jueves. 28.03.2024
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Fotos: Alex Basha

Hace algún tiempo, noventa años concretamente, que nació Pedro Iturralde, por eso sabemos que cuando desde el escenario nos habla de Duke Ellington o de esa cancioncilla francesa que cantaba Yves Montand, no nos habla de lo aprendido en los libros, sino de lo vivido en primera persona.

No nos habría correspondido por el hasta ahora ineludible paso del tiempo, haber podido ver a Pedro Iturralde sobre el escenario, pero por algún dislate de la casualidad, podemos decir que lo vimos actuar el día de su noventa cumpleaños. Pocos antecedentes habrá de un caso similar y muchos menos de artistas que sean capaces de subirse al escenario mucho más que dignamente con esa edad. Porque lo principal, lo verdaderamente insólito fue que ayer Pedro Iturralde parecía tocar por primera vez cada una de las piezas que interpretó, contar por primera vez la historia del líbano donde le grabaron Bedro en una esclava de oro o explicar su homenaje a Granados como si lo acabase de componer. 

Hubo tarta de cumpleaños sobre el escenario, hubo cumpleaños feliz y hasta hubo homenaje, pero lo que más hubo anoche fue jazz y jazz del bueno, del que te hiela la sangre o del que te la hace hervir. Una velada así que sólo podía tener a alguien como José Miguel López (Discópolis) como presentador. El periodista nos llevó de la mano hasta principios de los sesenta, cuando Iturralde grabó "Jazz Flamenco" acompañado del niño Paco de Algeciras, tras el que se escondía Paco de Lucía. Nos hizo visitar el Whiskey Jazz de Madrid y nos recordó la importancia del "Pedro Iturralde Quartet Featuring Hampton Hawes". 

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El jazz y los dedos prodigiosos de Pedro Iturralde hicieron el resto. Presentó su último disco con la humildad de un principiante enamorado que desde el escenario se preguntaba “¿Por qué me queréis tanto? Yo no hago nada más que tocar canciones”. En su clásico formato de cuarteto y acompañado de su banda habitual Richie Ferrer (contrabajo), Mariano Díaz (piano) y Daniel García (batería), Pedro Iturralde deleitó con unos dedos seguros, certeros y delicados. 

El recital comenzó con Iturralde anunciando que iba a interpretar “Sofisticated lady” de Duke Ellington y que “después veremos lo que hacemos…”. Ese después nos hizo viajar a Grecia, al norte de África, a los clubs de Jazz llenos de humo o a la Francia que revolucionó las calles pero también la música a finales de los sesenta y principios de los setenta. Con un inolvidable “Les feuilles mortes” se despidió Iturralde del escenario con “sombrero de ala ancha de medio lao” incluido. 

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No hubo bis. Iturralde lo había dado todo sobre el escenario y nadie osó pedirle más. Un público en pie lo despidió del escenario de Estival Cuenca en el Parador de Cuenca. El grupo se abrazó sobre el escenario y quiso hacerse una fotografía para el recuerdo. Cada concierto de Iturralde es una prórroga que nos da el destino y como tal hay que disfrutarlo, porque como dijo el poeta José Hierro “Ya ha pasado el tiempo / sobre todos nosotros”.

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Pedro Iturralde, noventa años tocando cada noche por primera vez