viernes. 19.04.2024
Pascuala Ilabaca1
Fotos: María Ramos

Pascuala Ilabaca presentó en la plaza del Ayuntamiento de Cartagena su disco ‘El mito de la pérgola’ (2018) dentro del Festival La Mar de Músicas, como lo ha presentado ya en medio mundo, sin perder la sonrisa y acompañada de la banda Fauna, cantando en castellano y en quechua. “Caminito viejo / no me lleves donde no quiero ir”, porque este caminito viejo conduce a otros nuevos lugares. Lugares en los que hablar de recuperar el espacio público para el arte y para la música, en los que reivindicar el papel del trabajador de las artes, en los que cambiar las letras machistas y caducas, pero mantener los ritmos vivos. 

Caminitos viejos que se cruzan unos con otros y se enriquecen. En la biografía de Pascuala Ilabaca se cruzan muchos caminitos viejos, desde su nacimiento en Girona, su raíz folclórica chilena, país al que llegó con dos años, su juventud mexicana, sus experiencias vitales en la India, su conciencia feminista, la emigración vivida y sentida, su compromiso social y colectivo o su amor a la poesía. Con estos mimbres se construye este cesto, aparentemente sencillo, pero rico en matices y aromas, alejado del slogan fácil y superficial para ahondar en las profundidades del compromiso.

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Siete discos ya en la mochila, desde aquel primer y delicioso ‘Pascuala le canta Violeta’ (2008), que no le restan ni un ápice de frescura a su propuesta escénica frágil y poderosa a un tiempo. Un cóctel fresco y aromático, donde encontramos aromas a Violeta Parra, pero también a Lila Downs, Víctor Jara o Yma Sumac. Una propuesta que trasciende lo musical para reivindicar una forma de ver la vida y de estar en el mundo, “trayendo el arte al centro de la calle, el arte pertenece a la vía pública. Aquí estamos todos juntos, como debe ser, junto al arte en comunicación colectiva”, como dijo la propia Pascuala durante su concierto. 

En pleno naufragio postmoderno. Cuando todo parece visto y oído. Cuando parece que de las llamas que llegaron sólo hay cenizas, mensajes fáciles y comestibles. Cuando el paso del tiempo hace que tantas voces marchen y se apaguen. Cuando andábamos pensando que nos habíamos bebido el último sorbo de la World Music y lo que quedaba en el fondo del vaso eran sólo los clichés de personajes secundarios. Entonces llega la poesía para lanzarnos una tabla a la que aferrarnos. Poesía sonriente escondida en un pequeño acordeón. Poesía ocupando las plazas públicas y bañando con mensajes ricos y fecundos las calles. 

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El día anterior habíamos despedido a Salif Keita de los escenarios cerrando un ciclo de veinticinco años de músicas del mundo. Simbólicamente habíamos asistido al ritual por un tiempo que se fué. Con Keita se va un tiempo en el que descubrimos a una generación irrepetible de músicos africanos que nos abrieron la mente a otras formas de ver el mundo. Veinticinco Mar de Músicas después parecía cerrarse el círculo. 

Entonces llegó ella, sonriente y compleja, sin aires de diva, pisando la calle para reivindicar el espacio público y el mestizaje. Cantando como siempre y como nunca ritmos tradicionales como la cumbia desde la visión empoderada y poética. Letras de Violeta Parra o Gabriela Mistral que volvemos a escuchar como recién escritas. Hay un futuro que será mujer y vendrá de Latinoamérica. Hay futuro. 


Pascuala Ilabaca y Fauna actuaron en la plaza del Ayuntamiento de Cartagena (España) el 23 de julio de 2019 dentro del programa del festival La Mar de Músicas.

Pascuala Ilabaca, cuando la vida te toma la mano