jueves. 28.03.2024

Desde hace un tiempo, los programas de inteligencia artificial que se han ido desarrollando han mostrado avances de gran importancia. La llegada de este tipo de programas podría llegar a tener un gran impacto a lo largo de los próximos años, por lo que muchas empresas, como Facebook, están apostando fuertemente por estas innovaciones.

El denominado aprendizaje profundo se ha convertido en una de las principales ramas de la tecnología moderna. La implementación de los algoritmos puede tener lugar en una gran cantidad de sectores, lo que ha llevado a experimentar nuevos campos jamás antes explorados. La diversificación de la innovación centrada en dicha comunicación es la tecnología interacción neuronal directa o cerebro-computadora (BCI en sus siglas en inglés). Entre las múltiples líneas de investigación que se han abierto desde el comienzo de su desarrollo, la lectura de la mente es ya uno de los principales desafíos en la materia. 

A la pregunta ¿cómo funciona el lenguaje utilizado por esta inteligencia artificial para lograr conocer en qué está pensando una persona?, la respuesta es que el principal objetivo de esta innovación consiste en mejorar el número de palabras analizadas en tiempo real. De esta forma, se conseguirá saber qué piensa una persona en cada momento sin que haya posibilidad de sesgo.

El denominado “aprendizaje profundo” se ha convertido en una de las principales ramas de la tecnología moderna

Las BCI se están probando actualmente en personas con trastornos neuromusculares graves para ayudarles a recuperar funciones cotidianas como la comunicación y la movilidad. Por ejemplo, los pacientes pueden encender un interruptor de luz visualizando la acción y haciendo que una BCI decodifique sus señales cerebrales y las transmita al interruptor. Del mismo modo, los pacientes pueden enfocarse en letras, palabras o frases específicas en una pantalla de computadora que una BCI puede mover un cursor para seleccionar.

Fuera del ámbito clínico, se podrían plantear otros usos, como por ejemplo para los soldados del ejército de EE. UU. Así, Nancy S. Jecker (Profesora de Bioética en el School of Medicine de Whastington, y Andres Ko (Profesor Asistente de Cirugía Neurológica, Facultad de Medicina, Universidad de Washington) se plantean, ¿podemos imaginar que un soldado tenga un pequeño dispositivo informático inyectado en su torrente sanguíneo que puede ser guiado con un imán a regiones específicas de su cerebro?. ¿Podría ser que, con entrenamiento, el soldado pudiera controlar los sistemas de armas a miles de kilómetros de distancia usando solo sus pensamientos?.

Incrustar un determinado tipo de computadora en el cerebro de un soldado podría suprimir su miedo y ansiedad, permitiéndoles llevar a cabo misiones de combate de manera más eficiente. Yendo un paso más allá, un dispositivo equipado con un sistema de inteligencia artificial podría controlar directamente el comportamiento de un soldado prediciendo qué opciones elegiría en su situación determinada.

Entre las múltiples líneas de investigación que se han abierto desde el comienzo de su desarrollo, la lectura de la mente es ya uno de los principales desafíos en la materia

Si bien estos ejemplos pueden sonar como ciencia ficción, la ciencia para desarrollar neurotecnologías como estas, ya está en desarrollo. La interfaz cerebro-computadora, ó BCI, es una tecnología que decodifica y transmite señales cerebrales a un dispositivo externo para llevar a cabo una acción deseada. Básicamente, un usuario solo necesitaría pensar en lo que quiere hacer, y una computadora lo haría por él.

Sin embargo, los aspectos éticos no han avanzado al ritmo de la ciencia. Mientras que los especialistas en ética siguen presionado para una investigación mayor en esta disciplina, muchas preguntas prácticas sobre las interacciones cerebro-computadora no se han considerado completamente. Por ejemplo, ¿los beneficios de BCI superan los riesgos sustanciales de piratería cerebral, robo de información y control del comportamiento? ¿Se debe usar BCI para frenar o mejorar emociones específicas? ¿Qué efecto tendrían las BCI en la conducta moral, la identidad personal o la salud mental de sus usuarios?. Estas preguntas son de gran interés para todos, pero especialmente para una filósofo y un neurocirujano, como Jecker y Ko, que estudian la ética y la ciencia de las aplicaciones actuales y futuras de BCI. Considerar la ética del uso de esta tecnología antes de que se implemente esta nueva tecnología podría prevenir su daño potencial, afirma Jecker. 

Se sabe que, en 2018, el ejército de EEUU, a través de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa, lanzó un programa para desarrollar "un sistema de interacción neuronal seguro y portátil capaz de leer y escribir en múltiples puntos del cerebro a la vez". Su objetivo es producir BCI no quirúrgica para miembros del servicio sanos para aplicaciones de seguridad nacional para 2050. Así, por ejemplo, un soldado en una unidad de fuerzas especiales podría usar BCI para enviar y recibir pensamientos con un compañero soldado o de un superior de la unidad, una forma de “comunicación directa tridireccional”, eso permitiría actualizaciones en tiempo real y una respuesta más rápida a las amenazas.

Considerar la ética del uso de esta tecnología antes de que se implemente esta nueva tecnología podría prevenir su daño potencial

Un enfoque para abordar las cuestiones éticas que se plantean en el BCI es el Utilitarismo, una teoría ética que se esfuerza por maximizar la felicidad o el bienestar de todos los afectados por una acción o política. Así, mejorar a los soldados podría crear el mayor bien al mejorar las habilidades de combate de una nación, proteger los activos militares al mantener a los soldados remotos y mantener la preparación militar sin problemas. Los defensores del utilitarismo de la neuro-mejora, argumentan que las tecnologías emergentes como BCI son moralmente equivalente a otras formas ampliamente aceptadas de mejora cerebral. Sin embargo,  algunos de los enfoques utilitarios de BCI tienen puntos ciegos a nivel moral. En contraste con las aplicaciones médicas diseñadas para ayudar a los pacientes, las aplicaciones militares están diseñadas para ayudar a una nación a ganar guerras. En el proceso de utilización del BCI, este puede pisotear los derechos individuales, como el derecho al bienestar emocional.

Por ejemplo, los soldados que operan con armamento de drones en la guerra remota informaron unos niveles más altos de angustia emocional, trastorno de estrés postraumático y rupturas de pareja, en comparación con los soldados que actuaban sobre el terreno. No obstante, si la neuromejora se convierte en un requisito laboral, podría aumentar las preocupaciones sobre la coerción. Los defensores de los neuroderechos defienden los derechos de las personas a la libertad cognitiva, a la integridad emocional y a la continuidad psicológica. El derecho a la libertad cognitiva podría impedir la interferencia irrazonable con el estado emocional de una persona. El derecho a la privacidad emocional podría requerir garantizar un espacio psicológico protegido, mientras que el derecho a la integridad emocional prohibiría daños específicos a los estados psicológicos de una persona. Finalmente, el derecho a la continuidad psicológica puede proteger la capacidad de una persona para mantener un sentido coherente de sí misma a lo largo del tiempo.

Los defensores de los neuroderechos defienden los derechos de las personas a la libertad cognitiva, a la integridad emocional y a la continuidad psicológica

La BCI podría interferir con los neuroderechos de varias maneras. Por ejemplo, si una BCI altera cómo a otros les parece (ej. una organización nacional) a un usuario, es posible que no pueda distinguir sus propios pensamientos o emociones de las versiones alteradas de sí mismos. Esto puede violar neuroderechos como la privacidad o la integridad psicológica. Sin embargo, los soldados ya perderían derechos similares con esta práctica. Por ejemplo, el ejército de EE.UU. podría restringir la libertad de expresión y el libre ejercicio de la religión de los soldados en formas que normalmente no se aplican al público en general. ¿Sería diferente infringir los neuroderechos?, explica la doctora Jecker.

Para terminar, desde la bioética y la neurocirugía, un enfoque sobre la figura humana, debería abogar por salvaguardar ciertas capacidades es crucial para proteger la dignidad humana. Mientras que los neuroderechos se centran en la capacidad de un individuo para pensar, una visión global de la capacidad, considera una gama más amplia de lo que las personas pueden hacer y ser, como la capacidad de estar emocional y físicamente sano, moverse libremente de un lugar a otro, relacionarse con los demás y la naturaleza, ejercitar los sentidos y la imaginación, sentir y expresar emociones, jugar y recrearse, y regular el entorno inmediato, afirman la profesora de Bioética Nancy Jecker y el neurocirujano Andres Ko.

Por último, compartir esta reflexión, no exenta de cinismo, de Cicerón: “Para ser libres hay que ser esclavos de la ley”.

El BCI y las emociones más allá del uso en la clínica médica