sábado. 20.04.2024
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En 1914 estalló una polémica en relación con el nacionalismo catalán, protagonizada por dos intensos personajes catalanes de la izquierda, Antoni Fabra i Ribas y Andreu Nin.

El segundo publicó en el periódico de ReusLa Justicia Social (órgano desde 1911 de la Federación Socialista de Cataluña), el 7 de febrero de 1914, un artículo donde se planteaba la relación del socialismo con el nacionalismo.

Mientras el nacionalismo atacaba la estructura de estados unitarios, tiránicos y dominadores, el socialismo combatía el régimen capitalista, la propiedad privada y el salario, la forma moderna de la esclavitud

En dicho artículo se afirmaba que, si el socialismo perseguía la liberación de los hombres, el segundo buscaba la liberación de los pueblos, como defendía Rovira i Virgili. Estas dos luchas estaban generando grandes tensiones en los países modernos. Nin explicaba que el nacionalismo y el socialismo parecían dos términos antitéticos, pero sus fines se confundían y complementaban recíprocamente, existiendo entre ellos una íntima conexión, amenazando ambos los cimientos de la sociedad, por lo que eran eminentemente revolucionarios. Mientras el nacionalismo atacaba la estructura de estados unitarios, tiránicos y dominadores, el socialismo combatía el régimen capitalista, la propiedad privada y el salario, la forma moderna de la esclavitud. Era evidente que estábamos en la época del internacionalismo socialista, pero también del auge de los nacionalismos sin Estado que corroían estructuras estatales de la envergadura de Imperios como el Austro-húngaro o el turco-otomano, por poner dos ejemplos fundamentales.

Si el socialismo lograra, para Nin, el derrumbe del poder de la burguesía, despareciendo la injusticia de la desigualdad económica, el nacionalismo conseguiría con su lucha vencer a la burguesía arrebatándole su instrumento de opresión, es decir, el estado.

Por todo ello, parecía lógico, según Nin, que los socialistas españoles prestaran atención al nacionalismo, como ocurría en otros países porque ninguno había tratado hasta entonces la conexión entre ambos. El articulista quería, en consecuencia, hacerlo. Antoni Fabra i Ribas contestó en el mismo periódico afirmando que el problema nacionalista no existía para los socialistas. Nin, en respuesta, aportó en un segundo artículo un conjunto de ejemplos donde el socialismo sí se vinculaba con la lucha nacionalista, como en Finlandia, donde los socialistas luchaban por la autonomía frente al poder ruso, con el apoyo de la Segunda Internacional. También aludió al respeto de signo nacionalista existente en la socialdemocracia austriaca. En este sentido, recordemos la preocupación desarrollada por el austromarxismo por la cuestión nacionalista, habida cuenta de la realidad intensamente plurinacional del Imperio austro-húngaro. También puso otros ejemplos, destacando el caso flamenco. Por otro lado, Nin afirmaba que Fabra confundía el nacionalismo con los nacionalistas. Además, expresaba que en su artículo no había aludido al nacionalismo catalán, mientras que Fabra se habría lanzado con vehemencia contra los “explotadores nacionalistas” de la Lliga, consideración que compartía, afirmando su odio hacia la clase media catalana que no supo hacer triunfar la Solidaritat Catalana, que habría ido al Congreso de los Diputados a hacer lo mismo que los partidos dinásticos, y que en 1909 no quiso ponerse al frente de un movimiento que hubiera acabado con la guerra, la Monarquía y el centralismo. En este sentido, es significativo que Nin estaba poniendo un ejemplo de lo que defendía, es decir, de la unión de la lucha socialista u obrera con la nacionalista, y que no se había producido en la Semana Trágica.

En realidad, Nin pretendía, siguiendo lo expresado por Daniel Guerra, que el PSOE liderara una lucha revolucionaria no para integrar al proletariado en la nación española para luego convertirla en socialista, algo que podían hacer otros partidos socialistas de países muy desarrollados. Pero España no lo era, ya que tenía una constitución política con un capitalismo inexistente y una nación no hecha, sino que era una realidad plurinacional oprimida. El PSOE podía y debía buscar la emancipación social, evidentemente, pero también la de los pueblos hispánicos.

Fabra i Ribas defendía la descentralización administrativa. En este sentido, dos años antes, Pablo Iglesias no se había opuesto al proyecto de Ley de Mancomunidades de Canalejas, que sí concitó fuertes discrepancias más en el Partido Liberal que en el Conservador, y que el presidente del Consejo de Ministros no pudo sacar adelante por su asesinato, proyecto que retomó con éxito el conservador Dato posteriormente. Es más, el Congreso del PSOE de 1915 ratificó su apoyo a las Mancomunidades. Pero una cosa era apoyar esa descentralización y otra muy distinta apoyar la conjunción de la lucha social con la nacionalista, que Fabra consideraba como arbitraria. La emancipación de las personas y de los pueblos se realizaba a través de la lucha de clases, principio incuestionable.

Hemos consultado el Marxist Internet Archive para los artículos de Nin. También hemos trabajado con el sugestivo artículo de Daniel Guerra Sesma, “Socialismo y cuestión nacional en la España de la Restauración (1875-1931)”, publicado por la Revista de Estudios Políticos, número 137 (2007), págs. 183-216, especialmente las páginas 202 y 203. El artículo contiene gran parte de la bibliografía fundamental para abordar el complejo mundo de las relaciones entre socialismo y nacionalismo en España.

La polémica entre el socialismo y el nacionalismo en el seno de la izquierda en 1914