jueves. 25.04.2024

artola

No son muchas las personalidades de la cultura de un país de las que se pueda decir que son “maestros de maestros”. Miguel Artola es una de ellas. Sin duda. Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 1991, miembro de la Real Academia de Historia desde 1982, presidente que fue del Instituto de España que integra a esa academia con las demás, Medalla de Alfonso X el Sabio en 1996, Premio Nacional de Historia en 1992 por la indispensable Enciclopedia de Historia de España (Alianza Editorial), donde tuve el honor de trabajar codo con codo con él y debutar así en esta profesión de la mano de su hijo Ricardo...

Es Miguel Artola tan destacable por tantos motivos que la enumeración anterior, lejos de ser abrumadora, es suficiente para resaltar el descollante papel como historiador de este donostiarra nacido el 12 de julio de 1923. Investigador y profesor. Como ambas cosas tuve la suerte de tratarle. Como profesor, fue Miguel Artola para mi (en 1983, 1984 y 1985, pocos años antes de jubilarse en 1988 en aquella Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Madrid de tan gratos recuerdos) una magnífica manera de ayudarme a desentrañar con contundencia qué utilidad tiene comprender los fenómenos históricos y de qué forma ordenarlos para explicárselos a los demás. A todos, a los no iniciados antes que a nadie. Con categoría literaria, no solo con la erudición propia de los que se tienen por dueños de secretos que en realidad no les pertenecen.

Para Artola ―experto en el conocimiento de la contemporaneidad pero historiador de largo aliento capaz de asimilar y de volcar en sus lectores el dilatado recorrido del ser humano antes incluso de llegar a la eclosión de las llamadas revoluciones atlánticas―, la Historia es el resultado de la dialéctica establecida entre los profesionales de su estudio, es decir, el consenso final sobre el mismo. Es un instrumento político de primer orden que conviene custodiar sin ocultarlo. La Historia es la disciplina propia de los historiadores. Nada más y nada menos. De gentes como Miguel Artola.

Finalmente, conseguí que una de mis últimas actividades como director editorial de Punto de Vista editores fuera lograr que reeditáramos una de sus obras más conocidas: Textos fundamentales para la Historia. Es mi gran trofeo profesional.

Como ya escribiera en otro lugar:

cuánta razón tenía el maestro de historiadores Don Miguel Artola cuando me enseñó que la Historia es aburrida si explica los tiempos felices y que sólo destella cada vez que vibra conociendo las turbulencias, los pliegues geosinclinales de los que surgirán los tiempos en los que parece que no ocurriese nada.

Miguel Artola: maestro de historiadores