jueves. 28.03.2024

(Últimos capítulos 61 y 62)

61.-LA REFORMA DE LA PUERTA DEL SOL

Volvamos a la Puerta del Sol, que inicia sus reformas en 1853. Al principio se pretendía sólo alinear las fachadas, pero pronto se comprueba que hay que intervenir sobre el conjunto de edificaciones y el entorno inmediato. Si las reformas del siglo XVIII habían estado marcadas por los arquitectos ilustrados y academicistas, ésta del XIX estará a cargo de los ingenieros.

En 1854 se inicia la demolición de la iglesia del Buen Suceso, cuyos terrenos serán definitiva y totalmente expropiados en 1861. Desde ese momento, queda la Puerta del Sol sin su famoso reloj, hasta que en 1867 se levante la torre del Ministerio de la Gobernación, cuyo único fin es albergar el nuevo reloj de Ramón Losada, del que ya os he hablado y que estaba iluminado con luz de gas.

Tras una multitud de concursos públicos, estudios, dictámenes o propuestas de diversos arquitectos, Juan Bautista Peyronet recibe el encargo, en 1857, de presentar un nuevo proyecto que comienza a ejecutarse ese mismo año con la alineación de las fachadas del lado sur de la Plaza hacia la calle de San Jerónimo, según proyecto firmado por el mismo Peyronet, junto a los arquitectos Pedro Ayegui y José París.

Proponía una plaza rectangular, abriendo tres grandes calles frente a la casa de Correos, la más importante de las cuales será la central, la de Preciados. De este proyecto llegan a ejecutarse las construcciones de los números 5, 7, 9 y 11, lo cual se traduce en una primera ordenación de estas fachadas.

En 1856, llegan los moderados al poder, después de que, durante la celebración de su cumpleaños con una fiesta en Palacio, Isabel II prestase más atención al espadón Narváez, desairando con ello al espadón O´Donnell, Jefe del Gabinete hasta ese momento. Cosas como ésta bastaban para acabar con el bienio liberal e iniciar el bienio conservador o moderado. Así funcionaban las cosas públicas en ese momento.

Los liberales habían realizado la desamortización de Madoz, importante sobre todo porque, agotada la mayoría de bienes eclesiásticos que desamortizar, entra a saco en el patrimonio de los bienes propios y comunes de los pueblos, cuyos Ayuntamientos se quedan ahora sin un instrumento fundamental para la obtención de recursos que permitían construir infraestructuras que beneficiaban al conjunto de la población.

La Desamortización, que nunca había pretendido el acceso de los más pobres a la tierra, les perjudica ahora directamente y demuestra, una vez más, que no busca otra cosa que captar recursos fáciles para el Estado. Del bienio moderado (1856-1858), será la ya mencionada Ley de Instrucción Pública, del ministro Claudio Moyano.

La Puerta del Sol ve cómo los moderados de Narváez consideran que su reforma debe ser competencia del Ministerio de Fomento y no del de Gobernación, que era quien se encargaba hasta ahora del asunto. El argumento de que en la Puerta del Sol se encuentra el kilómetro cero, punto central de la red de carreteras del Estado, es el esgrimido para justificar el cambio de responsables.

Así es como los ingenieros del Canal de Isabel II, Lucio del Valle y Morer, elaboran entre 1857 y 1859 un nuevo proyecto  que contempla ya la forma arqueada de la zona Norte de la plaza.

Aunque el proyecto no sea aprobado inicialmente por el Consejo de Ministros, Lucio del Valle pasa a presidir un Consejo encargado de la reforma, que dirige los derribos, proyecta las fachadas del Norte en arco y aborda los problemas circulatorios, así como la colocación de farolas y definición de aceras.

Durante este tiempo, tanto la Junta Consultiva, en la figura de Aníbal Álvarez, como la Academia, presentan propuestas alternativas y, una vez aprobado definitivamente el proyecto, comerciantes y arquitectos presentan nuevas propuestas.

Al final, el proyecto de Lucio del Valle, define un arco suave en la zona Norte, con nuevos edificios, que serán confiados a diversos arquitectos, pero siempre bajo la supervisión del ingeniero. Edificios de cinco plantas con ático, dotados de planta baja y entresuelo para satisfacer las demandas de los comerciantes y con ventanas que, pese a su verticalidad, acentúan en su conjunto la unidad de la fachada.

No se trata, por tanto de potenciar edificios singulares, sino de definir un espacio urbano, más amplio, con personalidad propia y visión de conjunto. Las obras de Sol concluyen en 1862 y su ejecución se aborda con criterios modernos de obra pública, rápida y en fases, procurando incidir lo menos posible en la interrupción del uso público de la plaza por parte de peatones y vehículos.

La Puerta del Sol estrena nueva imagen, con mayor amplitud, nuevas fachadas, amplias aceras, kioscos, farola de cinco brazos, comercios entoldados y una gran fuente. También se abren, en la esquina a Carretas, los primeros urinarios públicos de la capital. Al años siguiente se inauguran otros entre la Calle Arenal y Preciados y más adelante unos terceros en Alcalá. Hay que tener en cuenta que, hasta la demolición de la iglesia del Buen Suceso, eran abundantes los transeúntes que orinaban en sus inmediaciones, en el mismo lugar donde fueron enterrados los cadáveres de los ejecutados como consecuencia de la represión del 2 de Mayo.

62.- LA PUERTA DEL SOL A PRINCIPIOS DE SIGLO

La Puerta del Sol seguirá siendo en los años sucesivos, un espacio siempre lleno de personajes que parecen esperar algo que nunca acaba de llegar, presos de una Puerta sin puerta, pero con sol, como recordará Cansinos-Assens. Allí podías toparte con Valle Inclán, con Azorín, o Pío Baroja. Con literatos bohemios o filósofos cínicos. Escuchar las voces monótonas, pero cautivadoras, de los vendedores de periódicos, que pregonan las noticias de El Heraldo, El Liberal, El País, El Motín, La Correspondencia, el ABC, o La Avispa.

Un lugar inigualable donde mantener animada tertulia en cualquiera de sus cafés. El Levante, al principio de la calle de Alcalá, donde se podía jugar al ajedrez o al chanquete, al tiempo que, entre su humareda, podríais descubrir a intelectuales y miembros de la clase media en apacible charla. Allí tenía, precisamente, su tertulia Valle Inclán.

El Lorenzini, ocupado un tiempo por los liberales, que pasó luego a llamarse de las Columnas y, más tarde, Puerto Rico. El Imperial, que daba a Sol, calle de Alcalá y Carrera de San Jerónimo, frecuentado por el torero Frascuelo y centro de reunión de los estudiantes, poco preocupados por los diez relojes repartidos por su amplio aforo.

El Universal, centro de los círculos republicanos y progresistas, que veían multiplicadas sus  fuerzas por efecto de los incontables espejos que adornaban el lugar y, entre ellos, los bohemios impenitentes como Paco Villaespesa, Manuel Machado, Cansinos-Asséns o Alejandro Sawa, acompañado por su inseparable perro, León. El Café del Comercio y tantos otros.

A partir de estos momentos, la Puerta del Sol será, con leves modificaciones, la que hoy conocemos. Verá llegar los tranvías tirados por mulas y, más tarde, los eléctricos (hasta 16 líneas de tranvías pasaban por Sol). Desde 1919, en su subsuelo albergará el Metro. Sus tres bocas y el templete de hierro y cristal con escaleras y ascensores, construido por Antonio Palacios, pasarán a formar parte del paisaje de la Plaza. Las farolas eléctricas sustituirán a las del gas y los anuncios publicitarios subirán a sus tejados.

Recibirá a la I República, saludará el paso de bodas reales, participará en revueltas y sublevaciones. Verá cómo ante la librería San Martín, mientras contemplaba los libros expuestos, es asesinado el liberal Canalejas, Presidente del Gobierno. Desde el balcón de la Casa de Correos, por entonces Ministerio de Gobernación, proclamará la II República. Mientras el Casino de los ricos cerraba a cal y canto puertas y ventanas.

Aquel 14 de Abril de 1931, será Alcalá Zamora, acompañado por el nuevo Gobierno republicano, compuesto por hombres como Fernando de los Ríos, Lerroux, Casares, Largo Caballero, Indalecio Prieto, Azaña o Maura, quien pedirá un minuto de silencio en memoria de Galán y García Hernández, y se dirigirá por radio al país.

Padecerá las devastaciones de la Guerra Civil y acogerá en sus bocas de metro al pueblo que huye de los bombardeos sistemáticos que, desde la destrucción de Gernika, se convertirán en una característica constante y aterradora de la guerra de nuestros días, primero en Madrid, luego en Londres, Berlín, Hiroshima, Nagasaki, Hanoi, Bagdad...

Durante los años de la dictadura, la Puerta del Sol verá cómo se olvidan todos los proyectos modernizadores impulsados durante la II República. La guerra de sistemática aniquilación, dirigida por el más mezquino de los espadones, surgido de las entrañas de la España más negra y profunda, acaba con demasiadas ilusiones, demasiadas vidas y proyectos de vida. El deterioro de la Puerta del Sol es evidente a finales de los años sesenta, como si una venganza se hubiera perpetrado contra el carácter popular que representa.

Durante los años del desarrollismo, los Planes municipales reafirman la terciarización del centro urbano, convertido en espacio para oficinas, grandes comercios y tráfico privado, que provoca un permanente caos circulatorio. La población del centro se reduce a la mitad entre 1950 y 1970, fenómeno que va acompañado de la elevación especulativa de los precios del suelo.

Hay que esperar a 1984, en pleno auge de los ayuntamientos democráticos, para impulsar una reordenación de la plaza, que prime el transporte público, tanto el de superficie como la reforma de las infraestructuras del Metro, así como la configuración de un uso preferentemente peatonal.

Después de haber llegado andando hasta aquí, espero que comprendáis mejor la verdad que encierra la greguería de Gómez de la Serna, a quien debo muchas de las anécdotas que habéis aprendido en este viaje: “Una pedrada en la Puerta del Sol mueve ondas concéntricas en toda la laguna de España”.

Año tras año llegamos a esta Puerta, reclamando trabajo y solidaridad, tal vez porque, frente a quienes afirman que el dinero, el poder y la violencia mueven los hilos de la historia, seguimos pensando que sí, que tienen razón, que la mueven, pero hacia atrás, hacia las cavernas de la condición humana. Mientras que sólo nuestro trabajo y la solidaridad nos conducen hacia una sociedad más justa, de hombres y mujeres libres.

Por eso retomamos cada año este camino, aprendemos de nuestra historia, de nuestros errores y nuestros aciertos, procuramos mirar la vida con ojos adolescentes y pisamos las calles nuevamente, abriendo las grandes alamedas.

FIN


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