viernes. 29.03.2024
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El lenguaje universal del arte le ha permitido a Shamisa Hassani hacer visible la brutalidad cotidiana a la cual están sometidas las mujeres afganas. Las paredes de Kabul, su ciudad natal, expresan mediante coloridos grafitis esa violencia en la que viven inmersas. Porque ser mujer es casi un delito. Y el retorno de los talibanes al poder enciende nuevamente una alarma que nunca dejó de sonar.

s2El negocio de la guerra ya acabó para Estados Unidos. La preocupación por la democracia, por los derechos de las mujeres, por la tolerancia y la diversidad, ya no son asuntos de la Casa Blanca. Ahora Afganistán ha quedado en manos de quienes se arrogan el derecho a prohibir a las mujeres hablar, estudiar, salir a la calle y otras tantas prohibiciones e imposiciones medievales y misóginas. Shamisia Hassani expresa precisamente el horror de ser mujer bajo el yugo talibán. Amenazada por quienes no aprueban su “conducta antiislámica” y exponiéndose a las miradas inquisidoras de los más férreos defensores del extremismo religioso, Shamisia aprovecha cada rincón de la capital afgana para imprimir su mensaje de justicia, de equidad, de lucha por los derechos de las mujeres; consignas que ha enarbolado a lo largo de 20 años y que ahora cobran mayor significancia.  

Un personaje recurrente en sus pinturas es una figura femenina que no tiene permitido hablar, pero que siempre está haciendo diferentes cosas a través de las que se expresa. La guerra misógina de los talibanes amenaza nuevamente con silenciar y destruir la vida y los derechos de mujeres que, tal como describe Shamisia, buscan las vías de escape a la violación sistemática de su derecho de existir. 

El arte de Shamisia es un alegato que visibiliza estos horrores que, como si de una pesadilla se tratase, han regresado tras el fin de otra fracasada intervención militar norteamericana

Los talibanes gobernaron Afganistán desde 1996 hasta 2001. En esos años las mujeres fueron objeto de toda clase de aberraciones. s1No sería exagerado afirmar que sus vidas se transformaron en un calvario. No podían salir de sus hogares sin un mahram -tutor masculino- y debían cubrirse el cuerpo de la cabeza a los pies con un burka.

Tal como indica un informe de Amnistía Internacional,  históricamente los talibanes han aplicado políticas duras y discriminatorias contra las mujeres, a las que han excluido de la vida pública. Cuando los talibanes gobernaron el país la mujer fue negada en su derecho a la educación y el acceso a la atención médica, y su derecho a la libertad de circulación fue severamente restringido. La mujer fue víctima de castigos severos por supuestas “infracciones” menores. Cualquier desviación de las reglas establecidas por el grupo podría ser sancionada a través de castigo corporal público, o incluso la pena de muerte o la ejecución pública.

El arte de Shamisia es un alegato que visibiliza estos horrores que, como si de una pesadilla se tratase, han regresado tras el fin de otra fracasada intervención militar norteamericana.

Shamisia Hassani y el arte contra la guerra misógina