jueves. 02.05.2024
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Plaza Mayor de Valladolid, lugar donde se celebró el acto del Perdón General del 1 de noviembre de 1522.

@Montagut5

En el Antiguo Régimen no se otorgaban amnistías por gobiernos vía decreto ni por los parlamentos a través de leyes, sino perdones por parte de los monarcas, empleando su potestad regia, intentando serenar ánimos y situaciones, y/o demostrando la virtud de la magnanimidad como un principio más de reafirmación de su poder, de origen divino e incuestionable.

Uno de los perdones más importantes de la Historia moderna española fue el Perdón General de 1522 o Perdón de Todos los Santos, porque se promulgó el primero de noviembre de ese año, por el rey Carlos I, ya emperador.

Por el mismo, el primer monarca de la Casa de Austria otorgó el perdón a todos los que habían participado en la Guerra o Revuelta de las Comunidades, pero con casi trescientas excepciones, ya que los protagonistas y más implicados no fueron perdonados. Los reyes perdonaban, en uso de sus facultades, y para reafirmar su poder, pero no podían tolerar levantamientos ni revueltas porque, insistimos, su poder no podía ser contestado. Lo que realizó Carlos de Habsburgo es un claro ejemplo de lo que decimos, y en aras de pacificar un reino revuelto en el comienzo de su reinado por la política que había emprendido y que gran parte del mismo no había aceptado por considerar que no era verdaderamente castellana y obedecía solamente a los intereses dinásticos del nieto de los Reyes Católicos, exigiendo dineros para su coronación imperial y distribuyendo cargos y dignidades a extranjeros.

Carlos fue coronado emperador en Aquisgrán en 1520, aunque luego tuviera que serlo por el papa, un hecho que se retrasó por las profundas diferencias entre el monarca y Clemente VII, que había apoyado a Francia, y que provocaron el famoso Saco de Roma en 1527. La coronación por parte del papa no se produjo hasta 1530 en Bolonia.

Pues bien, el emperador regresó en julio de 1522, y este hecho trajo consigo un recrudecimiento de la represión sobre los comuneros vencidos en Villalar en abril de 1521. Pero también es cierto que en los círculos cortesanos comenzó a correr la idea de que la represión no podía continuar porque eso afectaría a un monarca todavía nada popular, por lo que parecía que podría ser conveniente promulgar un perdón general, aunque, en realidad, no fuera general por el número de excepciones que se practicaron. Se tomó, pues, la decisión y se encargó al secretario Francisco de los Cobos que preparase el documento pertinente. Pero el proceso se dilató unos meses. Cobos pensaba que sería conveniente que en el texto se anulasen o restringiesen algunos privilegios de las ciudades comuneras. También se pretendía anular las ferias de Medina del Campo, tan destacadas en el ámbito económico castellano y hasta se pensó en retirar la Chancillería de la ciudad de Valladolid. Pero una cosa era no perdonar a los más recalcitrantes y protagonistas y otras poner en marcha medidas harto impopulares, y que, a buen seguro, generarían un nuevo descontento.

En esta especie de debate en el seno del poder, entre el Consejo Real y los más allegados al monarca, se terminó de perfilar el documento. Fue firmado el 28 de octubre, y el Consejo lo ratificó. Fue impreso en Alcalá de Henares y se difundió por toda Castilla.

El acto fundamental de la proclamación del Perdón General se produjo el mencionado 1 de noviembre en la Plaza Mayor de Valladolid, estando presente el propio Carlos, y los principales personajes de la Corte y el Gobierno de la Monarquía.

El texto comenzaba recordando los acontecimientos que, desde junio de 1520 hasta el 23 de abril de 1521, fecha de la Batalla de Villalar, habían tenido lugar. A continuación, se expresaba que el rey mostraría benevolencia con las ciudades que habían apoyado la revuelta, perdonando los delitos de lesa majestad, saqueos y asesinatos, pero no para los responsables principales de la insurrección, y se avisaba, por lo demás, que tanto los particulares como la Corona seguían teniendo derecho a reclamar indemnizaciones por daños causados por los responsables de la insurrección.

En conclusión, perdón sí, pero muy limitado porque, aunque se elaboró una lista de unos 293 comuneros exceptuados, la misma, en realidad, fue mucho más larga.

El Perdón General de 1522