viernes. 26.04.2024
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Otra ronda es una gran película que aborda muchos temas. La mediana edad. Cuando ya no eres joven, pero queda un buen trecho para cruzar otro umbral. Una sensación que puede verse agravada si tus alumnos no envejecen, porque cada nuevo curso mantienen idéntica  juventud, mientras que los años dejan huella en el docente.

Las relaciones personales articulan el argumento. Inevitables crisis de parejas veteranas, contrastadas con quienes viven solos. El trato con unos alumnos cuyo contexto social es tan voluble. En definitiva se reflexiona sobre la vida y cómo está cobra sentido al compartirla con los demás.

El hilo conductor de la narración es una pintoresca teoría, según la cual el organismo humano estaría diseñado para tener una determinada tasa de alcohol, por debajo de la cual no funcionaríamos a pleno rendimiento.

Un cuarteto de profesores deciden experimentarla y se conjuran para comprobar si esa teoría es o no cierta, intentando mantener en secreto su experimento. Pero ese punto de partida no agota el argumento de un guión sumamente complejo y muy bien interpretado.

Cineastas como Thomas Vinterberg son un oasis en medio de un desierto donde la imaginación suele brillar por su ausencia

Enseguida comprueban que ponerse algo alegres con unas copitas les desinhibe y les hace creer que pueden afrontar sus problemas cotidianos con mucha mayor soltura. Sus clases también se benefician del chute anímico y se vuelven más dinámicas, cosechando éxitos prácticamente olvidados.

Por supuesto, cuando deciden tensar la cuerda, las cosas cambian y todo se complica sobremanera. En el ámbito doméstico y en el entorno laboral. Aquello que había logrado conferirles una discreta euforia, deviene algo tóxico que lo arruina todo y les deja fuera de combate.

Pero la película no gira en torno al consumo de alcohol. Más bien lo utiliza para hablarnos de la moderación y los excesos. Disfrutado en pequeñas dosis puede reportar beneficios. Cualquier abuso tiene consecuencias adversas, aunque aquello de lo que abusemos no sea necesariamente nocivo por sí mismo.

Cuando vi la película en el festival de San Sebastián (que todavía pudo celebrarse a pesar de la pandemia con todas las cautelas profilácticas para evitar el contagio del coronavirus), me inspiró unas reflexiones acerca de Los estragos del maniqueísmo social y la polarización política (publicado en The Conversation), cuya vigencia se ha realzado por desgracia en estos últimos meses.

Durante la rueda de prensa pregunté al director a quién había dedicado la película, como he solido hacer en muchas otras ocasiones. Tardó unos minutos en responder y luego me sentí muy conmocionado. Su hija, que por cierto tenía reservado un pequeño papel, murió poco antes de comenzar el rodaje. Tras pensarlo un momento, decidió proseguir con el proyecto y rodarla en homenaje a su memoria.

Fue un acierto. Esta película es tan interesante como toda su filmografía. Con el mismo protagonista con quien rodó La caza, una cinta inquietantes sobre nuestros prejuicios e inercias comunitarias. En esta se habla también de nuestra vida con los demás, desmontando toda suerte de lugares comunes.

Da mucho que pensar. Es áspera en ocasiones y en otros momentos nos arranca una sonrisa, logrando emocionarnos con su apoteósico final. Es auténtico cine. Los espectadores no se quedan al otro lado de la pantalla, sino que se ven atrapados por cuanto se les cuenta con un esmerado lenguaje cinematográfico.

No se la pierdan. Ahora lo más habitual es que os efectos especiales pretendan suplir la solvencia de los guionistas y esto únicamente logra desbaratar el séptimo arte. Cineastas como Thomas Vinterberg son un oasis en medio de un desierto donde la imaginación suele brillar por su ausencia. Realiza un cine con ideas porque tiene una idea muy sugestiva de lo que significa el cine, un inspirador bien cultural más necesario que nunca.

'Otra ronda': Cine con ideas e idea del cine