martes. 23.04.2024
La casa de los espiritus (C) Jesus Ugalde 1
Fotos: Jesus Ugalde

Mientras que el cerebro trata de imponer su orden racional e intenta trazar un mapa mental de personajes, relaciones, tiempos y acontecimientos, nada parece funcionar sobre el escenario en la adaptación teatral de La casa de los espíritus dirigida por Carme Portacelli. Las algo más de tres horas que anuncia el programa de mano se antojan eternas. Sin la posibilidad de marcar el tiempo de lectura personal, los múltiples narradores, los personajes yuxtapuestos y el tiempo confuso, acrecientan la sensación de asfixia en estas primeras funciones de aforo completo donde la mirada queda clavada en la penumbra de algún palco donde se percibe claramente la desaparición de las mascarillas. 

La enormidad y complejidad de una obra tan descriptiva y poliédrica como La casa de los espíritus parece de una obra de tal colosales dimensiones que huir parece la única opción sensata. Poco a poco, la dicción tan particular de Francesc Garrido va convirtiéndose en un tictac rítmico que marca el tempo mágico de unas agujas invisibles que avanzan y retroceden en el espacio escénico diseñado por Paco Azorín. Un reloj inconsciente de sillas de madera sobre una gran esfera de sangre. En su centro, suspendida del tiempo cuelga Alba, cuelga la muerte, la soledad y el destino, mientras el resto de personajes como hormigas enloquecidas tratan de aferrarse para no ser lanzados hacia el vacío exterior. 

Como en la novela original, superada la confusión inicial, el cerebro desiste de su empeño racionalizador, el tiempo real deja de tener importancia y la obra fluye vertiginosa convirtiendo las tres horas en un parpadeo de la historia de los García y los Trueba de la que todos formamos parte. Un tiempo que al mismo tiempo que avanza inexorable, comienza de nuevo en otros pellejos y otros nombres que siempre son el mismo, Blanca, Alba, Clara, Esteban, Pedro,... 

La casa de los espiritus (C) Jesus Ugalde 2El vestuario diseñado por Carlota Ferrer sirve como asidero temporal ante el devenir de pasados y futuros continuos que se yuxtaponen en los presentes siempre imperfectos. Un sentido trágico de la existencia que camina siempre hacia en un desasosiego vital ineludible, el temor a la soledad futura que carcome las noches en vigilia. Un presente en decadencia continua e imparable que tan bien representa Esteban Trueba, que en la piel de Francesc Garrido, parece ir menguando realmente ante nuestros ojos; un pasado que constantemente se asoma por encima de los hombros y que recuerda quienes fuimos, a quien presta su belleza atemporal Carmen Conesa, y un futuro con la tragedia siempre colgado de una cuerda, al que pone alma, Miranda Gas

Alrededor, el  universo. Un elenco capaz de mostrar las mil caras del ser humano y poner sobre la gran mancha de sangre en la que habitamos el gran tema sobre el que se vertebra la historia humana: la desigualdad disfrazada de sus mil caras. Pobreza, indigenismo, feminismo, política, soledad, religión, violación, explotación, humillación, rebeldía, sumisión, venganza, pasión, amor, chamanismo, muerte, y por supuesto, también esos espíritus que habitan siempre las casas humanas construidas sobre endebles cimientos siempre a merced de que ese cisne negro las haga volar por los aires junto con todas las certezas. 

La adaptación de Anna María Ricard y la dirección de Carme Portacelli consigue que la historia narrada originalmente por Isabel Allende se quede prendida durante días de la mente y que en las noches de invierno vuelva a llamar a nuestra puerta. Esas noches de insomnio sabremos, como supo Esteban Trueba, o Unamuno, que moriremos en la compañía de nuestros errores. 

Tras su estreno a mediados de este año en el Teatro Español, y su paso por el Festival Grec 2021 y el Teatro Romea, coproductores de este montaje, “La Casa de los Espíritus” se encuentra en gira nacional teniendo anunciadas numerosas fechas. La próxima de ellas en el Palacio de Festivales de Cantabria el 17 de diciembre.

La casa de nuestros espíritus