viernes. 19.04.2024
aloshihosdelrocanrol

Aquel compañero tuyo del instituto que vivía cerca de tu casa, y que ahora es periodista, te pone el Tubular bells y el de la vaca de Pink Floyd en su aparato de sonido cuadrafónico y flipas. Puede que fuera el Ommadawn, el de Mike Oldfield, digo. Eso da igual. El poderoso sonido del trueno. El poderoso sonido de la música. El poderoso sonido del sonido.

Déjame que pose para ti, cantaba yo para mí (por lo bajini, aunque el sargento Nomeacuerdodesupellido se reía al escucharme, el jodío) cuando formábamos en el patio del cuartel beterano donde hice mi mili. Prometí estarle agradecido a algunos, y por eso le escribí al capitán Tejero (tranquilos, era MI capitán Tejero) un cuento creo que entrañable. Beterano es de Bétera. Lo digo para los aprendices de corrector.

Tengo escrito un poema donde canto una de las canciones del extraordinario Desire de Bob Dylan (el disco que compré en una furgoneta de esas que vendían cintas de cassette en las calles de Madrid, ésta en la glorieta de Embajadores, junto a mi instituto). No lo leerás nunca, así que aquí te dejo algún verso (¡qué diantres!, te lo dejo completo y prosaico): me recuerdo tarareando una canción de Dylan en una playa, la canción era Mozambique y la playa la de La Concha, en Suances; tengo unos catorce años y la vida todavía no mataba, sólo era vida dispuesta a ser vivida; junto a mí mis padres, mis hermanos, primos míos, mi inglés es un idioma de otro planeta que a mí me hace feliz; la canción tiene un encanto extraño, es más un encantamiento para seres eternos y ahora no es más que un recuerdo para creerme dichoso.

POR CIERTO, también era uno de los recurrentes 'gritos' simpáticos de mi padre aquello de A LOS HIJOS DEL ROCANROL, BIENVENIDOS.

Y en la habitación de su hermano, mi tío, su tocadiscos con radiocassette incorporado era el órgano del mayor templo que podría encadenarme al presente: de él salían las melodías de los Beatles, las de los Kinks, los Stones, los Doors. Aquellas canciones donde nacía el mundo una y otra vez, donde todo empezaba a ser todo. (Y sí, tengo que escribir un cuento sobre eso.)

La música, las canciones nos visitan desde la posteridad postergada del pasado eternamente muerto de mentira.


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A los hijos del rocanrol, bienvenidos