jueves. 28.03.2024
Fuerte San Cristóbal

A lo largo del último medio siglo, Pamplona ha experimentado una notable transformación en diferentes sentidos y la novelística contemporánea no podía ignorar tales cambios: recientemente, Susana Rdez. Lezaun se ha hecho cargo del silencioso terremoto Bajo la piel, nombre de una historia negra donde la Iruña mecida a los pies del monte San Cristóbal sobresalía de un modo igual de evidente para horror de quien, a la luz de las velas, descubría terribles secretos del pasado; y el pasado político más sanguinario vuelve ahora mismo a la vida a través de las páginas de otra historia no menos interesante: El largo sueño de tu nombre.

Ese es el título de una de las últimas entregas del sello Txalaparta, en cuyas páginas, Amaia Oloriz, escritora navarra que comenzara su viaje literario gracias a la autoedición, vuelve a centrar la atención del lector en uno de los episodios más desagradables del franquismo represor: “Alguien abrió la puerta de su celda y corrieron en tropel escaleras abajo. Atravesaron el patio sin despegarse el uno del otro y escondidos entre el tumulto de presos que, guiados por una voz anónima que gritaba `¡A Francia, a Francia!´ recorrían el patio del fuerte dirigiéndose hacia la puerta del presidio. Una vez la hubieron traspasado, y ante un horizonte extenso, la esperanza se instaló en su mente”.

Sí, la `fuga de Ezkaba´ fue silenciada en la medida de lo posible y tergiversada durante años y años enredados en el olvido interesado pero ahora mismo parece emerger del sueño en su celda, razón primera por la cual interesa la lectura de El largo sueño de tu nombre, cruda historia que mete en un brete a Mikel Unzu, periodista de investigación en una Pamplona en la que tres periódicos luchan por informarse acerca de la cara oculta de la Media Luna… y más allá. Por ello, la novela de Amaia Oloriz, relato sencillo en su elaboración, resulta una obra de ficción enormemente discreta, si bien se halla al servicio de una cruel realidad que, a buen seguro, superó tal ficción.

“Volvió a mirar el rostro del anciano, sus labios azulados parecían sonreír a la muerte. Estaba bien vestido, perfectamente afeitado y con sus zapatos negros bien lustrados. `Parece que se hubiera preparado para una cita con ella´, pensó mientras lo contemplaba con detenimiento. En ese momento, un pequeño libro que había sobre las piedras llamó su atención”: la novela, más que entretenernos a lomos de un relato bien definido, nos saca de nuestras casillas poco después de nacer y de todo ello, es responsable una narradora confiada en dar a conocer tiempos pasados que todos desconocemos en gran medida.

Antes o después y a lo largo de esta obra, el lector despierta de un sueño. El sueño de la verdad: “Mikel se dejó caer sobre el sofá. Todo su cuerpo era un manojo de nervios y maldijo esa curiosidad insana que siempre le llevaba a querer averiguar qué había detrás de los hechos”. Él es así: “Al poco de empezar a trabajar en el periódico se dio cuenta de que más que escribir un determinado artículo lo que le gustaba de verdad era catalogar las noticias, los anuncios e incluso los mensajes radiofónicos”. Y es que… Mikel Unzu tiene un don, gracias al cual, se pone en marcha. Al servicio de El largo sueño de tu nombre.

El sueño de la verdad