viernes. 29.03.2024

La película Diecisiete, de Daniel Sánchez Arévalo, el autor de AzulOscuroCasiNegro, Gordos, Primos y La gran familia española, es una pequeña obra maestra sobre la grandeza de los perdedores.

diecisiete-cartelHay quien ha visto en ella buenos y tópicos sentimientos facilones, yo no. Yo lo que he visto en ella es cine divertido, profundamente emocionante y sensible. Sí, sensible, porque la sensibilidad no está al alcance de cualquier creador, como no lo está de muchas personas.

Esta película de carretera (road movie, se decía antes) española, de 2019, tiene una duración de esas cabales, asumibles, cien minutos: un metraje perfecto. Cien minutos en los que la realidad se nos vuelve a aparecer en toda su complejidad de vida, sueño, memoria y deseo. Cien minutos en los que nos empapamos a través de un viaje iniciático, salvífico, de lo necesario que es saber que se está aprendiendo a perder cada vez que los días y las noches no hacen todo aquello que queremos, todo aquello que habíamos creído que era a lo que teníamos perfecto derecho. Cada vez que crecemos. Cien minutos para la risa, el llanto, la calma y las encrucijadas. Pura vida ante nuestros ojos, nuestros oídos, nuestra alma. Nuestro cerebro humano.

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Sánchez Arévalo vuelve a dar en la diana desde su inconmensurable altura de cineasta repleto de ideas, de arte, de esa sensibilidad impecable que uno echa de menos en tantas películas, en tantos libros, en tantas canciones. Su guion y su dirección son sensacionales, funcionan con la precisión dislocada que se le pide a una expresión artística perfecta en su necesaria imperfección humana. La música de Julio de la Rosa y la excelente fotografía de Sergi Vilanova le ponen en bandeja a sus dos actores protagonistas, los ya memorables Biel Montoro y Nacho Sánchez, la puesta en escena imprescindible para sus exquisitas intervenciones.

Mi Cantabria materna, un escenario sensacional que el creador de Diecisiete sabe exhibir como parte indeleble de su magnífica película, y el personaje de una abuela Cuca (como lo es mi madre, la abuela Cuca, para mis hijos) terminaron por cautivarme definitivamente. Por si la delicadamente imponente obra de arte cinematográfico que ha compuesto mi adorado Daniel Sánchez Arévalo no fuera suficiente excelencia.

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La vida es eterna en cien minutos: la pequeña grandeza de 'Diecisiete', de Daniel...