miércoles. 24.04.2024

Es un trastorno relativamente poco frecuente. De todas las personas que provocan fuego, solo el 3% corresponde a pirómanos. De todos los incendios forestales provocados en este país, solo el 1% son provocados por personas que padecen este trastorno.

El perfil del pirómano en España es el de un varón, de nacionalidad española, soltero, de entre 30 y 58 años, con un trabajo de escasa cualificación, que abusa de sustancias psicoactivas, sobre todo del alcohol, y que reside y trabaja cerca del lugar donde prende el fuego. Así se desprende de un estudio realizado por la Guardia Civil, entregado a la Fiscalía de Medio Ambiente. El perfil medio de este incendiario se ha llevado a cabo tras entrevistar a 35 incendiarios forestales que se encontraban privados de libertad.

Paradójicamente, suelen ser los primeros en avisar al vecindario de la existencia del fuego e, incluso, se convierten en bomberos improvisados en los primeros voluntarios en ayudar a sofocarlo

La síntesis arroja que tiene estudios elementales o primarios, una infancia normal, que vive en un entorno rural, no suele tener problemas físicos, y cuando se han hallado problemas psicológicos suele tratarse de trastornos psicóticos. Su incendio es intencionado, aunque no existe una motivación clara, y no hay cómplices ni coautores. La investigación, incluye el análisis de una muestra de 510 incendios forestales en los que se llegó a conocer a sus autores, incluidos los 35 entrevistados ya citados.

La piromanía es un trastorno, según la Clasificación de Enfermedades Mentales de la APA (Americam Psychiatric Association), del control de los impulsos, definida como la provocación de incendios de forma recurrente e intencional, que suele asociarse a una excitación previa a la provocación (fascinación por el fuego, placer, alivio…). El pirómano se distingue del incendiario, en que este último persigue un beneficio económico, una venganza u otros fines y planifica los actos con bastante antelación. Es más frecuente en hombres que en mujeres. 

Paradójicamente, suelen ser los primeros en avisar al vecindario de la existencia del fuego e, incluso, se convierten en bomberos improvisados en los primeros voluntarios en ayudar a sofocarlo. Se arrepienten porque no tienen intención de causar daño; su problema es que sufren un trastorno de personalidad grave que da lugar a una pérdida del control de los impulsos. 

Desde el punto de vista psicoanalítico, el acto incendiario es una manera de dar salida a la rabia acumulada por la frustración causada por un sentimiento de inferioridad social, física o sexual. Hay corrientes psicoanalíticas que han asociado la piromanía con un ansia anormal de poder y prestigio social. En algunos estudios se describe que los padres de los pirómanos estaban ausentes, por lo que una explicación de esta conducta sería que representa a nivel simbólico, el deseo inconsciente de que el padre ausente regrese a casa como rescatador, apague el incendio y salve al hijo de una existencia difícil. Se desconoce la edad típica de aparición de este trastorno, aunque frecuentemente ya se encuentra en la niñez. Cuando se inicia en la adolescencia o en la adultez, tiende a ser deliberadamente destructiva. 

Los actos incendiarios de los pirómanos son episódicos, con períodos alternantes de activación y descanso. El pronóstico de los niños que reciben tratamiento es bueno. En el caso de los adultos, el pronóstico es más sombrío, ya que suelen negar sus actos y con frecuencia padecen alcoholismo y carecen de capacidades de introspección para la psicoterapia. 

Como ejemplos de algunos pirómanos conocidos por los medios de comunicación en España tenemos los siguientes: P.M. insistía en que él no había sido cuando le preguntaban por la autoría del incendio de Pedro Bernardo, en Ávila, el 11 de noviembre de 2000, donde ardieron 3.500 hectáreas. Sin embargo, no era su primera vez. En 1998 fue condenado a dos años de cárcel por provocar un fuego en Cebreros. Pero al carecer de antecedentes penales y debido a su buena conducta, el joven, de entonces 23 años, sólo pasó dos meses en el penal. Por desgracia este hecho se repite con demasiada frecuencia. En Cataluña, los Mossos d’Esquadra detenían a R.C.S como presunto autor de cinco incendios forestales declarados un mes antes en Begur, Gerona. Anteriormente, un vecino de la localidad también gerundense de Calella de Palafrugell alertó a las autoridades cuando vio a un hombre prender fuego en una zona boscosa cerca de un camping. En el Parque Nacional de Cazorla, un incendio arrasó 836 hectáreas, obligó a que 400 vecinos fueran evacuados, dejó miles de árboles calcinados y un sector, el turístico, seriamente dañado, y su autor, como en tantas ocasiones, nunca fue detenido.

Por último, una reflexión del Cardenal Richelieu: “los grandes incendios surgen de chispas pequeñas”.

La Piromanía: Un trastorno del control de los impulsos