viernes. 26.04.2024
ENRIQUE ESTEVE

Todo sobre sus madres

El tándem madre-hijo es, ha sido y será siempre un arma de seducción masiva. Si no que le pregunten a la Iglesia Católica, Almodóvar, Eran Riklis (director del estreno de esta semana “El viaje del director de Recursos Humanos”) o a Telecinco…

La madre, el hijo y el hijo pródigo.

…Los cuatro conocen bien el irresistible encanto del cordón umbilical y la manera de sacarle el máximo partido en aras de la audiencia y las ‘public relations’.

La noche del jueves Supervivientes, el programa de Telecinco sobre famosos y plebeyos abandonados a su suerte en una isla desierta, reventó audiencias con un 27’3 % de share y 3.928.000 espectadores. ¿El motivo? Isabel Pantoja acudía a la gala semanal del programa a recibir a su “pequeño del alma”, Paquirrín para los amigos, de vuelta a casa tras su azaroso periplo por tierras hondureñas, escupitajo de Aída Nízar y ataque de gota incluido. El minuto de oro se produjo con la entrada triunfal de la folklórica en plató para abrazar a su ‘hijísimo’ tras mes y medio sin hacerle carantoñas ni cocinarle el pollo ‘a la Pantoja’ especialidad de la casa. El apasionado abrazo jalonado de lágrimas y ‘te quieros’ congregó a seis millones de españoles frente al televisor, cosechando un 44’2 % de share y elevando al formato a su máximo histórico de audiencia. Tras las efusiones de rigor el presentador del programa, Jorge Javier Vázquez, informaba de que el reencuentro entre tonadillera y ‘socialité’ torrentiana era ‘trending topic’ mundial en la red social Twitter. La trascendencia histórica del momento –que Jorge Javier se encargó de recordar al público en repetidas ocasiones- era tal no tanto porque la cantante le dijera a su hijo frente a todo el país “te quiero con toda mi alma, mi vida”, palabras más que esperables viniendo de una mujer de raza tan sentida como ella, sino por el hecho de que las pronunciara de la mano de un periodista, Jorge Javier V., y en una casa, Telecinco, que durante años han hecho de su persona y de su atribulada vida privada blanco de constantes y encarnizados ataques con los que llenar horas, días, semanas y años de televisión abyecta, oportunista y rastrera.

La entrevista a madre e hijo que siguió al abrazo, conducida amistosamente por el que antaño desde su tribuna tomatera cargase sin piedad con la entrevistada y todo aquel que navegase en su órbita, fue un flagrante ejercicio de hipocresía cuyo fin, además de reventar audiencias, claro está, puede que fuera también llevar a cabo un lavado de imagen. Tanto de la artista (sus problemas con la ley, etc.) como de sus anfitriones Jorge Javier V. y Telecinco (antes de la entrevista Isabel Pantoja fue obsequiada con un ramo de flores por parte de uno de los máximos directivos de la cadena), quien sabe si deseosos de correr un tupido velo por su interminable catálogo de aberraciones televisivas y abrazar momentáneamente la idea de que también ellos son capaces, si se lo proponen, de generar contenidos sin desterrar automáticamente en el camino cualquier noción de cordura, ética y humanidad. Qué mejor para tal fin entonces que tirar de lo más ‘humano’ posible: una madre abrazando a su hijo. Si resulta que la madre ostenta desde hace casi treinta años el título de ‘viuda de España’ y el abrazo a su hijo trae de ‘bonus’ otro abrazo reconciliador con el principal artífice de su crucifixión televisiva, el susodicho J. J., para que queremos más. El hijo querido del alma reencuentra a su madre gracias al magnánimo gesto del hijo pródigo que, a su vez, recupera el favor de la Mater amantísima. Triángulo conmovedor. Épico. Minuto de oro. Como espectáculo funciona a la perfección, como hipotético lavado de imagen no tanto. No hace falta ser una mente avezada para saber que puede que Jorge Javier y Telecinco hayan soltado (indefinidamente o de manera temporal) a su presa pero que no tardarán en avalanzarse sobre ella u otra nueva para arrancarle los ojos en cuanto surja la ocasión. Cuestión de tiempo.

Una relación triangular similar a la planteada arriba aunque con variaciones, estructura la película israelí estrenada este viernes El viaje del director de Recursos Humanos. Dirigida por Eran Riklis y basada en una novela, la película cuenta la historia del gerente de Recursos Humanos de la panadería más grande de Jerusalén que separado de su mujer, distanciado de su hija y con un trabajo que le es ingrato, se ve inmerso en una peculiar odisea a raíz del fallecimiento de una de sus empleadas en un atentado terrorista. Debido a un despido irregular realizado a espaldas del gerente, la empleada, una inmigrante rumana, seguía en nómina por un tiempo a pesar de no trabajar ya para la compañía, por lo que en el momento de su fallecimiento llevaba una nómina de la empresa en el bolso. Dado que nadie reclama el cadáver, la morgue contacta con un periodista que saca a la luz el caso culpando a la panadería de negligencia e inhumanidad al no reclamar el cadáver de una de sus trabajadoras. A partir de entonces el gerente de Recursos Humanos es el responsable de lavar la imagen de la empresa llevando el cadáver a Rumanía junto al hijo adolescente y marginal de la difunta. A lo largo de un surrealista viaje por  el país el gerente termina entablando una bonita relación con el joven huérfano convirtiéndose así en el nexo de unión entre éste y su madre a la que hacía años que no veía.

La película, algo descompensada de ritmo, pasa de puntillas por algunos aspectos de la trama y de las relaciones entre los personajes cuyo desarrollo resultaría interesante y enriquecedor para la historia. Al verla se tiene la sensación de asistir a un encargo ejecutado con cariño y buena fe utilizando recursos ya vistos en otras películas (premisa de “hombre frío distanciado de su familia que se ve inmerso en una situación que requiere de su humanidad y a través de la cual encuentra la redención y una forma nueva de ver la vida”; estructura de ‘road movie’ con los consiguientes hitos y obstáculos) con la única peculiaridad de que, en vez de desarrollarse en Wyoming se desarrolla en Israel y Rumanía.No hay duda de que se trata de una película amable tras cuya fachada se esconde una invitación a la simpatía por Israel, ese país que en la película acoge como a una más a la inmigrante rumana Julia rebautizándola con uno de sus nombres: Ruth (en la Biblia mujer moabita que no obstante fue aceptada por los judíos). Un gesto diplomático de celuloide sostenido en el imbatible y recurrente tándem madre-hijo (con permiso del hijo pródigo y/o mediador).

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