miércoles. 24.04.2024
paro

Desde mediados de los años 70 se decretó el fin del keynesianismo por parte de quienes realmente tenían el poder en USA y también en Europa. Todo el planeta se vio afectado por esa defenestración del mejor instrumento que tenían los Estados para combatir la crisis: los presupuestos del Estado y la idea de la demanda agregada

Decía Althusser que la filosofía es la lucha de clases en la teoría. Se refería a la llamada filosofía de la praxis que desarrolló, entre otros, Antonio Gramsci desde la cárcel. Independientemente de su nivel, de su oportunidad y de su bondad, este trabajo pretende ser una contribución a esa lucha en la teoría. Durante mucho tiempo se ha impuesto en el análisis económico y en la práctica de las políticas económicas de muchos países la idea de que el Estado, lo público, no sólo no es responsable de la crisis sino que no tiene la obligación de solucionarlas. Incluso sería contraproducente. La llamada escuela de Chicago, Hayek, la corriente austríaca de pensamiento, tienen mucho que ver en ello. Da igual que la realidad vaya por otro lado, que desde lo público se rescaten bancos privados, que se convierta deuda privada en deuda pública –el caso griego es el más notable–, que se subvencione la industria del automóvil, que haya que pagar a las empresas energéticas para su transición a la competencia, que haya que rescatar a las radiales en España con nuestros impuestos por su fracaso privado, que se desvíe la sanidad desde lo público a la privada a base de deteriorar la primera con las listas de espera, cierre de secciones y especialidades en hospitales públicos, etc. La lista es casi infinita, tanto en España como fuera de ella. Desde mediados de los años 70 se decretó el fin del keynesianismo por parte de quienes realmente tenían el poder en USA y también en Europa. Todo el planeta se vio afectado por esa defenestración del mejor instrumento que tenían los Estados para combatir la crisis: los presupuestos del Estado y la idea de la demanda agregada. Luego lo explicamos. Antes de Keynes y Kalecki ya se había señalado la importancia de la demanda como fuente de impulso de lo económico. Malthus, Sismondi, Rodbertus, el propio Marx, pero permanecía en el campo de las ideas difusas, nadando entre el análisis y el deseo, entre lo positivo y lo normativo. Fueron Keynes y Kalecki quienes concretaron aquella en dos libros, y en el momento oportuno el primero. Keynes negaba y se burlaba de la ley de Say que decía que la oferta creaba su propia demanda; o que del ahorro se seguía la inversión como una ley física, como de la gravedad se seguía la caída de los graves. Kahn le puso las matemáticas y Sraffa presentó una alternativa a toda la teoría económica de la época. Entonces, en los años precedentes a la revolución de Cambridge que señalaba Joan Robinson, la biblia de la teoría económica –ahora se llama análisis económico– era Alfred Marshall (1842-1924), el economista inglés y su largo y trabajado manual de Principios de Economía, los Principios, imitando en su título la obra de Newton para la Física, los Principia… Pero la obra de Keynes y Kalecki era, sin saberlo y sin quererlo, revolucionaria en la teoría –un caso althusseriano– porque permitía combatir las crisis, dar instrumentos a los Estados para atajar la pobreza creando servicios público gratuitos o casi, financiados desde los impuestos, repartir más igualitariamente la renta y la riqueza. Por primera vez no había que resignarse al mercado porque se comprobaba una y otra vez que no era cierto el paradigma smithiano de que buscando cada uno el interés particular se conseguía el interés general. La gran recesión del 29 hirió gravemente el paradigma del economista escocés. Pero el paradigma no murió y fue resucitado como decía a mediados de los años 70. Ahora se ha impuesto en Europa continental –pero no en USA y en UK– una especie de tancredismo de nuevo cuño consistente en que el Estado sólo interviene para solucionar los desaguisados de lo privado. El ideal es el déficit cero, es decir, que los ingresos del Estado no sean mayores que sus gastos, estemos en crisis o no, sea cual sea el nivel que haya alcanzado lo público en relación a la economía total –medido por el PIB–. Se obvia la deuda pública como variable estratégica, el verdadero problema de lo público. El paradigma del déficit cero nos ha matado, ha llevado a millones de europeos al paro y a la desesperación. El paradigma no creó la crisis pero la ha agravado y alargado en la Europa continental, especialmente en el sur, especialmente en Grecia. Y lo peor es que no ha servido para hacer más solvente a los países que han intentado el déficit cero con recortes y más recortes de lo público. En España ya ocurre que por cada euro que se produce se debe otro euro de deuda; en Grecia y gracias al paradigma del déficit cero, la deuda sobrepasa en 1,7 el PIB. Pues bien, este trabajo intenta rescatar la idea keynesiana de la demanda agregada y sus virtudes, pero señalando también sus limitaciones, para combatir la crisis y repartir mejor los costes de la mismas. Es un modelo keynesiano con ayuda de las matemáticas. Pero además es un modelo que tiene alguna dosis de originalidad, no es un mero alegato pro-keynesiano, como luego se verá. Todo lo anterior se desarrolla y explica a continuación...


De cómo acabar con el desempleo desde lo público: Un modelo macroeconómico | Por Antonio Mora Plaza | Informe completo

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