viernes. 19.04.2024
NUEVATRIBUNA.ES - 28.8.2009

Mucho se ha hablado estos últimos días de agosto de la ampliación hasta el 13 de septiembre de la exposición que sobre Sorolla se exhibe en el Museo del Prado. Tanto, que otra buena noticia de similares características no ha recibido la atención que se merecía. Se trata de la ampliación, esta vez hasta el 20 de septiembre, de la exposición "Annie Leibovitz: vida de una fotógrafa. 1990-2005".

La muestra recoge más de 200 fotografías que intentan crear una imagen lo más completa posible de la vida y obra de esta mujer, considerada por muchos como la mejor fotógrafa contemporánea. Y lo cierto es que la colección de instantáneas expuestas logran acercarnos no sólo a la artista, sino también a la persona que hay al otro lado del objetivo, siempre con el dedo a punto para ofrecer al mundo una visión personal e impactante.

Dicen que una imagen vale más que mil palabras, y en el caso de Annie Leibovitz esta afirmación se queda corta, pues ella es capaz de resumir toda una vida en una sola imagen. De lograr crear atmósferas que nos envuelven, mientras dejamos que las miradas, los gestos congelados, los colores, las texturas, nos digan mucho más de aquel al que vemos de lo que un relato sería capaz de transmitirnos.

Nacida en Waterbury (Connecticut) hace casi 60 años, Leibovitz ha alcanzado el reconocimiento mundial gracias a sus retratos de personajes famosos. Siempre provocativos, siempre yendo más allá de las simples apariencias, desmontando mitos, desnudando almas que se escapan por las miradas congeladas frente al objetivo, destrozando altares para construirlos de nuevo. Fue la última en retratar a John Lennon, la primera mujer en exponer en la Galería Nacional de Retratos de Washington. Ha tenido acceso privilegiado a sets de rodajes, a compañías de ballet, a la Casa Blanca, a las olimpiadas. Ha retratado Sean Connery, a George W. Bush, a Gorbachov, a Swing y a la reina Isabel II de Inglaterra. Sus fotografías han dado la vuelta al mundo desde las portadas de revistas como Rolling Stone, Vogue y Vanity Fair, pero también en exposiciones que han recorrido continentes, portadas de discos, campañas de publicidad y libros. Unas imágenes que no por vistas pierden ni un ápice de su interés, de su vigencia o de su energía. Y que son sin duda el gran atractivo de esta muestra que se exhibe en la Sala de exposiciones Alcalá 31 de la Comunidad de Madrid. Sin embargo son las otras fotografías, las que pertenecen al archivo personal, las que dan la medida exacta de la talla de la artista a la que nos enfrentamos.

Viajes a Sarajevo, Venecia, Berlín, Kioto y El Cairo; retratos familiares; amigos captados sin la parafernalia de un decorado pero con la misma capacidad para registrar el alma en emulsión de plata. Paisajes y pequeños retratos, imágenes en gran formato. Todas ordenadas según un orden cronológico, poniendo a la misma altura sus recuerdos de Sarajevo y sus acercamientos a las estrellas, mostrando su obra como un todo en el que lo importante está siempre más allá de las apariencias, por mucho que estas ayuden a componer la historia que se quiere contar. Y desnudando, en definitiva, el alma de Annie Leibovitz, la mejor cronista de esta época que nos ha tocado vivir. Una leyenda viva que ha dedicado su vida, y su obra, a abrir ventanas a otros universos.

Tener dos semanas más para disfrutarla es siempre una buena noticia, que falta nos hacen.

Una buena noticia