viernes. 19.04.2024
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Parque de un barrio periférico. Madrid

Poesía | MANUEL RICO

Hoy poetas que por no participar en algún acontecimiento promocional colectivo, por no haberse estrenado en una editorial de amplia difusión o con un premio relevante, quedan en un espacio lateral del panorama literario y, con ello, si no silenciados, sí semiocultos, algo que nada tiene que ver, por fortuna, con la calidad de su propuesta.

Sara ZapataEs el caso de Sara Zapata (Madrid, 1977), una poeta de las que comenzaron a madurar poéticamente bien avanzado el cambio de siglo y a crecer de manera pausada en la segunda década de éste. Hasta tal punto es así que su primer poemario, Palabras para salvarse, apareció en 2015. Ahora publica, en la bellísima colección de El Sastre de Apollinaire, Hilos invisibles, un libro contenido, de palabra honda y apegada al doble territorio de la cotidianidad y la memoria. Con un tono coloquial, próximo, que a veces nos recuerda la propensión a la confidencia de una poeta como Francisca Aguirre, Sara Zapata nos proporciona, convertidos en poema, los fulgores de la vida y los momentos de meditación desprovistos de todo adanismo, enlazados con lo mejor de las emociones heredadas y, las más de las veces, invisibles. Todo ello impregnado por una mirada feminista que se alimenta de la intimidad, de la historia vivida, más que del alegato o la proclama. Así se advierte desde la primera estrofa del poema “Mujeres” con que abre el libro: “Porque nací mujer / llevo en mi retina / los pucheros de mi abuela, / las manos agrietadas / de la señora Mercedes, / el olor a lejía en los abrazos / de mi tía Soledad”. Es una poesía de emociones, en la que el lenguaje se mueve en una austeridad lírica, de registros intensos que huyen de cualquier asomo de verbosidad que atenúe su carga sentimental (y estética).

Hilos-invisiblesVivimos un tiempo raro para la poesía de calidad. La subpoesía o lo que un poeta como Martín Rodríguez-Gaona denomina “poesía pop tardo adolescente”, que se ha adueñado de las mesas de novedades de grandes almacenes de la mano de editoriales que confunden negocio y poesía, aparece como la vía más simple de tratar, mediante el texto, los sentimientos más elementales. El abaratamiento de las emociones de ese subgénero solo puede ser contrarrestado por la apuesta por la poesía sin adjetivos. Emoción y lenguaje revelador, ahondamiento en, digámoslo en palabras de Valente, la memoria y sus signos, búsqueda en las zonas menos visibles de la realidad pero que también son realidad. Tal vez podamos llamar a eso poesía de la experiencia, de una experiencia compleja, no capilar. En Sara Zapata está esa búsqueda. Hilos que no se ven, estambres que enlazan el presente con el pasado (“Habría que volver atrás / para olvidarnos del miedo y su torpeza”), la naturaleza con la aspiración a conservarla y restituirla, la vida semioculta de los barrios extremos (“Son como un borrón, una mancha extraña / que no encaja en el cuadro”) con los objetos amados de la infancia que aún flotan, como seres a la espera, en la memoria, desde el mantel de flores de los viejos domingos, hasta el viaje en un coche “sin cinturón” o el recuerdo de un niño de ojos saltones.

Hilos invisibles que enlazan al sujeto poético con el ser amado, con momentos felices y con una rutina que en el poema asoma como refugio frente a las inclemencias del exterior y del presente: “Quiero sacar a bailar al día a día, / elevar a la condición de singular / el café de las mañanas, / el consabido camino al trabajo”. Hilos invisibles que unen realidades tan alejadas como la fila de cipreses de un cementerio invernal con el territorio con nuevos códigos de comportamiento vinculados a nombres como Amazon o con la agobiante presión de las redes sociales. Y sobre todo ello (y dentro de), la palabra poética. Un libro a no eludir entre las novedades de esta primavera de vacunaciones y nuevos horizontes. Necesario y emocionante


Sara Zapata | Hilos invisibles | El Sastre de Apollinaire. Madrid, 2021. 84 págs. 12 euros. Compra online. 

Lo que nos une al tiempo | “Hilos invisibles”, de Sara Zapata