viernes. 19.04.2024

Raúl Guerra Garrido: la literatura como tolerancia

El pasado 2 de diciembre falleció, en San Sebastián, a la edad de 87 años, el escritor Raúl Guerra Garrido, Premio Nacional de las Letras Españolas en 2006 y Premio Nadal en 1976 por Lectura insólita de "El Capital". El presente artículo aborda una semblanza de su  significación como escritor y como defensor de los derechos de autores y ciudadanos.
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Raúl Guerra Garrido

Semblanza | JOSÉ LUIS ESPARCIA

La buena literatura es siempre un acto de tolerancia, y en muchas ocasiones, de lucha legítima contra la intolerancia. Raúl Guerra Garrido (Madrid, 1935 – San Sebastián, 2022) fue un constante ejemplo de cómo una proyección estética puede ejercer de semilla ética para una sociedad tan falta de compromisos con la tolerancia y con el respeto a la verdad.

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Última edición de La carta

En 1969 la editorial Alfaguara edita Cacereño, que no era su primera novela editada, pero sí la que algunos críticos definen entonces como la novela imprescindible para el conocimiento de una época de la historia de aquella España, y añado yo: España reprimida por el franquismo, que refleja el abandono cruel de las clases trabajadoras por el fascismo español. Ese mismo año se editó Ni héroe ni nada, su primera novela, que sin estar a la altura de Cacereño, refleja aspectos sociales de la España que despierta al consumo más allá de la necesidad y desvela la inutilidad del “héroe” individual, sin más horizonte que su propia victoria. Por eso, Cacereño (donde la censura suprime la descripción de una pintada de “Gora ETA” en una pared) trata un problema colectivo: doce mil personas procedentes de la provincia de Cáceres van a Guipúzcoa, la provincia más pequeña de España, buscando una salida a las desgracias del desempleo y la falta de horizonte fuera de la precariedad y la esclavitud agrícola. Es, además, una especie de colofón temporal de la narrativa del realismo social de los Sánchez Ferlosio, Fernández Santos, Martín Gaite, Aldecoa, López Salinas, etc.

Para él la novela era un “artilugio literario que permite transformar la mayor cantidad posible de ficción en realidad”

Después, Guerra Garrido levanta el vuelo sabiendo que el equilibrio de la conciencia comprometida de un escritor, es uno de los pilares más robustos en el ejercicio de una estética que pueda adentrarse en la consumación de una ética imprescindible, para que el texto literario permita al autor dejar en el lector no solo habilidades ficcionales, sino sólidas posiciones intelectuales capaces de ser referentes de tolerancia y respeto. Por ello, asumía su vocación (más que profesión) como una armoniosa necesidad. Para él la novela era un “artilugio literario que permite transformar la mayor cantidad posible de ficción en realidad”, y no era extraño que expresara: “Escribir es mi tercera función fisiológica tras respirar y hacer el amor”.

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Con Lectura insólita de "El Capital"
ganó el Nadal en 1976

Esa función, que él consideraba aquel modo de dar a conocer una realidad, permitió a los lectores adentrarse por diversos caminos de la mano de un escritor sin temor al riesgo literario o vital, sin temor a los efectos dramáticos de sostener y no enmendar su honestidad. Ganó el premio Nadal con Lectura insólita de "El Capital", fue finalista del premio Planeta con El año del wólfram y fue reconocido en muchos otros certámenes, pero nunca dudó en hacer frente a la amenaza de ETA, cuando llegó sobre él y su ámbito, de la mejor manera que sabía: publicando varias novelas evocando de la paz, a las que dio títulos significativos: Lectura insólita del capital, La costumbre de morir, La carta o La soledad del ángel de la guarda forman parte de ese muro cultural que él quiso levantar contra la violencia de la intolerancia y el fanatismo. Fernando Aramburu lo dejó dicho: “Con Raúl Guerra Garrido entra en la literatura de calidad el relato de las víctimas de ETA”. Su farmacia en Donostia, víctima de esa violencia, bien podría haber inspirado los versos de su buen amigo, el poeta Manuel Rico: “¿Por qué en ese cartel descolorido y viejo / que te conduce a la memoria / de la farmacia destruida / adviertes la humillada / e inútil flor de tus antecesores?”.

Su visión literaria se sobrepuso a todos los muros y dejó mensajes imprescindibles de vivencia y convivencia en sus referencias al pasado, pero con una visión siempre actualizada; dejó en la evolución de su expresión, en el tratamiento de las realidades que le motivaban, siempre mensajes luminosos, esclarecedores. Orgulloso de su dedicación, durante años, como licenciado en farmacia, ejerció gran actividad en este campo, de lo que quedan no pocas muestras literarias, entre ellas Tertulia de rebotica (Alianza Ed. 2016). Su última novela, Demolición (Alianza Ed. 2018) recurre a un modo narrativo diverso de los reflejos realistas, pero en la línea última y convincente de su autor.

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Raúl Guerra Garrido. Fotografía de Daniel Mordzinsky

Raúl Guerra Garrido sobrepasó todas las dificultades para dejar, entre sus lectores, una herencia de generosidad, de pacífico y fino humor, de transparencia amistosa que lo hacía, a veces, vulnerable, pero siempre reactivo y fuerte ante las adversidades.

El pasado día 2 de diciembre, en San Sebastián / Donostia, el paso lento de las nubes puso de manifiesto que “el otoño siempre hiere”, como refleja su novela del mismo título, donde el personaje de tío Demetrio podría, en ese día,  ser su creador: el propio Raúl Guerra Garrido. Y nosotros, sus amigos, sus lectores, también como en su novela, desconsolados, hablamos del tiempo que ya se fue; aunque siempre estuvimos seguros de aquellos versos de otro buen amigo suyo, el poeta Antonio Hernández, al escribir: “Nada de lo que muere deja olvido / sino raíces”.


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JOSÉ LUIS ESPARCIA. Escritor y crítico literario

Raúl Guerra Garrido: la literatura como tolerancia