viernes. 19.04.2024

Cohen es el músico de la sempiterna tristeza, el cantante de la voz cada vez más ronca, el poeta romántico, sarcástico, comprometido. Su influencia musical, estilística y literaria ha perdurado -pese a la lacra del puntual fracaso comercial- desde el comienzo de su carrera en los años sesenta hasta hoy.

Nació el 21 de Septiembre de 1934 en Montreal al amparo de una acomodada famila judía practicante. Estudió en una escuela judía, pero con el tiempo adquirirá una religión propia, abstracta, sin renunciar del todo a sus raíces. Así escribirá en Beautiful Losers: ¿Qué es un santo? Es aquel que ha alcanzado una remota posibilidad humana. Es imposible decir lo que constituye esta posibilidad. Sin duda tiene algo que ver con la energía del amor. El contacto con esta energía provoca una especie de equilibrio en medio del caos de la existencia. Un santo no disuelve este caos; si lo hiciese, el mundo habría cambiado hace mucho tiempo. Yo no creo que un santo pueda disolver el caos del mundo, ni siquiera para sí mismo, porque hay algo de arrogante y belicoso en esta concepción de un ser humano poniendo él solo el universo en orden.

A los dieciseis años ingresa en la universidad de McGill, en Montreal, para estudiar literatura inglesa. Será al final de sus estudios, en 1956, cuando publique su primer libro de poesía, Let us compare Mythologies, dedicado a su padre. Esta publicación marcará el inicio de una etapa como escritor, discreta pero no malograda. Se traslada unos meses a la Columbia Graduate School, que abandonará tras unos meses al recibir una beca de Ottawa para marchar a vivir a una pequeña casa de pescadores en la isla de Hydra. En 1961 publica un nuevo libro de poesía, The spice box of Earth, y dos años después su primera novela, The favourite game. Su carrera literaria continúa, en progresión creciente con los libros de poemas Flowers of Hitler (1964) y Parasites of Heaven (1966), hasta alcanzar su clímax literario con la novela Beautiful Losers (también de 1966).

Leonard Cohen, convertido en trovador de voz peculiar, guitarra en mano, lanzará en 1968 sin mucha pretensión musical The songs of Leonard Cohen, álbum que le reportará el éxito con la canción Suzanne. Comienza así la primera etapa como músico de Leonard Cohen, cuyos únicos elementos serán su guitarra, tranquila y melódica, su voz y sus textos poéticos. Este conjunto harán del de Cohen un sonido cargado de pesadumbre y oscuridad. Corrían tiempos de rocanrol, en los que la música se asociaba con el satanismo. En pleno auge de Bob Dylan o los Rolling Stones, Cohen se ciñe a su estilo de cantautor de guitarra discreta y lenta, y utiliza en sus textos la religión como cura para unas heridas de índole amorosa. Todo esto es interpretado con una voz única que con el tiempo se irá haciendo cada vez más más y más hasta límites del susurro. En esta línea aparecerá al año siguiente Songs of a room (1969). Dos años después aparece el fantástico Songs of love and hate (1971), abierto con Avalanche, canción de gran influencia en posteriores cantautores, y otros grandes temas como Last year’s man, la veloz Diamonds in the mine y, en contraposición a esta última, la depresiva Famous Blue Raincoat. Cierra esta primera etapa New Skin for the old ceremony (1974), tras la edición en 1973 del directo Live Songs. En 1975, el primer recopilatorio de Leonard Cohen servirá de puente para su siguiente disco.

En 1977 aparece Death of ladies man, título destrozado aquí por el mero hecho de traducirlo literalmente al español como “La muerte de un mujeriego”. Lejos de la imagen indeseable del título hispano el disco es elegante y destaca en la discografía de Cohen. Introduce sonidos orquestales y adquieren más presencia las percusiones, dándole así al álbum un sonido totalmente diferente a los anteriores. Para Recent Songs (1979) recurre a ritmos de cadencia más blusera y vuelve a su sencillez instrumental, esta vez con la presencia de violín y saxo acompañando su voz, ahora algo más grave y ronca. A partir de este momento los discos de Cohen aparecen con cuentagotas.
No vuelve a haber material de estudio hasta 1985, cuando edita Various Positions, abierto con la magistral Dance me to the end of love y en el que también se incluye Hallelujah. Este álbum hará de transición hacia la nueva música del canadiense, en la que abundará el uso de sonidos sintéticos, y su voz llega a ese límite entre la ronquera y la pérdida de la voz. El clímax de su carrera músical llega en 1988 con I’m your man.

En 1992 sale The Future, un disco en la línea de Cohen, no tan sintético como I’m your man (1988). En esta época encontramos al Canadiense agotado por el éxito y, tras una relación con Rebeca de Mornay, se recluye en Los Ángeles en un monasterio Zen, donde llega a ser ordenado monje. Leonard Cohen desaparece por completo en su retiro absoluto.

Cuando parecía que su carrera había terminado para siempre y habiendo publicado un par de álbumes recopilatorios y en directo, en 2001 sale un nuevo disco llamado Ten New Songs. Cohen,  retórico, con la voz cada vez más apagada, grabó este disco tras abandonar su retiro Zen en la primavera de 1999. En 2004 publicó Dear Heather, un disco en el que lejos de cantar, recita versos acompañado de la calidez vocal de Sharon Robinson. En 2008, tras verse desvalijado por su manager, tuvo que volver a la carretera cosechando un gran éxito de público y crítica. De allí salieron Live in London (2009) y Songs fron the road (2010), dos discos que muestran cómo Cohen sabe envejecer y cómo ha sido capaz de convertir la decadencia en una estética que cautiva. Actualmente trabaja en un nuevo disco Old ideas y nuevo libro (en todo momento siguió escribiendo y publicando con cierta regularidad salvo en la época del retiro).

La obra de Leonard Cohen es un manual del cantautor, siempre abierto a la renovación, a la exploración de melódica, manteniendo su esencia personal en toda su obra, y nunca influenciado por los números de las discográficas, sólo por la necesidad creativa del artista. Ése es también la principal propiedad de su música. De igual modo, muchas de sus letras han sabido alojarse en la memoria sentimental por su carácter críptico y por lo que son capaces de insinuar (relaciones personales, matrimoniales, el valor de lo espiritual frente a lo material, los conflictos sociales) a un público ávido de símbolos que den significado a su cada vez más complicada existencia vital en tiempos de continua transformación.

Algunas de las canciones más importantes de Cohen son:

First we take Manhattan: Un tema mordaz, crítica al sistema empresarial y en especial a su anterior compañía discográfica, Sony, que lo abandonó tras veinte años de relación comercial. Abren la canción los versos “Me condenaron a veinte años de hastío por intentar cambiar el sistema desde dentro”. Enrique Morente, en su álbum Omega (1996), interpreta entre otras, esta canción de Cohen adaptada al español.

Ain’t no cure for love: El tema en esta canción es la rendición absoluta y placentera al amor. Cohen hace guiños a la religión y llena el tema de un romaticismo espiritual.

Everybody knows: Es una crítica social algo mordaz que habla sobre hechos innegables (todos saben que la guerra acabó / todos saben que los buenos perdieron). Repite sin cesar el título “todos saben”, lo que convierte la letanía en una contundente denuncia del mundo capitalista y consumista nacido tras la Segunda Guerra Mundial.

I’m your man: Cohen se rinde ante la mujer ofreciendo además un abanico mimético que le llevará a meterse en cualquier pellejo (y si quieres cualquier tipo de amor me pondré una máscara para tí).

Take this waltz: Basada en el Pequeño vals vienés del Poeta en Nueva York (1929 – 1930) de Lorca, jamás se ha hecho mejor adaptación del poema a la música, e incluso las que se hicieron en español, quizá en exceso contaminadas por el trabajo de Cohen, sonaban en exceso forzadas. Lo intentaron Enrique Morente en Omega (1996) y con más éxito Ana Belén en Lorquiana (1998). Cohen es devoto de García Lorca hasta el punto de llamar a su hija Lorca Cohen.

Jazz police: Canción  de tonos oscuros y percusión marcada. En este tema toman gran presencia los coros de la siempre fiel a Cohen Jennifer Warnes.

Tower of song: Vuelve el tema a ser su condición de cantante, como en First we take Manhattan. Esta vez el tema suena más oscuro, como un lamento por la soledad del autor incomprendido. “Pago cada día el alquiler en la Torre de la Canción”.

Democracy: Un canto de protesta a las injusticias que se producen durante el régimen democrático. “Democracy es coming to the USA”. Fue utilizada durante la campaña electoral que llevó a Bill Clinton a la Casa Blanca.

The future: Un canto del protesta de lo que percibe como situación en que está cayendo la sociedad y lo que será en el futuro. Alerta contra el nihilismo y contra la indiferencia que producen en las personas todas las catástrofes del hombre. “I´ve seen the future brother it is murder”.

Nadie duda ya a estas alturas de la fuerza innata de su música pese a no necesitar de contundentes ropajes sonoros ni fuegos pirotécnicos. Con esa voz grave, que parece surgir del fondo de una caverna, la sensibilidad ha sido siempre el motor de su obra, y el rasgo fascinante de su poesía siempre ha estado en lo que tratan de sugerir al público sus textos, para ello, emplea un calculado cripticismo (especialmente utilizado en temas relacionados con la meditación o el amor)  que no rehúye sin embargo de la denuncia y el compromiso. Como un caballero de la triste figura, con su sombrero y su flaqueza estilística, Cohen ha aportado estilo al noble arte de componer canciones y cantarlas. Su monotonía vocal, muchas veces criticada y entendida como una especie de  anticantante, es contemplada como un consuelo. Acudimos a Cohen para curar las heridas o tener un hogar entre las ruinas de la vida. Como el farolero en la noche oscura, Cohen, íntimo y humano, ilumina el camino para los sinuosos trazos tribulaciones de nuestra existencia.

Los premios Príncipe de Asturias vuelven a reconocer el valor de la composición musical. Su trascendencia mucho más allá del hilo musical y el mero entretenimiento irrelevante y soez al que nos tienen abocados las radiofórmulas y el negocio dominado por los ejecutivos y especuladores del sonido. El príncipe Cohen brilla allí donde la mediocridad es norma. Allí donde la música está hecha por la literatura.

Príncipe Cohen