jueves. 18.04.2024
 

West Side Story, el musical de Broadway y la posterior película, marcaron un antes y después en la historia de los musicales. Además, su impacto fue memorable en el público que tuvo la oportunidad de disfrutarla, sobre todo la película. En mi adolescencia fui uno de ellos. Mi padre en 1962 me compró el long play con la banda sonora, que acababa de publicarse en España y tuve la suerte de que a él también le gustara. Tardé unos meses en poder ver la película, era para mayores de 18 años y hasta que no la pusieron en un cine de barrio no pude colarme, ya que los locales de estreno eran mucho mas rigurosos en el control de menores.

La película de 1961 estuvo dirigida por Robert Wise, con el apoyo en la coreografía y en las escenas de baile de Jerome Robbins (responsable de la obra en Broadway), con música compuesta por Leonard Bernstein (en mi opinión uno de los mejores directores de orquesta y compositores del siglo XX) y las canciones con letra de Stephen Sondheim (uno de los mejores letristas de Broadway). El resultado fueron nada menos que 10 Oscars.

Escuché a menudo el disco y con el tiempo me compré el dvd de la película. Nunca me he cansado de verlos  y oírlos. Por eso no las tenía todas conmigo cuando se anunció un “remake” de Steven Spielberg. Me gusta mucho este director, aunque algunas de sus películas me han aburrido. Fui a verla a los pocos días del estreno y no me defraudo. Eso sí, sigo prefiriendo la original.

Spielberg es bastante fiel al guion y desde luego a la música de Bernstein, a las canciones y a los bailes. Pero ha introducido importantes matices, algunos inevitables.

El primero la elección de la actriz protagonista. Es guapa pero no excesivamente expresiva y no muestra el suficiente feeling con Tony, el otro protagonista. Es cierto que Natalie Wood era una actriz especial, sus ojos inimitables y el papel de María lo bordaba.

Por otra parte, Spielberg remarca el enfrentamiento racial entre los jóvenes puertorriqueños y los nativos blancos de New York, que ya estaba presente en la película de 1961, pero ahora adquiere tonos más radicales y profundos, en lo que sin duda ha podido influir las enormes dificultades que 60 años después siguen existiendo para la convivencia e integración de las minorías étnicas, especialmente exacerbado en el mandato de Trump, que es cuando se rodó la película. Y llama la atención el interés de Spielberg por demostrar la agresividad contra el uso del idioma español por los puertorriqueños y los latinos en general y su interiorización en una parte de ellos, deseosos de su aceptación en el “paraíso” norteamericano.

Spielberg sitúa la historia en un contexto de gran operación urbanística y de intereses políticos e inmobiliarios en una ciudad en pleno crecimiento y modernización, en la que estorban barrios obreros y con emigración, lo que además es un factor añadido en la lucha entre los jóvenes sin trabajo o en situación precaria y por tanto con un futuro negro. Esta visión sociopolítica, no existía en la película original y es una valiosa aportación de este director.

Estos elementos que introduce Spielberg se ven resaltados por el tono en general mucho más sombrío y en especial en las escenas en los exteriores, en el recorrido por las calles de New York, en la presencia de ruinas o edificios en derribo. Frente al brillante technicolor que caracterizaba la película de Robert Wise, la fotografía de Spielberg, que técnicamente es estupenda, es más sombría. Como distintos son los colores de la vestimenta de los chicos y chicas, brillantes en 1961 y más oscuros en la actual.

Las escenas de baile de Spielberg técnicamente quizás sean superiores; se nota que los bailarines son excelentes y que el director cuenta con más y mejores medios técnicos y desde luego presupuestarios, sobre todo en las escenas en exteriores. Pero las escenas de baile de la versión de 1961 resultaban tan innovadoras que cautivaban desde el primer momento.

En cuanto a la música, siendo en general la misma partitura, Spielberg cuenta nada menos que con la Orquesta Filarmónica de New York, una de las mejores del mundo y con Gustavo Dudamel, uno de los más brillantes jóvenes directores del siglo XXI, y el sonido conseguido es magnífico, aunque quizás con un sabor más de “música clásica tradicional”, para entendernos, frente a un sonido más vital, más cercano al swing y a la música pop norteamericana de los años 50 del siglo pasado en la película de 1961. En todo caso la música de Bernstein sigue siendo maravillosa.

Spielberg ha hecho un guiño a la versión de 1961, manteniendo a la actriz Rita Moreno, en un papel muy distinto y mas adecuado a sus mas de 90 años. El resto de los actores de segundo y tercer nivel, personalmente me parecían mas convincentes los de la película de Wise, a pesar de que Spielberg ha tirado de actores latinos genuinos a diferencia de la versión de 1961 que eran blanquitos maquillados.

En cuanto a la interpretación de las canciones no hay diferencias sustanciales entre las dos películas y en general se mantiene el texto original de las letras creadas por el gran Sondheim.

En resumen, creo que Spielberg, que ha reconocido su fascinación desde joven por la película original, ha salido muy dignamente del tremendo reto que se había propuesto, lo que no era nada fácil y por ello es recomendable ir a ver esta versión y por supuesto quien no haya visto la película de 1961 no puede dejar de verla. Es fácil conseguirla en las redes y plataformas.

Y también disfrutar de la banda musical, (de 1961 y la actual), sin olvidar que hay una versión discográfica de 1985, dirigida por el propio Bernstein, y con las voces nada menos que de José Carreras, Kiri Te Kanawa, Tatiana Troyanos, Marilyn Horne y Kurt Ollman, que sin estar nada mal, desde luego es otra cosa.

West side story una buena versión de Spielberg