jueves. 25.04.2024
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José Luis Gómez Toré

 Poesía | JESÚS CÁRDENAS

La comunión de filosofía y poesía en nuestra poesía. El discurso poético es tratado desde el pensamiento. El lenguaje está lleno de dudas, y es por ello que tiene que pensarse. Pensemos en José Ángel Valente, María Zambrano, Antonio Gamoneda, y su conexión con una comunidad de poetas contemporáneos que van desde Jordi Doce, Marta Agudo, Esther Ramón a Ada Salas, entre otros. Nos referimos a la poesía de José Luis Gómez Toré. El madrileño ha publicado varios ensayos como fruto de su investigación, destacando los dedicados a Francisco Brines, Goethe o María Zambrano. 

El territorio en blanco (La isla de Siltolá) continúa la antología Llamarse nadie (Polibea), correspondiente a los libros de poemas publicados entre 2003 y 2017. En aquella antología los capítulos se recogían bajo un membrete común: el blanco. Y así lo explicaba el propio autor: «de una manera intuitiva y ciertamente confusa, cada vez más tengo la sensación de que la escritura del poema es una especie de acercamiento, una suerte de cerco a un territorio blanco, un espacio que es y no es el de la vida». De hecho algunos poemas ya aparecieron publicados El título se abre, pues, a la intuición, al sentido de la existencia y a un lugar elusivo.

¿La poesía se sirve del pensamiento, o al revés? Gómez Toré demuestra su versatilidad en estas excelentes composiciones líricas

Cubierta de 'El terriotrio en blanco'
Cubierta de 'El terriotrio en blanco'

El libro conjuga dos partes diferenciadas por el estilo: los dos primeros capítulos, «El cuarto de Van Gogh» y «El territorio blanco» contienen poemas breves y condensados, de ritmo entrecortado, con un lenguaje alusivo, que parece escamotearse y se sitúa al borde de la ambigüedad, donde lo que guardan los poemas estallan en la imaginación y en el pensamiento de los lectores. Respecto a los motivos son diferentes. En «El cuarto de Van Gogh» todo queda grabado en los primeros años de vida, donde es mayor la pureza, ya en la conclusión del inicial se muestra todo el potencial ante la pregunta de su hijo por qué ocultan las puertas del cuarto de Van Gogh: «Eso es también el vértigo. Objetos cotidianos. Retratos familiares. Habitación de paso». También en el tierno y casi conceptual «Pájaro y niño»: «Niño persigue pájaros. / Casi no sabe andar / y ya le tienta el vuelo. / No hay cielo todavía». O, por ejemplo en «Sábana»: «En ella va a tenderse, / ya blanca la memoria, / hacia qué niñez blanca». En el segundo capítulo, bajo el símbolo de la pureza se halla, no importa que lo volvamos a ver publicado, estos versos «Un lugar más doloroso, / aún más extraño que la vida. // Si ello fuera posible». Los versos de Gómez Toré se componen de estructuras nominales, interrogaciones indirectas y paradoja, como vemos en «Octubre»: «En los zapatos barro y hojarasca. / Memoria de qué lluvia. // Otoño, rey mendigo, / para quién acumula las cenizas, / para quién, tanto oro». Como expresamos en la crítica a la antología, se aprecia esa propensión a decir cuando los versos callan. Su decir está contenido en la expresión, evocadora de imágenes. Es magnífica la serie de composiciones breves, de dos a cuatro versos, titulada «El fuego blanco». 

El tercer y el cuarto capítulo contienen poemas en prosa, aunque con diferencias entre ellos. De estilo más narrativo es el capítulo tercero, «Melusina (novela)», que tiene como referente la novela Melusina o La noble historia de Lusignan, del trovador francés del siglo XV Jean D’Arras. Gómez Toré nos pone sobreaviso, pero también se complementa con las citas de García Lorca y Sylvia Plath. Lo narrativo hace estallar la conexión con la experiencia y hasta los basamentos del lenguaje. Así deja escrito: «Ver es perder, no alcanzar lo mirado. […] Se sabe, ahora mientras mira, un adulto que explica el sujeto y el predicado en la pizarra como una oración hacia el vacío, para que el lenguaje no sea otra vez el fogonazo blanco que disipa un un soplo las imágenes». No obstante los textos no ocultan asociaciones ilógicas: «Masticar tanta noche. Nadie ha visto la sangre que gotea del ojo». Tampoco ocultan el ritmo endecasilábico, como ya se afirmase en el clásico estudio de Isabel Paraíso (Teoría del ritmo de la prosa). En las secciones que componen el último capítulo, «Siete variaciones sobre un tema de Wallace Stevens», se evidencian. Esto nos rebasa la conciencia de los límites establecidos entre los géneros, dinamitados en tantas ocasiones. ¿La poesía se sirve del pensamiento, o al revés? Gómez Toré demuestra su versatilidad en estas excelentes composiciones líricas, donde necesita lo justo para atraer el instante con palabras contundentes, como se aprecia en este fragmento: «El frescor de la tarde, las palabras que inventan un orden imprevisto, el fruto que se deshace en agua y música, esa urgencia tan calma de tu cuerpo y mi cuerpo, su distancia también. Tu placer, mi placer, centros esquivos que se buscan y, sin embrago, no logran confundirse». Plenitud que transforma.

JESÚS CÁRDENAS. Poeta,profesor y crítico literario
JESÚS CÁRDENAS.
Poeta, profesor y crítico literario

El territorio blanco, de José Luis Gómez Toré