martes. 23.04.2024

carmen la rebeldeCon el espaldarazo de ciertos emporios y grupos mediáticos influyentes, suele incentivarse la mediocridad y el escaso mérito literario, si se considera con suficiente garantía de escándalo y morbosidad para lograr sustanciosas ventas. El embuste, la contra verdad histórica, el adefesio estético y el hazmerreír se convierten así en moneda de curso ilegal. Y, lo que es incluso peor, también el revisionismo de la historia y de la historiografía literaria. Tal es el caso del malogrado libro Carmen, la rebelde (Planeta, 2018), de Pilar Eyre.

Este folletín melodramático se anuncia como novela histórica, si bien poco tiene que ver con ese subgénero narrativo más allá de perfilar algún dato cogido con alfileres y personajes que fueron reales. El principal de ellos es Carmen Ruiz Moragas (1896-1936), sobresaliente actriz de teatro en los años veinte y treinta, formada por María Guerrero, preferida de Jacinto Benavente, impulsora de nuestro teatro clásico y del contemporáneo europeo, con Compañía propia en los teatros Español y Fontalba madrileños y destacada en la primera cinematografía muda española. Su madrugadora muerte cercenó una carrera artística de muy meritoria calidad que probablemente se hubiera agrandado en el exilio. Alguna bibliografía existente, respetable y no narrativa, así lo presume.  

Sorprende que se tilde a La Moragas de “rebelde”, cuando se elabora falsariamente el retrato de una mujer sumisa, subyugada por un rey, materialista hasta extremos insospechados, maleable y resignada, cautivada por su fascinación por el lujo, capaz de dejarse abofetear por sus amantes o soportar humillaciones en alcobas. Lo contrario de lo que fue. No hay atisbo de rebeldía ni de inconformismo en esta Carmen. O, al menos, la autora ha sido incapaz de demostrarlo. He aquí el primer puntapié en las espinillas de la creación, de la verdad histórica y del pulcro quehacer literario.

La supuesta originalidad del libro de Eyre se asienta en el predio de la superchería e inverosimilitud, con daños colaterales en la reescritura de la Historia

La trama novelesca no es nueva, sigue casi con devoción religiosa la de la novela La Borbona (2015) y, dicho sea al paso, de un guión cinematográfico basado en esa obra, convenientemente registrado. Pero la gacetillera se empeña en declarar en la prensa que nadie había escrito antes sobre la vida extraordinaria de la actriz. Se equivoca adrede. La similitud memorialistica entre ambas obras es incuestionable. La voz narrativa la encarna la propia protagonista, que, enferma de un cáncer, escribe sus memorias mientras convive con su último compañero, el escritor Juan Chabás. Ambas trazan, primero, el matrimonio en 1917 de Carmen con el torero mexicano Rodolfo Gaona (fugaz, de apenas unos meses, pero que Eyre, sabedora de la atracción que puede generar en sus lectores el tópico idilio entre un torero y una actriz, alarga fatigosamente); y, luego, el manoseado romance de Carmen con Alfonso XIII, del que hubo dos hijos, aderezado de alcobazos reales, cursilerías, inexactitudes y falsificación histórica y literaria a granel, errores e invenciones de escribientes vagos. Contrariamente a La Borbona, escamotea, mutila la trayectoria teatral y cinematográfica de la actriz durante la Segunda República, sin duda el período más brillante de su actividad artística. La autora prefiere espiar tras los visillos los dormitorios de la lujuria real.

La supuesta originalidad del libro de Eyre se asienta en el predio de la superchería e inverosimilitud, con daños colaterales en la reescritura de la Historia, pues lo verdaderamente sustancial para ella es propiciar el jaleo mediático y los subsiguientes beneficios monetarios. Valga, por ejemplo, la trampa de poner en duda la paternidad de un bastardo Borbón ya difunto, reconocido justamente como tal, basándose en que La Moragas metió a un poeta en su cama, que por los mismos días compartía con el rey; es decir, forzar la ficción para embarrarse en la sandez supina, más allá de ignorar la biografía y trayectoria del concernido escritor y crítico Juan Chabás. Y todo ello, para que los corrillos tertulianos chillen como cafeteras desenfrenadas. Así las cosas, créase el lector que Napoleón muere apuñalado por Josefina en el  barrio de Carabanchel.

eyre

La falta de rigor investigador y la adulteración compulsiva del dato historiográfico causa vergüenza ajena. Cierto es, en cambio, que los gallos de 'Carmen, la rebelde' no cantan al amanecer

No es de recibo falsear la historia por mero capricho: Alfonso XIII no acudió en 1925 al nacimiento de su hija bastarda en Florencia, más absurdo resulta que se mantenga que estuvo allí dos meses. Tan inexacto como novelar que lo último que hizo el monarca antes de huir por piernas de España fue visitar a la madre de sus dos bastardos. A los estudiosos de la  poesía contemporánea les pondrá los pelos de punta el anacronismo al leer que la primera relación carnal de Carmela Moragas y Juan Chabás ocurrió (no dice cuándo) en el piso estudiantil que éste compartía con Alberti y Lorca. Sólo por indocumentación zafia pueden eliminarse de un plumazo las actividades artísticas de la actriz en los años treinta y desdeñarse sus convicciones republicanas. Tan chusco como confundir a Pastora Imperio con Imperio Argentina, tachar de horteras a los poetas del 27, llamar puta a la actriz Irene López Heredia, atribuir a Zenobia Camprubí lo que dijo Alberti sobre el parecido de los hijos de La Moragas a Alfonso XIII, dar crédito a la rumoreada homosexualidad de Gaona… La letanía del despropósito, de la insensatez y del insulto barriobajero abruma. La servidumbre a intereses espurios conduce a una obscena reescritura revisionista que agrede la verdad histórica…, y literaria. Nuestros bachilleres jamás suscribirían tales dislates. Después de esto, se antojan meras menudencias que la periodista desconozca el principal oficio literario de Chabás; que Linares Rivas no fuera el dramaturgo de La malcasada ni de Memeces y Jacinto Benavente tampoco de La razón del mal amor ni La Moragas debutó con una obra de don Jacinto en Castellón… La falta de rigor investigador y la adulteración compulsiva del dato historiográfico causa vergüenza ajena. Cierto es, en cambio, que los gallos de Carmen, la rebelde no cantan al amanecer.

La autora reconoce la ayuda que debe a wikipedia y a revistas y periódicos digitalizados, pero demuestra no haberlos cotejado debidamente. Aún más grave es que calle y desprecie otras fuentes. Cualquier licenciado en filología hispánica reconocería sin dificultad cuáles no ha consultado y cuántas faltan en su magra bibliografía. Por lo demás, conclúyase que el estilo de esta obra desaconseja su lectura y, desde luego, no desperdiciar más tinta ni más saliva.


Javier Pérez Bazo 
Catedrático de Literatura española de Universidad de Toulouse  -  Jean Jaurès
Autor de '
La Borbona'

Pilar Eyre, su 'Borbona' y algunos errores de bulto