miércoles. 24.04.2024
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El sindicalismo católico español no tuvo el empuje del sindicalismo de clase en la historia entre finales del siglo XIX y la Guerra Civil, pero supone una fuerza social que debe ser estudiada para entender los conflictos sociales de la época y como la versión española de la doctrina social de la Iglesia.

En el año 1879, el jesuita Antonio Vicent creó los Círculos Católicos basados en los Círculos Obreros franceses. Estos Círculos eran una especie de casinos populares que pretendían apartar a los obreros de las tabernas, un objetivo que compartían con las Casas del Pueblo, pero que contaban con el apoyo y control de los patronos.

En 1891, el papa León XIII dio un giro fundamental en la postura de la Iglesia Católica en relación a la cuestión social, ofreciendo una alternativa al movimiento obrero desde posturas más modernas. En ese año se publicó la encíclica Rerum Novarum. En dicha encíclica las organizaciones católicas encontraron una carta de derechos sociales, así como la primera clara doctrina oficial de la Iglesia en materia social. La Iglesia terminó por ser consciente no sólo de los abusos que el sistema capitalista generaba, sino también que no bastaba con pedir resignación a los obreros y apelar a las conciencias de los patronos. Pero eso no significaba que se defendiese la lucha de clases, que fue especialmente condenada. La propiedad privada era sagrada y el socialismo era una doctrina considerada errónea y materialista. Para conseguir la convivencia social había que apelar a la justicia, aunque también a la caridad, como medios para resolver los conflictos. El Estado debía garantizar los derechos de los más desfavorecidos, proteger el trabajo y promover una legislación social. Por otro lado, la Iglesia defendía la creación de un sindicalismo católico que hiciera competencia al sindicalismo de clase.

La Iglesia quería que los Círculos Católicos adquiriesen un cariz social del que habían carecido. En el caso español, en el año 1895 se constituyó en Madrid el Consejo Nacional de las Corporaciones Católico-Obreras, que agrupaba a los Círculos, Cooperativas y Patronatos Católicos.

Los sindicatos católicos en España alcanzaron su máxima expansión en el reinado de Alfonso XIII, especialmente entre 1917 y 1923, en plena crisis del sistema de la Restauración, en una época de intensa conflictividad social. Fueron organizaciones confesionales en sus denominaciones, organización e ideología. Fueron impulsadas por personalidades eclesiásticas y se configuraron de forma interclasista con un marcado carácter paternalista y claramente vinculadas a la patronal. No defendían ideas de la lucha social, aunque sí persiguieron objetivos profesionales. Todas estas características les valieron el calificativo de “amarillos” por parte del sindicalismo de clase y de la izquierda.

Aunque estos sindicatos tuvieron rasgos comunes, también conviene señalar que hubo una gran variedad organizativa, fruto de las distintas tendencias en el seno del catolicismo español. En el sector industrial y de servicios destacó la Acción Social Popular, que aunque no terminó en configurarse como sindicato fue considerada la iniciativa más importante del catolicismo social catalán del siglo XX. Acción Social Popular impulsó el sindicalismo confesional en Cataluña y en España entre 1908 y 1916. En ese año pasó a denominarse Acción Popular.

En la capital destacó el Centro Obrero Católico de Madrid, aunque nunca consiguió llegar a las cifras de afiliación de los sindicatos de clase. La patronal ejerció sobre este sindicato una clara influencia junto con los jesuitas.

La Casa Social Católica de Valladolid se constituyó como una de las iniciativas sindicales católicas más importantes de toda España. Agrupó a diversos sindicatos creados a partir de 1913 y sin injerencia patronal. Entre estos sindicatos obreros destacaron el ferroviario y el minero de ámbito estatal. Ambas organizaciones contaron con órganos de expresión.

Otros sindicatos fueron los siguientes: Sindicatos Independientes en Oviedo y fundados por Arboleya, la Federación de Uniones Profesionales de Bilbao, la Unión de Sindicatos Obreros Católicos de Zaragoza, la Casa de Obreros de San Vicente Ferrer de Valencia, la Unión de Sindicatos Católicos del Centro Obrero de Vitoria, los Sindicatos del Círculo Católico de Obreros de Burgos y en Santander. Fueron importantes los Sindicatos Católicos Libres fundados por los padres Gafo y Gerard, y la Solidaridad de Obreros Vascos.

Es importante destacar la Sindicación Católica Agraria, reunida en la Confederación Nacional Católica Agraria, que en 1919 formó la mayor organización agraria española. En el ámbito rural castellano el sindicalismo católico alcanzó una importante implantación.

En tiempos de la Segunda República estos sindicatos entraron en una fase de crisis que no pudo superar el intento de unificación en la Confederación Española de Sindicatos Obreros (CESO).

Los sindicatos católicos españoles