jueves. 28.03.2024

Después de tantos meses sin teatro, es inevitable comenzar esta crónica por el final, con el público puesto en pie aplaudiendo al elenco, a los técnicos, a los organizadores y al teatro mismo por existir. Pues a pesar de todo, el Festival de Almagro está en marcha un año más y cuando Sacristán dice en el anuncio de sala, “Queridos espectadores, amigos de este teatro, la función va a comenzar. Disfruten del espectáculo”, el público anda presto a cumplir el mandamiento. Tantas eran las ganas de volver a un teatro que las casi dos horas de función, los sobretítulos, la mascarillas o el calor de la noche manchega se tornan en bagatelas. 

Ningún lugar del mundo como Almagro, ningún punto más exacto que éste, la iglesia del antiguo Monasterio-Universidad de Nuestra Señora del Rosario, reconvertido en espacio escénico en 2006 como AUREA, ni ninguna historia como la de Tirant lo Blanch, parecen más adecuadas para el regreso. Unos actores y actrices de torso desnudo, como las bailarinas de una caja de música, van haciendo girar el reloj hacia atrás y hacia delante, hasta que el tiempo se rompe y la acción se pierde en la nebulosa de lo mítico con Tirant yacente y Carmesina tomando las armas del caído. Espejismos de tiempos que vienen y van. 

En lo que fuera el altar mayor de este templo, Tirant se somete a la piel de Odiseo en una historia que parece estar constantemente representandose en este escenario desde el principio de los tiempos. Y como en una Rayuela cortazariana podemos ir saltando hacia adelante y hacia atrás de la historia, rompiendo el tiempo y descubriendo la riqueza del ser humano, pues como bien saben en estas tierras manchegas, donde fue salvado de la hoguera, hagamos “cuenta que he hallado en él un tesoro de contento y una mina de pasatiempos”. 

Tirant no es tan sólo una historia de caballeros, sino que contiene esencias de todas las historias y de todos los géneros. Es heredera de la tragedia griega y piedra que permite vadear el río de los siglos, pero también tiene algo de comedia de enredo, compendio de fantasías eróticas y aventura de capa y espada. Tantas caras tiene Tirant, que más que versionar hay que elegir qué llevar a escena. 

En la puesta en escena presentada en Almagro, es un montaje de Institut Valencià de Cultura y la Compañía Nacional de Teatro Clásico, con texto adaptado de Paula Llorens y dirección de Eva Zapico, con un elenco compuesto por Raúl Ferrando, Lucía Poveda, Mar Mandli, Raquel Piera, Maribel Bayona, Sergio Ibáñez y Antonio Lafuente, complementados por la ambientación sonora del beatboxer Kike Gasu.

En este Tirant como en quijotesca olla podrida, cada cucharada es una sorpresa, las hay de blandas alubias rojas, pero también de morcilla de arroz, de contundente chorizo o de pezuña, incluso hayamos hasta algún relleno de pan y huevo. Pasamos del drama clásico a la chanza burlesca, a veces con gusto de Calderón primitivo y otras de landismo del destape. Carne y alma pugnando por su espacio en la mente humana. Un montaje que alterna momentos sublimes en lo plástico con escenas de comedia de enredo eternas, en un crisol teatral alejado del culto distante de los clásicos, como si los apocalípticos e integrados de Umberto Eco se hubieran dado tregua durante dos horas. 

Pero sería muy necio olvidarse tan rápido de dónde venimos y apartar de nuestra mente esta nueva normalidad aséptica en la que andamos obligados a habitar en estos tiempos. Ahí, este Tirant adquiere toda su majestuosidad del ser humano necesitado de compartir piel, sudor y hasta saliva con sus prójimos. Seres humanos de carne y hueso que tratan de contener sus impulsos tras las mascarillas. Distancia social que por momentos se convierte en condena impuesta por la salud, como en estos tiempos, o por la represión moral, como en tantos otros. Unos Tirant, Carmesina, Diafebus, Estefania o Plaerdemavida carnales, a veces hasta lo excesivo, porque el río de sangre sigue corriendo bajo la piel humana en todo tiempo y en todo lugar. 

Un gusto extraño tiene siempre la lectura de Tirant con ese final tan poco heroico  y ese dolor de costado que para algunos estudiosos esconde las “irremediables consecuencias de la enfermedad de amor”, como si de una penitencia se tratase por haber incumplido algún mandamiento. Un final que en esta versión es un principio, que recuerda el sentido cíclico del tiempo, la rueda eterna que gira. Vendrán tiempos mejores. 

Ficha Técnica: Tirant de Joanot Martorell, adaptación de Paula Llorens y dirección de Eva Zapico. Compañía: Institut Valencià de Cultura y CNTC (Comunidad Valenciana). Reparto: Maribel Bayona, Kike Gasu, Mar Mandli, Sergio Ibáñez, Raquel Piera, Antonio Lafuente, Lucía Poveda y Ramon Rodenas. Festival Nacional de Teatro Clásico de Almagro. Antigua Universidad Renacentista (AUREA). 17-18 de julio de 2020. Duración 107 minutos. V.O. en valenciano con sobretítulos en castellano.

Fotografía: Pablo Lorente. Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro

Tirant, el tiempo roto