viernes. 29.03.2024
Foto: Carmen Barrios.

La imagen de un Unicornio Azul ha aparecido pegada en algunas columnas de la fábrica, o pendiendo de los estantes donde se colocan miles de productos preparados para la venta. Este hecho, supone el inicio de un desafío de protesta que traspasa los límites de lo imaginable, dentro de la gran fábrica de la Comarca del Norte. Un edificio enorme de ocho plantas con forma de paralelepípedo, en cuya puerta de entrada puede leerse sobre el dintel un eslogan que dice: “El trabajo os hará libres”. La poderosa fábrica ocupa una extensión equivalente a trece campos de fútbol, donde acuden a trabajar diariamente miles de personas divididas en las categorías de “recepcionadores”, “almacenadores” y “recolectores”.

La imagen del Unicornio Azul va acompañada de la letra de una antigua canción que dice así: “Mi unicornio azul ayer se me perdió/pastando lo deje y desapareció./Mi unicornio azul/ayer se me perdió,/
no sé si se me fue,/
no sé si extravió,/
y yo no tengo más/
que un unicornio azul,/
si alguien sabe de él,
/le ruego información…”. Una canción prohibida por el dueño de la compañía, el todopoderoso Kliver Dolan, más conocido como Kliv “Amazonia”, y que está considerado el Emperador de la venta on-line.

Kliv “Amazonia” tiene la costumbre de comenzar la gran campaña de la Fiesta de las Ventas de Navidad haciendo un discurso sobre las bondades del trabajo duro, y sobre la extensa y afortunada familia que forman todos los empleados de la fábrica, de quienes él se considera un abnegado padre y benefactor. Cada año, el discurso es transmitido por la megafonía de la fábrica, mientras los empleados trabajan a destajo sin perder un segundo. Cuando finaliza, se emite música heavy metal muy estridente, que se repite durante cada jornada del periodo navideño, enloqueciendo a los empleados, que se comportan como cobayas adiestradas en un experimento de laboratorio. Los expertos del departamento de investigación aseguran que esta música imprime un ritmo más acelerado al trabajo e impide la comunicación entre los empleados, de manera que se puede llegar a doblar la producción durante el periodo de la gran Fiesta de las Ventas.

Además, en las instalaciones de la super fábrica de la Comarca del Norte no hay calefacción durante el invierno, porque así los empleados se mueven con mayor celeridad. Los expertos del departamento de investigación han calculado que se logra la máxima productividad cuando cada individuo del batallón de “recolectores” alcanza a recorrer, durante su turno de trabajo, 25 kilómetros por los pasillos, corriendo sin descanso de un estante a otro.

La Campaña de Navidad comienza precisamente hoy. Los encargados de la fábrica -que se distinguen por su uniforme negro marcial, acompañado de un silbato dorado y relucientes botas altas de cuero con el símbolo de la compañía impreso en la hebilla- están muy nerviosos y se afanan en quitar lo más deprisa posible las imágenes del Unicornio Azul de las columnas y de los estantes, para intentar que la mayoría de los trabajadores no llegue a enterarse de que el grupo del Unicornio ha iniciado una protesta, y se pueda emitir el discurso navideño de Kliv “Amazonia”, con la solemnidad que necesitan los actos que dan inicio a la gran fiesta de las ventas. Pero todo parece indicar que han llegado tarde.

Los expertos del departamento de investigación habían ideado un sistema que estaba funcionando muy bien hasta la fecha. Un empleado raso pasaba a formar parte del grupo de encargados, aumentando considerablemente su salario, cuando denunciaba a otro compañero, por hurto, deslealtad o falta de profesionalidad. De esta manera se conseguía que todos se sintieran vigilados entre sí y que cada empleado se dedicara única y exclusivamente a trabajar sin descanso, y sin comunicarse con nadie, que es lo que se tiene que hacer para no perder el puesto de trabajo y ser expulsado de los límites de la productiva Comarca del Norte.

Pero algo se rompió, algo cambió. El sistema dejó de funcionar hace un año, el día en que una de las “recolectoras” de la segunda planta se sintió mal, pidió ayuda reiterada porque tenía intensas palpitaciones en el pecho y nadie la escuchó. Murió de un infarto en medio del pasillo sin ser atendida y sin que ninguna persona le prestara ayuda por miedo a ser despedida. La mujer, que era de las más antiguas de la plantilla, acababa de cumplir cuarenta y cinco años y había sido denunciada, acusada de lentitud en el trabajo, un par de días antes, por un compañero de la división de los “almacenadores”, que rápidamente pasó a formar parte del cuerpo de encargados.

A la mañana siguiente de su muerte, amaneció un día de fractura en la gran fábrica de la Comarca del Norte. Ese día, el símbolo del Unicornio Azul apareció por primera vez pintado en el muro de la fachada Este a un lado y a otro de la puerta de entrada. A partir de este momento, el grupo del Unicornio Azul no ha dejado de actuar, y sus acciones han ido proporcionando esperanza a los trabajadores de la Compañía. Los empleados, antes muy dóciles, fueron cambiando de actitud. Algunos incluso comenzaron a atreverse a tararear la música de la canción prohibida cuando se acercaba algún encargado, y lo más extraño es que nadie más volvió a ser denunciado por deslealtad, ni por falta de profesionalidad, por ninguno de sus compañeros. Fue imposible saber quién había pintado el Unicornio Azul en la fachada Este de la fábrica, y una extraña tela de solidaridad se fue tejiendo poco a poco como un manto caliente, que actúa como escudo protector ante el despotismo de los encargados.

Hoy, el día del inicio de la gran Fiesta de las Ventas Navideñas, el símbolo del Unicornio Azul ha conseguido traspasar las fronteras de la puerta de entrada y muchos han podido contemplarlo en las columnas y pendiendo de los estantes, antes de que los encargados lo pudieran arrancar. La gran legión de almacenadores, recepcionadores y recolectores están preparados en sus puestos, todos tienen una extraña expresión en sus rostros. Por primera vez, parecen contentos. Cuando da comienzo el discurso de Kliv “Amazonia” cada empleado alza la voz en un grito sordo y acompasado. Cantan hasta desgañitarse la canción del Unicornio Azul, ahogando las palabras del discurso del Emperador de la venta on-line en un océano de versos, que reclaman la posibilidad cierta de recuperar la utopía con las manos. Los empleados abandonan sus puestos de trabajo mientras cantan “Mi unicornio azul ayer se me perdió/ pastando lo deje….
”. Fuera de la fábrica todavía no ha despuntado el Sol, que se adivina muy tibio, pero ahí está, preparado en su lugar de astro imponente, listo para salir, aunque se obstinen en sujetarlo por los tobillos las brumas del frío invierno incipiente.

“El trabajo os hará libres”