sábado. 20.04.2024
Emilio Sánchez Mediavilla

El periodista comprometido con la realidad no goza de prestigio alguno en determinados lugares. En muchos lugares. Pese a ello, algunos profesionales todavía sienten la necesidad de dar a conocer al mundo establecido las pésimas condiciones en las que deben desenvolverse (o, más bien, pese a las cuales quieren sobrevivir) ciudadanos y pueblerinos de rincones más o menos alejados de la civilización, tal y como se considera civilizada una sociedad hoy en día. Y, por ello, contamos, ahora mismo, con una buena noticia para todo aficionado a la verdad más dolorosa desde que el santanderino Emilio Sánchez Mediavilla decidió contar lo vivido en Bahréin durante dos años, experiencia reflejada en el libro titulado Una dacha en el Golfo.

Ha obtenido, este conjunto de impresiones en forma de crónica, el primer Premio Anagrama de Crónica Sergio González Rodríguez pero el texto, de apenas 200 páginas, merecería igualmente su lectura si no se hubiese dado tal circunstancia. Conviene recordar, en lo referente a esta aventura, que el propio Sergio González (reconocido periodista y escritor mejicano de largo recorrido pese a su juventud en tiempos creativos, ya fallecido y autor del aclamado libro Huesos en el desierto) publicó recientemente, en la colección de la que Una dacha en el Golfo forma parte, otra obra realmente interesante para el amante del llamado `periodismo literario´: Los 43 de Iguala.

Y también, en este sentido, conviene conocer la situación real de una sociedad como la de este país del Golfo Pérsico que ahora nos entretiene. Si entidades como Reporteros Sin Fronteras han demostrado, bien a las claras, la patética situación del periodista en esas tierras, ¿por qué ignorar las razones del desastre? El libro de Sánchez Mediavilla es, en realidad, una nueva diana en el complicado juego de la edición contemporánea para los intereses de los responsables de Anagrama, un sello que, en esta colección (sí, `Crónicas´ es su nombre), ya ha regalado ensayos y textos de autores populares en todo este tinglado, como Francisco Goldman, Roberto Saviano y Günter Wallraff, autor de la obra que daría inicio a la andadura de dicha colección, Cabeza de turco, en 1987.

Ahora, sin más excusas ni preámbulos, toca leer Una dacha en el Golfo, relato que, por otro lado, no carece de situaciones curiosas que su autor ha preferido no ocultar, decisión que no evita al lector un viaje a los infiernos, desde luego, pero su carga de humor en determinadas situaciones lo hace más creíble. Y, si cabe, más llevadero. Lo cierto es que Sánchez Mediavilla, a través de este personal conjunto de situaciones perfectamente creíbles, se lo pone fácil incluso al lector menos exigente: “Al volver a Madrid nunca cambié la configuración de la tablet. Aún hoy, cuatro años después, la pantalla informa: `Budaiya, 18 grados, despejado.´ Durante una época, lo primero que pensaba al despertarme era en Bahréin. Era un pinchazo en la cama. Este libro empezó siendo ese pinchazo”.

¿Puede, un pinchazo, ser más productivo? Una dacha en el Golfo invita, más que nada en este violento mundo, a saltar en el sillón.

Una dacha en el golfo