de objetivos a favor del desarrollo sostenible, del interés de los servicios a sus integrantes y del interés social.

Estos principios las diferencian claramente de otro tipo de empresas más convencionales, y son particularmente relevantes para la conformación de un modelo productivo más sostenible y justo en términos económicos, sociales y medioambientales. Ello explicaría en buena medida el comportamiento seguido por las empresas de la economía social desde la irrupción de la presente crisis global, manifestando −en términos generales− una mayor capacidad de resistencia a la registrada por las empresas mercantiles ordinarias.

La importancia de la economía social ha sido reconocida desde diferentes ámbitos institucionales, entre ellos el Parlamento Europeo que en mayo de 2013 aprobó una Resolución en la que se reconoce expresamente que “las cooperativas, junto con otras empresas de la economía social, desempeñan un papel esencial en la economía europea, en especial en tiempos de crisis, al combinar la rentabilidad con la solidaridad, crear puestos de trabajo de calidad, reforzar la cohesión social, económica y regional y generar capital social” .

En este marco se sitúa el presente estudio, que aborda el comportamiento de las entidades de la economía social en Euskadi: un ámbito territorial en el que este sector ha tenido históricamente un peso muy importante, y que cuenta con grupos empresariales como el de Mondragón que ostentan una posición de liderazgo tanto a nivel europeo como mundial.

El trabajo pone de manifiesto la importancia y resistencia de las distintas entidades de la economía social en Euskadi, destacando algunos factores explicativos relevantes como el mayor tamaño medio de las empresas o su importante presencia en el tejido industrial. Un análisis que se completa con el examen del papel de las instituciones vascas en el apoyo y promoción de este sector.

La mayor capacidad de resistencia manifestada en conjunto por la economía social no significa de otro lado que este sector no se haya visto afectado por la crisis a medida que se ha prolongado y agravado en el tiempo (especialmente, a partir de la nueva recesión registrada a finales de 2011).

De hecho, justo cuando se estaba ultimando la edición de este estudio para su publicación ha trascendido a los medios de comunicación la solicitud en un juzgado de San Sebastián de un preconcurso de preacreedores por parte de uno de los emblemas de la economía social en Euskadi: la empresa cooperativa Fagor Electrodomésticos. Fagor adoptó esta decisión para tratar de refinanciar una deuda que supera los 800 millones de euros, y tras fracasar en su intento de que la Corporación Mondragón (MCC) −el primer grupo de Euskadi y el décimo de España− asumiese un nuevo rescate, como ya ocurriera en mayo de este año .

Fagor Electrodomésticos es una cooperativa de trabajo asociado creada en 1956, que está en el origen de la Corporación Mondragón, el mayor grupo cooperativo mundial a la actualidad. Su actividad se ha centrado en la fabricación y comercialización de electrodomésticos, climatización y calefacción para uso doméstico.

La trayectoria de esta entidad la llevó a encabezar un potente grupo internacional en su sector, combinando la competitividad empresarial con la generación de empleo y el desarrollo social. Sin embargo, diferentes estudios ya venían señalando las dificultades que arrastraba la entidad desde la crisis, debido a factores como la drástica caída del consumo en los países europeos −que constituyen su mercado mayoritario− la feroz competencia de bajo coste y errores en su planificación empresarial .

El caso de Fagor evidencia que las cooperativas no son inmunes ante el impacto de la actual crisis, pero ni el análisis de las causas que han llevado a este desenlace ni el carácter emblemático de esta entidad deberían utilizarse para poner en tela de juicio el modelo de la economía social. Un modelo que tiene indudables ventajas pero que también presenta elementos débiles y vulnerabilidades propias, como ha puesto de relieve el propio sector que desde el inicio de la presente crisis ha demando la adopción de políticas y medidas específicas para la mejora y competitividad de las entidades de la economía social, así como para potenciar la creación y mantenimiento del empleo .

La elaboración de propuestas de actuación debe basarse en todo caso en el conocimiento de la realidad sobre la que se quiere intervenir, y en este sentido el trabajo que se presenta permite ofrecer una primera aproximación a un sector de gran importancia para el desarrollo económico y social en Euskadi.


El Estudio 74 de la Fundación 1 Mayo recoge el trabajo de Koldo Prada, diplomado en Ciencias Empresariales. El trabajo se centra en la situación en Euskadi y el especial interés del papel que pueden jugar las entidades de la economía social ante la crisis.

La economía social en Euskadi ante la crisis