jueves. 25.04.2024

Podemos decir que ruido es cualquier sonido molesto, un sonido que nos desagrada, y que interfiere la actividad que estamos haciendo. Según la Normativa, la DIRECTIVA 200249/CE es un “nivel sonoro generado por: tráfico viario, ferroviario, aeroportuario, puertos e industrias”. Según la Agencia Ambiental Europea, el ruido es un estresor cuyos efectos van desde la molestia hasta el incremento de la mortalidad pasando por el aumento de la presión arterial, el insomnio y el incremento de la posibilidad de tener un ataque al corazón. Al menos un millón de años de vida sana se pierden cada año (unidad de medida de la salud) por motivo del ruido ambiental en los Países Europa Occidental.

En términos de impacto a la salud, el ruido ya es el cuarto problema ambiental más importante de Europa después de los accidentes domésticos y de tráfico, así como la contaminación del aire por partículas. Y se sitúa por encima de, por ejemplo, ser fumador pasivo o problemas de salud trasmitidos por los alimentos.

La principal consecuencia de los efectos psicológicos del ruido es la sensación de desagrado, molestia y pérdida de concentración. Además, niveles altos de inmisión sonora pueden provocar trastornos en la salud mental como cefaleas (dolor de cabeza), inestabilidad emocional, irritabilidad, agresividad síntomas de ansiedad, etc. En definitiva, efectos asociados a situaciones de estrés ambiental.

En general, una variable sumamente predictora de los efectos psicológicos asociados a situaciones de estrés es la actitud que la persona o grupo tienen ante la fuente productora de ruido. Si la actitud es negativa, es decir, si la fuente genera sentimientos negativos, es más probable que la situación sea vivida como molesta o estresante.

Por otro lado, el ruido suele molestar mucho más si la intermitencia es aperiódica, es decir, es más difícil de predecir que si la intermitencia es regular. Precisamente, el factor de imprevisibilidad es el más determinante de los efectos adversos, y es así porque aumenta el estrés al ser evaluada la situación como amenazante, aumenta la atención sobre el ruido, restando capacidad de concentración para otras actividades y resulta más difícil adaptarse o acomodarse al ruido. Tanto es así que, si un ruido pasa a ser predecible sin reducir la intensidad, muchos efectos disminuyen o desaparecen. En cualquier caso, como en otras variables ambientales, la capacidad de afrontamiento ante una situación ambiental ruidosa será un factor determinante a la hora de explicar los efectos más o menos intensos que la persona puede sufrir, entre ellos, los derivados de la capacidad de control conductual, cognitivo o emocional o de la aparición de efectos como los derivados del Síndrome de Indefensión Aprendida de Seligman.

Finalmente, hablar de la misofonía o sensibilidad al ruido, que es el intenso malestar que sienten algunas personas al escuchar determinados sonidos cotidianos de baja intensidad. La misofonía es una hipersensibilidad auditiva o una baja tolerancia ante un cierto tipo de estímulos auditivos, pero sin unas características concretas. Es decir, que no tienen por qué ser sonidos muy agudos o muy graves. El término misofonía es relativamente reciente, y fue acuñado por los científicos estadounidenses Pawel y Jastreboff. Se trata de una afección sobre la que todavía no existen muchos estudios ni un tratamiento estandarizado.

No está clara la causa de este problema y existen hipótesis que defienden que se trata de una condición neurológica, según la cual la activación de neuronas asociadas a un estímulo auditivo está a la vez asociada a una experiencia molesta o estresante y a emociones negativas, siendo inmediata la reacción fisiológica a esos sonidos. También existen hipótesis en las que este problema se asocia al trastorno obsesivo-compulsivo o en las que se contempla la posible influencia de experiencias tempranas.

La misofonía se manifiesta cuando sonidos a los que la mayoría de las personas se han habituado y a los que no prestan demasiada atención porque no son significativos desencadenan una intensa reacción en las personas que la padecen, como si se tratase realmente de algo amenazante o peligroso.

Este problema suele iniciarse al final de la infancia o al principio de la adolescencia y tiende a agravarse con el paso de los años.

Existe una amplia variedad de sonidos susceptibles de ser altamente desagradables para las personas misofónicas:

En la mayoría de los casos estos individuos manifiestan incomodidad ante sonidos emitidos por otras personas como, por ejemplo, al masticar, sorber, carraspear, besar, silbar o bostezar, entre otros.

En otras ocasiones sucede ante estímulos repetitivos y también ante sonidos ambientales, como relojes, alarmas, aires acondicionados.

Otras circunstancias en las que la persona misofónica puede sentirse irritada es

ante los sonidos que emiten algunos electrodomésticos como hornos, neveras, televisores, radios, lavadoras o ventiladores. Estos estímulos producen en las personas misofónicas un estado de irritabilidad y agitación, desencadenando, en muchas ocasiones, también reacciones de ira o mal humor.

Hoy por hoy, no existe un tratamiento que cure la misofonía. Sin embargo, un tratamiento psicológico pueden ayudar a la persona a sobrellevar el problema y mejorar la situación. Algunos objetivos abordables mediante el trabajo psicoterapéutico son:

Hablar del problema, aceptarlo y aprender a convivir con él.

Manejar la ansiedad que conlleva esta afectación, trabajando sobre las preocupaciones y la obsesión que se suele desencadenar entorno a los sonidos molestos.

Flexibilizar la interpretación de situaciones concretas para tratar de que deje de percibirse como algo tan intolerable o amenazante.

Un aspecto importante a tener en cuenta será tratar de mantener las relaciones de convivencia familiar y las relaciones personales, que en muchos casos quedan seriamente perjudicadas, y en las que además la persona misofónica puede sentirse incomprendida e injustamente tratada, debido a sus exageradas reacciones.

Por último, compartir esta reflexión de la novelista italiana Susanna Tamaro:” Siempre hay alguien que te dice lo que debes hacer, ya no existe el silencio, en todas partes hay ruido; si tú no estás con tus propios pensamientos, cómo vas a entender el sentido de las cosas, es imposible. Vivimos bajo una manipulación perversa, muy sutil”.

El ruido, un sonido molesto y peligroso para la estabilidad emocional