viernes. 29.03.2024
Foto: @WiZinkCenter
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Una barra atendida por un elegante barman y una jukebox presidían el escenario del Wizink Center en los preliminares del concierto de The Black Crowes en Madrid. Dos iconos de un mundo en peligro de extinción que recupera su aliento cada vez que alguien elige una canción para que la aguja acaricie los surcos de un disco. En la máquina del Wizink comenzó a sonar el Shake Your Moneymaker de Elmore James mientras la banda de los hermanos Robinson calentaba motores en el bar simulado, hasta que llegó el momento de arrebato y cogieron sus instrumentos para que la música grabada cobre vida en Madrid.

Chris Robinson se puso ante su micrófono sujetando un paraguas, e hizo bien porque lo que vino después de la primera canción fue un chaparrón de una hora y 45 minutos. The Black Crowes triunfaron en Madrid con su rock sureño de sabores añejos. Con esta fórmula que a algunos les parece obsoleta los de Georgia pusieron en movimiento las caderas de unas 10.000 personas. Del mismo modo que la receta del flan de tu abuela sigue siendo casi imbatible por mucho que evolucione la cocina, sobre el escenario pocas cosas funcionan mejor que las guitarras desbocadas y unos dedos chapoteando en las teclas del piano como niños saltando en los charcos del patio de recreo.

@WiZinkCenter
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En la primera parte del concierto The Black Crowes desgranó al completo su disco Share your money Maker, el que les sacó de gira para conmemorar los 30 años de su lanzamiento; un tour que ha llegado a Madrid dos años después de lo previsto por culpa de la pandemia. El grupo de los Robinson no tuvo ningún problema en atacar las baladas y los ritmos blues más tranquilos de algunas de las canciones de este álbum, porque detrás de cada etapa llana venía un puerto de alta montaña, en forma de reinterpretación del soul de Otis Redding o en Hard to Handle o del rock’n roll más clásico en Thick N’ Thin.

Sobre el escenario pocas cosas funcionan mejor que las guitarras desbocadas y unos dedos chapoteando en las teclas del piano como niños saltando en los charcos del patio de recreo

El concierto alcanzó su punto más alto con una versión de Papa was a rolling stone bañada de una pátina de psicodelia, antes de que los de Georgia escogieran algunos temas selectos de su repertorio. Guitarra y batería protagonizaron uno de los momentos más salvaje de la noche con el rock duro de Sting Me. The Black Crowes cerró su repertorio propio con Remedy, pero dejó como propina una cover del Rocks Off de The Rolling Stones, con quienes comparten religión musical.

Nos quedamos con ganas de más, claro. Es lo mismo que nos pasa con el flan de la abuela, que está delicioso, pero siempre nos parece poco. Por fortuna, llevamos su sabor almacenado en nuestra memoria, al lado de los recuerdos de este concierto, que perdurarán cuando los Cuervos Negros se hayan marchado. Cuando llegue ese momento, no obstante, quizás podamos invocar su blues utilizando los surcos del vinilo. Y, con un poco de suerte, quizás haya un barman cerca de nosotros para regar la experiencia espiritista con una copa.

El triunfo en Madrid de The Black Crowes y el rock de sabores añejos