martes. 16.04.2024
cueva

Novela caleidoscópica, a medio camino entre el reportaje biográfico y la hagiografía amable, “Vive Deprisa” intenta acercarse a la mítica figura del actor estadounidense James Dean, a través de las voces de todos aquellos que lo conocieron o coincidieron con él en alguna ocasión: familiares, amigos, amantes, agentes, actores, actrices, realizadores…

Es cierto que esta multiplicidad de puntos de vista –bastante completa y acertada, salvo alguna ausencia como la de Dennis Hopper, gran amigo del actor– nos ayuda a conocer profundamente al personaje retratado en cuestión; aunque sea de manera superficial o en el ámbito de lo puramente anecdótico. Se produce, por tanto, una extraña paradoja: conforme más información se nos aporta sobre el actor de Al Este del Edén, más difusa y nebulosa se torna su personalidad, así como sus zozobras e inquietudes reales, ya que estos testimonios se basan en opiniones bastante jam1subjetivas todas ellas y/o en el testimonio de un James Dean , en exceso preocupado por reforzar su aura mítica de joven airado, rebelde, ambicioso, bohemio, eterno insastifecho y amante de la velocidad.

Pienso que Philippe Besson nos ofrece una narración rápida, ágil y amena, pero que en ningún momento profundiza en la psicología turbulenta y atormentada de un sujeto tan complejo, tan lleno de aristas, sombras, engimas, secretos y ambigüedades. Esto se traduce en la sensación de que se pasa por los temas por encima, con demasiada premura, sin tiempo para asimilar o mascar bien lo que se nos cuenta ni dejar siquiera un breve espacio para la reflexión o la duda. Sucesos tan interesantes, trágicos o terribles como la prematura muerte de su madre, la mala relación con su padre, el cariño fraternal por su primo, los abusos sexuales de un sacerdote, su infancia y adolescencia en una pequeña localidad de Indiana, su ambigua sexualidad, su ambición, su rebeldía, el insólito atractivo que despertaba mujeres y hombres, su mal carácter, su agresividad, sus noviazgos heterosexuales, sus encuentros homosexuales… son abordados por el autor de manera clara y agil, intentando ser lo más riguroso posible en el retrato de su biografiado ni dejarse nada en el tintero. Sin embargo, no es menos cierto que la narración evidencia además un exceso de sincretismo que termina jugando en su contra y nos impide profundizar en lo que se nos cuenta.

Así, en Vive Deprisa parece primar más lo informativo que lo lírico, expuesto de manera sencillla y clara para que sea facilmente asimililable para el Gran Público: una prosa simple dentro de un texto corto (a veces, escaso), desarrollado con demasiada premura, acorde con los tiempos que corren; un temor más que evidente por parte del autor de resultar, denso, excesivo o aburrido. En ese sentido, el lector exigente puede experimentar la (molesta) sensación de que Besson no ahonda demasiado en sucesos de la vida del biografiado, que parecen a priori tan fundamentales, terribles o trágicos, buscando quizá huir del sensacionalismo barato o del morbo, potenciando además la asimilación fácil del lector (moderno), pero provocando inevitablemente cierta sensación de insatisfacción a los que necesitamos que se nos cuenten las cosas con un poquito de más enjundia o rotundidad.

De igual modo, la mayor parte de las anécdotas o sucesos narrados en torno a James Dean parecen querer converger claramente hacia un único objetivo: tratar de demostrar que los (tres) personajes que protagonizó en el cine – actúo en varias películas anteriores en breves intervenciones sin acreditar – no eran más que un reflejo de su propia personalidad; es decir que tanto el Carl Trask de Al Este del Edén o como el Jim Stark de Rebelde sin causa surgen en gran parte como espejo de la compleja y oscura personalidad de Dean y en un tanto por cierto importante también de su insólita manera de abordar la interpretación de sus personajes. Elementos de su biografía, anécdotas sobre su carácter difícil y rebelde lo acercan –según el autor de Vive Deprisa– a los jóvenes airados que lo catapultaron a la fama. Entonces cabría preguntarse ¿En qué consistía el mérito de James Dean?; sí sus personajes eran él, ¿Era un actor tan enorme como se nos ha hecho creer?

Algunos piensan que la mítica del actor proviene básicamente de su prematura muerte, víctima de un accidente de circulación. Otros –lo afirma Rock Hudson en un capítulo de la novela y se lo he oido o leído a otros detractores de James Dean– lo consideran como una copia mala de Brando. Sea como sea, lo cierto es que se trata  –junto a Marilyn, Keaton, Bogart o Los Hermanos Marx– de uno de los iconos esenciales e innegables de la Historia del Cine.

Y quién sabe que hubiera sido de Dean si no hubiera muerto tan joven ¿Habría continuado su carrera ascendente o se habría precipitado al olvido cruel, cuando hubiera consumido su fugaz momento de gloria? ¿Se habría convertido, quizá, en un actor-fetiche de nuevos y excéntricos directores de los ochenta /noventa como David Lynch? O peor aún ¿Habría compartido reparto con Stella Stevens y Troy Donahue, viejas glorias de su generación, en Grease 2? O por el contrario ¿Se habría alejado del mundo, exiliado en un ignoto y desconocido rincón hastiado de Hollywood?

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