viernes. 19.04.2024
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Desde hace décadas la política mal entendida viene elucubrando tras las sombras del país más austral del hemisferio occidental, un plan maquiavélicamente verosímil pero lejanamente equidistante de la justicia y de la verdad.

Transcurren los gobiernos y parece no cambiar la realidad, pases de factura, derechas e izquierdas, conservadores y progresistas, timoneles que se han soltado a la deriva en un interminable mar de injusticias sociales. Mientras en los barrios bajos de las carentes provincias argentinas de un estado que se dice federal, pero llevan las banderas del unitarismo, se implora por agua y por pan; en las altas esferas gubernamentales no deciden aun con que parte del caviar quedarse. En el transitar, la gente común, o sea nosotros, nos vestimos de circenses cada mañana para ver qué tipo de malabares llamará más la atención de aquellos que solo nos miran desde arriba. Juan Domingo Perón, Ricardo Balbín, juntas militares, gobiernos de factos, Mauricio Macri, Raúl Alfonsín, Carlos Saúl Menem, Fernando De la Rúa, el matrimonio Kirchner, Alberto Fernández, una pasarela de mandatarios que han encontrado su nicho en el poder mismo. Ya no importa de qué lado del tablero te encuentres, el sol debería salir para todos, pero hay ventanas que no se abren, hay diques que con el tiempo pierden el agua entre sus grietas. Las ideas de Mafalda siempre fueron revolucionarias, un socialismo básico que anida en el corazón de todo ser humano que se aprecie de tal, sin embargo, estas acciones tan elementales no han encontrado eco en sus gobiernos. Ese personaje tan emblemático de la historieta argentina que supo traspasar fronteras y cautivar a infinitas masas de lectores, sigue escribiendo las realidades, elevando a la máxima m1potencia las hipocresías del sistema y a sus generadores. Una acérrima detractora de la sopa y de los espejos con reflejos ajenos ha aprendido a encumbrarse detrás de la democracia y de la república, en la defensa de aquellos sin defensores, una noble mujer, pequeña en edad, pero grande en pensamiento. La orfandad ha tocado a su puerta, como ha tocado también a las puertas de millones de argentinos en la historia. Una novela que parece nunca acabar, libros que se han forjado con sangre, con sudor y con lágrimas, textos borrados con el codo, hojas que se han escrito con agua de limón. Un permanente dar y barajar de nuevo en tiempos de guerras con muros que no se alcanzan a divisar con claridad.  El 30 de septiembre ha fallecido Joaquín Salvador Lavado Tejón, conocido bajo el seudónimo de Quino, un humorista gráfico e historietista argentino que llevó en sus manos una tinta imperecedera. Ya no importa cuántos proyectos AntiMafalda quieran edificarse, auténticas lágrimas de cocodrilo de un país que no logra hacer pie frente a las desigualdades de sus gobiernos. "Lo que diría Mafalda hoy en día sería lo mismo que estoy diciendo en mis páginas de humor. Porque yo en realidad nunca hice diferencia entre mis tiras y Mafalda. Para mí es la misma cosa", dijo Quino en una entrevista hace años a BBC Mundo. La trascendencia de un grande, su creación diría que no busques cuentos con final feliz, busca ser feliz sin tanto cuento, más claro echale agua.

Proyecto AntiMafalda, la muerte de Quino