jueves. 25.04.2024
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Erwin Schrödinger (12 de agosto de 1887-4 de enero de 1961)

Iba yo pensando si habrá depósitos externos para almacenar el tiempo perdido cuando mis ojos se cruzaron con los de un perro que se hallaba en proceso cagatorio. Su mirada era compungida, como pidiendo disculpas por hacer la necesidad en la vía pública. Ignoro si la mirada tendrá la misma expresión cuando sean sus aguas menores la expulsadas, aunque sospecho que no porque ese proceso va ligado al marcaje de territorio y es otro cantar.

Pude leer en su mirada la vergüenza por su exhibición, pero también la disculpa y con toda claridad un: —«ya me gustaría hacerlo en casa, en la intimidad, pero no me lo permiten».

El encuentro me despertó una interrogante: ¿Por qué no se ve a ningún gato paseando la calle de mano de su dueño, o dueña, haciendo sus necesidades mayores o menores? ¿Quién le ha dado el privilegio de la privacidad del hogar? ¿Cuándo ganaron el cajón de arena, su váter distinguido?

No soy de tener perro o gato pese a que en mi familia de origen han convivido diversidad de bichos, incluso una zorra, en femenino porque era hembra, aparte de loros, canarios, pavos, borregos…cuando me alcanzó la razón llegué a pensar que mi padre era descendiente de Noé, pero me distraje con otras reflexiones y no llegué a profundizar.

En mi camino de vuelta, pensando que, si el mundo es expresión de una mente universal, si constituimos una unidad pero podemos reflejarnos de innumerables formas, concluí que el perro podría elegir ser gato en su próxima existencia y tener su cajón de arena. Apreté el paso para ver si me cruzaba con él y sugerírselo, pero frené en seco: —«Si este perro se trasmuta en gato seguro que será el gato muerto de la paradoja de Schrödinger». Y desistí del consejo.

A mi paso normal, con mi sandía bajo el brazo, retorné a preguntarme si habrá depósitos externos para almacenar el tiempo perdido. Pues eso.

Siguen los calores