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NUEVATRIBUNA.ES - 29.3.2009

¿Qué tiene de amenazador un libro? ¿Cómo de peligrosas pueden ser las bibliotecas ambulantes? A tenor de la particular visión del escritor británico Alan Bennett, mucho. Muchísimo. Y no sólo por su contenido, sino por de quién sean las manos que los sostienen y los ojos que lo lean.

En “Una lectora nada común” la voraz consumidora de la palabra escrita es, ni más ni menos, que la Reina de Inglaterra. Unos perros que no obedecen, una afortunada coincidencia y la cortesía obligada que los soberanos deben mostrar a sus súbditos son los tres ejes en los que se basa la decisión de Isabel II para adentrarse en un mundo hasta entonces desconocido para ella. Ella, que ha viajado por todo el mundo, que más que vivir la historia ha sido parte importante de ella, se descubre por primera vez usando la imaginación, para desconcierto y desagrado de todos aquellos que la rodean. Porque una reina lectora no es sólo una curiosidad en este texto, es también un enigma que pocos pueden, o saben, manejar.

Y es que una vez la Reina se adentra en el universo de Proust o de Swift, nada vuelve a ser lo mismo. Audiencias nada habituales, comportamientos alejados de la sobriedad demostrada hasta entonces, alejamiento de lo que era, decisiones injustificables en una monarca que nunca debe mostrar preferencias, que debe mostrar interés, pero no interesante. Y mientras miles de personajes ficticios ocupan el Palacio de Buckingham, los reales se desdibujan como consecuencia de los cambios de hábitos y de personalidad de la Reina, porque como Bennet muy bien describe “Si le hubieran preguntado si la lectura había enriquecido su vida habría contestado que sí, sin duda alguna, aunque habría añadido con la misma certeza que al mismo tiempo la había vaciado de toda finalidad. En otra época era una mujer resuelta y segura de sí misma, que sabía cuál era su deber y tenía intención de cumplirlo todo el tiempo que pudiera. Ahora muchísimas veces estaba dubitativa”.

Así, con una ironía típicamente británica, pero universal al mismo tiempo, Bennett construye no sólo una deliciosa novela cómica, sino todo un estudio acerca del poder y de quienes lo ejercen. De sus servidumbres y sacrificios, de las tentaciones que lo rodean y la escasa flexibilidad para el cambio de aquellos que se han acostumbrado a estar en la cima. Narrado como una sucesión de lecturas y reflexiones, la pequeña novela (en extensión, no en valor literario) acerca la figura de Isabel II y relata la transición de monarca entregada a lectora irredenta. El poder sometido a la literatura, su capacidad para abrir puertas a la imaginación son otras de las reflexiones que, efectiva pero muy sutilmente, pone Alan Bennet sobre la mesa.

“Una lectora nada común” tiene además la ventaja de que se lee muy rápido, sin que por ello pierda profundidad el texto en ningún momento. Una vez más Bennett (autor a descubrir también en las novelas “Con lo puesto” o “La dama de la furgoneta”) se descubre como un afilado narrador capaz como pocos de retratar las “singularidades” de la monarquía, pues suya es también la novela "The Madness of George III" que sirvió como base para la excelente película titulada “La locura del rey Jorge”.

Una lectura nada común