jueves. 25.04.2024
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Pete Townshend

Aunque había sido contratado en 1996, el libro autobiográfico Who I Am: A Memoir, de Pete Townshend, fue publicado en 2012. Y dos años después en su edición en español (traducido por Miquel Izquierdo), reproduciendo el mismo título prácticamente (Who I Am. Memorias), dejando así la emblemática palabra Who jugando su papel de enseña, de banderín de enganche.

El que soy. Townshend, una leyenda musical del siglo XX (y del XXI), uno de los buques insignia de la realeza del rock. Para muchos, parte esencial de la tetralogía invencible del pop británico más eterno: The Beatles, The Rolling Stones, The Kinks… y The Who. (Puedes quitar la palabra británico. También sustituir pop por rock.)

Pete Townshend, que sufrió abusos infantiles (como se deja entrever de forma velada o manifiesta, según, a lo largo del libro), escribió unas memorias magníficas, directas, complejas (por personales) y de una apariencia de sinceridad minuciosa difícilmente tolerable en ocasiones (para quienes se vean reflejados en ellas). También, al mismo tiempo, escribió uno de esos libros extraordinarios sobre la música popular de las últimas seis décadas salido de la experiencia y los deseos de uno de sus principales protagonistas.

libros PETE

Mi vida es el rock

El rock, aquella música juvenil que vino a sustituir a la música de los mayores:

“Yo sabía que el mundo estaba cambiando y estábamos mandando un mensaje. La vieja manera, convencional, de hacer música ya nunca iba a ser la misma.

Cuando despedacé la guitarra por primera vez, no tenía ni idea de adónde me llevaría aquello, pero sabía de dónde venía. Como hijo de un clarinetista y saxofonista de los Squadronaires, la prototípica banda británica de swing, yo había mamado cariño por aquella música; un amor que iba a traicionar por una pasión nueva: el rock’n’roll, la música que llegó para destruir aquella”.

Hijo de músicos, Townshend quiso ser como su padre cuando le vio convertirse en una (muy fugaz) estrella del pop. Del pop antes del pop tal y como lo conocemos (aquel que The Who ayudaron a modelar desde el lenguaje del rock), se entiende. Estamos en 1956, Pete tiene 11 años, pero él ya escuchaba en la radio, con su padre, algunas de las primeras grabaciones de rocanrol registradas por la BBC (las de Roy Ellington, por ejemplo, “también artista de cabaret”, algo que se le antojaba a Townshend “una especie de jazz híbrido: música swing con una letra idiota, pero sonaba joven y rebelde”).

“Después de haber visto Rock around the clock con Bill Halley, ya nada volvería a ser lo mismo”.

Elvis Presley era para Pete por aquel entonces un memo. Así lo explica:

“Elvis me sonaba cursi, un bobo que cantaba sobre perros con voz arrastrada. No me cabía en la cabeza. Lamentablemente, yo me había perdido sus primeros grandes lanzamientos como That’s allright mama y Heartbreak Hotel, y había caído directamente a manos de Hound dog y Love me tender, una canción que me daba ganas de vomitar. En sus películas (aparte de El rock de la cárcel), Elvis confirmaba la imagen de memo que tenía de él”.

Guitarist and songwriter Pete Townshend of British rock group The Who recrods at IBC Studios, London, October 1968.

Pete Townshend en sus inicios

Por aquel entonces, tocando la armónica bajo la lluvia, “experimenté una vivencia extraordinaria que me cambió la vida. De pronto, estaba oyendo música dentro de la música: una belleza armónica, rica y compleja que había estado encerrada en los sonidos que yo creaba”. Días más tarde, navegando por el Támesis, “de nuevo empecé a oír la música más extraordinaria, espoleado por el gemido del motor y el chapoteo del agua contra el casco. Oía violines, chelos, trompetas, harpas y voces, que se iban incrementando hasta que pude escuchar incontables secciones de un coro angelical; fue una experiencia sublime. Jamás he vuelto a escuchar una música parecida, pero mi gran ambición musical siempre ha sido la de redescubrir ese sonido y reavivar su efecto en mí. En el clímax de mi trance eufórico, el bote varó contra la orilla embarrada frente a la choza de la tropa. La música cesó. Desolado, empecé a llorar”.

Esa experiencia casi mística reaparecería poco después cuando tocaba unos acordes que le exaltaron: sentía vibrar su cuerpo, su cabeza se llenaba de una compleja música orquestal perturbadora que se elevaba cada vez más y más alto. Ese era el adolescente Pete Townshend.

Tocando la improvisada guitarra de un amigo por vez primera, “sin saber muy bien cómo”, logró sacarla una melodía que convenció a los adultos que le escuchaban de que podría ser un buen guitarrista. Talento natural no le faltaba. Al escuchar éxitos de la música skiffle en aquellos días, Pete se dio cuenta de que “con una guitarra y unos pocos acordes se podían componer discos de éxito”. (Más adelante, Townshend escribirá que el trompetista y cornetista Ken Colyer, que contó con su propia banda de jazz y skiffle, en los años 50 y comienzos de los 60, “era probablemente el verdadero manantial de la música moderna en Gran Bretaña”.)

Con 12 años ya forma parte de un grupo… en el que ya está su amigo John Entwistle: su primera actuación, en diciembre del año 58. Tres años después comienza a estudiar arte en el Ealing Art College (ese centro supondrá “una revelación en muchos sentidos: social, creativa, sexual y musical”). Conoce a Roger Daltrey, que le ofrece unirse a su grupo, los Detours, al que se incorpora en 1962, a sus 17 años. Pete era en aquellos días un admirador de Ella Fitzgerald. Las nuevas tendencias le afectaban, pero sin abrumarle. Su imaginación musical crecía (creaba “música onírica” en su cabeza, sic). Conoce el movimiento mod, opuesto al de los rockers. Se hace mod. Gana dinero actuando a menudo. Sabe de los Rolling Stones, que ya despuntaban y “eran la banda a la que había que seguir”. En 1963 conocen a su futuro ingeniero y productor Glyn Johns. Enamorado por aquel entonces del blues, Pete tiene discos de Leadbelly, Sonny Terry, Big Bill Broonzy, ha escuchado a Chuck Berry, a Lightnin’ Hopkins, Howlin’ Wolf, John Lee Hooker, Little WalterJimmy Reed, Mose Allison, Jimmy Smith, Ray Charles, Bo Diddley… Es decir, algo de jazz, sobre todo rhythm and blues, también rocanrol. Aprende por sí mismo sin dificultad a tocar rhythm and blues a la guitarra (emulaba a Reed, Hooker, al guitarrista de Howlin’ Wolf, Hubet Sumlin). Telonean en diciembre de aquel 63 a los Rolling Stones (“me convertí en un fan instantáneo de por vida”). Varios grupos graban en 1964 su canción It was you, mientras el público de los Detours son ante todo mods. Eric Clapton, en los Yardbirds en aquellos días, y Jeff Beck son para él, como guitarrista, “una competencia real e inmediata”. Telonean a The Kinks.

“Los Kinks tocaban varios de los mismos temas rhythm and blues que nosotros, y de algún modo se apañaban para resultar poéticos, melancólicos, ingeniosos, irónicos y ferozmente irascibles al mismo tiempo. Junto con los Stones, siempre los contemplo como una influencia primordial”.

El 14 de febrero de 1964 deciden cambiarse el nombre (había otros Detours) por The Who (Pete había sugerido que se llamaran The Hair).

“En 1964 empecé a tocar la guitarra como siempre había deseado. El sonido por el que me solía decantar hasta entonces era un préstamo más o menos laxo del solo de guitarra que el prodigio americano Steve Cropper practicaba en Green onions: un riff frío, amenazador, sexual”.

Decidido a dedicarse a la música, a competir con los Stones, los Beatles o los Kinks, él (“el primer guitarrista eléctrico del circuito en emplear dos amplificadores a la vez”) y Entwistle habían “abierto la carrera armamentística del sonido”.

“En el rocanrol la guitarra se estaba convirtiendo en el instrumento melódico básico, haciendo las veces del saxo en el jazz y en la música de baile”.

El aspaviento escénico y no el estudio reposado del instrumento no hizo de él mejor guitarrista, según reconoce, bastándole con por ejemplo copiar solos del guitarrista de jazz Kenny Burrell. Mientras, “todas las experiencias perturbadoras de mi infancia se filtraron en mis composiciones”. Descubre a Dylan, pero no sabe qué es aquello que le parece extraordinario del estadounidense; The Who, que se llaman en aquel año 64 temporalmente The High Numbers y como tales sacaron su primer disco sencillo, cambian de batería, llega Keith Moon; se inspiran en “gruñonas canciones” de Bo Diddley o Howlin’ Wolf; tocaban para mods bajo el perfil del “rufián sofisticado, disciplinado, con dinero, estiloso y peligrosamente andrógino”. Pete tiene más claro el medio que el mensaje, pero ya sabe que su misión como músico de una generación era decir la verdad sin miedo y crear una música “que se convirtiera en parte de la vida de los demás”. Tras encontrar un sonido nuevo, “necesitaba las palabras”. Mientras, Pete sigue “imaginando que la banda tendría una vida corta” y que él regresaría a su “futura vida como artista”.

Kit Lambert y Chris Stamp son los managers de la banda y lo primero que hacen es volver a llamarles The Who, que telonean a los Beatles, a los Kinks.

A diferencia de los Stones, los Beatles casi parecían de la realeza, distantes y atrapados en su propio influjo fabuloso”.

La carrera de The Who despega y es en el libro de Townshend profundamente contada, explicada, analizada. Te ahorraré, lector, mucho del detalle del itinerario discográfico, actuaciones en directo, peleas internas, vital, en definitiva, y sumamente jugoso.

Pete es consciente de que lo que hacían “iba a ser arte”. Hay un disco que le cambió la vida como compositor, contenía los principales movimientos de Gordian Knot Untied del inglés Henry Purcell, una suite de cámara barroca compuesta en el siglo XVII, “cuya parte más hermosa era la chacona” y le pareció algo apasionado, trágico y profundamente conmovedor. El compositor de The Who es un melómano sensacional, que en aquellos años redescubre a los Everly Brothers, de los pocos artistas que los cuatro componentes de la banda coincidían en respetar y disfrutar. En sus primeras etapas críticas con el resto de The Who, se reta a profundizar en su estudio de Charlie Parker, John Coltrane y Purcell; ayuda a Jimi Hendrix (recién llegado a Londres, de quien Pete nada sabe) a encontrar unos amplificadores apropiados; David Bowie (también desconocido por entonces) le para por la calle para decirle que ha oído sus maquetas; se sigue drogando; se enamora de Pink Floyd y se lleva a su amigo Clapton a verlos (a ellos y a Hendrix), también de la banda del saxofonista de jazz Charles Lloyd, especialmente de su pianista Keith Jarret (“un alma musical gemela”, “vendería mi alma por tocar como él”)…

1972: Guitarist Pete Townshend of the rock and roll band

“Ver tocar a Jimi en sus primeros conciertos también me planteaba un reto como guitarrista. Jimi tenía los dedos ligeros y experimentados de un concertista de violín; era un auténtico virtuoso. Pero había algo más en Jimi: había abrazado el blues con el gozo trascendente de la psicodelia. Era como si hubiera descubierto un nuevo instrumento en un mundo nuevo de impresionismo musical. En el escenario desplegaba todo ese poderío y virilidad, pero sin atisbo de violencia. Era un intérprete hipnótico. […] Verlo en carne y hueso evidenciaba que se trataba de algo más que un gran músico. Era un chamán, al tocar parecía que un brillo luminoso y colorido emanara de las puntas de sus dedos largos y elegantes. […]

La aparición de Jimi Hendrix intensificó mi necesidad musical de demarcar un terreno propio. Hasta cierto punto, las actuaciones de Jimi eran deudoras de las mías —el acople, la distorsión, la teatralidad escénica—, pero su genio artístico radicaba en el sonido que había creado él mismo: soul psicodélico, o lo que yo llamo «blues impresionista». Eric hacía algo parecido con Cream y, en 1967, la banda de Stevie Winwood, Traffic, iba a lanzar Mr. Fantasy, que planteaba otro reto asombroso. Los músicos que me rodeaban parecían estar elevándose en una colorida nave espacial alimentada por la nueva inspiración musical de Jimi, Eric y Stevie; y, con todo, las composiciones psicodélicas de Jimi, Eric y Stevie seguían hondamente arraigadas en su formación de blues y rhythm and blues. […]

Algo nuevo y peligroso se estaba cociendo en la música, y yo quería formar parte de ello”.

Llegamos a la impresión que le causaron dos obras de arte musical, una del año 66, otra del año 67 (Pet Sounds y Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band), la música como droga:

“A lo largo de la gira escuchamos el Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band y poco más. El impacto que produjo desafiaba a todos los interesados; nadie creía que los Beatles pudieran superar aquello, o molestarse siquiera en intentarlo. Para mí, el Sgt. Pepper y el Pet Sounds de los Beach Boys redefinían la música del siglo XX: atmósfera, esencia, penumbra e idilio se combinaban de modos que uno iba redescubriendo una y otra vez. Ninguno de los dos álbumes planteaba a fondo cuestiones políticas o sociales, no eran tanto las ideas lo que importaba. Escuchar música se había convertido en una droga en sí mismo”.

En aquellas obras maestras, propias de “alquimistas del pop”, Townshend (para quien su obra maestra es la canción I can see for miles, “hay magia en mis ojos, puedo ver millas y millas”) reconocía el reflejo de lo que él trataba de pergeñar mentalmente y ya eran “secretos de la industria”. Mientras, él (que consideraba que grupos con más existo que The Who, como The Animals o Association, eran inferiores a su grupo) se planteaba si su propia música no era más el embellecimiento de los viajes de ácido de su público, algo únicamente frívolo. Y escuchaba la voz de Dios (sic).

1968: el largo proceso de Tommy (“una suerte de músico divino, que sentía las vibraciones en forma de música y creaba música en el corazón de sus seguidores”), su boda con Karen Astley, coincidir tocando con The Doors, participar en el The Rolling Stones Rock and Roll Circus, la distinción entre pop y rock…

Tommy no había sido concebido como un álbum pop. Mi nueva definición de lo que hacía era rock. Los músicos y periodistas empezaban a utilizar el término para describir un movimiento juvenil y una actitud, así como la música más popular del momento”.

Aunque admite que las canciones de Tommy “también servían como singles pop: para reflejar y liberar, presagiar e inspirar, entretener e implicar”.

La necesaria pretenciosidad de Tommy, su audacia, salvó a The Who, según Pete Townshend (que en 1969 es padre por vez primera, hoy tiene tres hijos). Pete Townshend, que seguía admirando y disfrutando del jazz, el del saxofonista estadounidense Roland Kirk, por ejemplo.

“Barómetro de muchos cambios sociales”, la música pop cada vez era menos una mera diversión y más el terreno en el que poder hablar de genios que no necesariamente tenían que ser Bach o Charlie Parker, sino también Brian Wilson.

The Who estrenan Tommy, tocan por vez primera junto a Led Zeppelin o Joe Cocker (“escucharlo y tocar con él fue una de las experiencias más entretenidas de mi vida”) o Chuck Berry, Pete (que se queda petrificado al conocer que Brian Jones había muerto) produce a la banda británica Thunderclap Newman… En verano de 1969 actúan en Woodstock (tras la “siempre increíble” Janis Joplin), ya en el año 1970 graban su primer disco en directo, los cuatro miembros de la banda son estrellas de rock, auténticas estrellas de rock, sin estar en la cúpula donde vivían los Stones y los Beatles, miraban de igual a igual o incluso por encima del hombro a The Kinks, Small Faces, Free, Move, Pretty Things, Cream o a Jimi Hendrix.

Un hombre desesperado

Sin saber cómo, aquel “rufián airado” que tan bien representaba, se había grabado en el alma de Townshend, que no para de trabajar (llega a crear una empresa para construir estudios domésticos para otros músicos) y se siente “un hombre desesperado” que en agosto de 1970 empieza a desarrollar ya la idea de su megalómana distopía (incomprensible) Lifehouse, aun hoy sin proyectarse por completo, donde se asistiría a la “armonía sublime que se convertiría en la nota perfecta” (la música de las esferas). Es en aquellos días cuando empieza a sufrir regularmente episodios maníaco-depresivos. Afortunadamente, de todo aquello nos quedan joyas como las canciones Pure and easy, Won't get fooled again y Baba O'Riley, de 1971. Una conferencia suya convence a Brian Eno de que puede convertirse en músico sin ser músico, comienza a usar sintetizadores (cuando casi nadie los emplea en su ámbito)…

“Mi entusiasmo se intensificaba al explorar el terreno entre la magia espiritual de la música y el funcionamiento de la física”.

Sólo el alcohol le ayuda a superar ataques de ansiedad maníaco-depresivos en los que escucha voces y música y ve visiones; las drogas dominan todo el entramado creativo, interpretativo, industrial, de The Who (unas estrellas “sin un duro” que publican el magnífico Who’s next, pronto número uno británico aunque menospreciado en el libro por su autor); Pete, que dice que en aquel año 71 “The Who éramos bastante ridículos”, bordea el suicidio alucinado; se graba la versión orquestal de Tommy (dirigida por Lou Reizner) mientras Pete comienza a imaginar Quadrophenia, a crearla, y ayuda a Clapton a salir de su colgamiento (estamos en 1973) creando un supergrupo coyuntural para dar un gran concierto dirigidos por aquél.

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Grabar Quadrophenia “fue una gozosa experiencia, el nivel de sonido era apabullante”. Era un disco grabado con una enérgica “rabia musical” que para Townshend acabó por ser “el trabajo de estudio más exigente y creativo que llegué a realizar jamás”. Publicado a finales de 1973, en la funda del disco su máximo creador escribió:

“Un tipo duro, un bailarín compulsivo. / Un romántico: ¿podría ser yo? / Un maldito lunático. Incluso te llevo las bolsas. / Un mendigo, un hipócrita, que el amor reine sobre mí. / ¿Esquizofrénico? Soy un maldito cuadrafónico”.

Y, en Who I Am, aclara: “Roger era el bailarín compulsivo; John el romántico; Keith el maldito lunático; y yo, qué duda cabe, el mendigo/hipócrita. Sin embargo, a mí sólo me quedaba ser un concentrado de los cuatro aspectos de la personalidad múltiple de Jimmy el mod. Y siempre lo había sabido”.

Un nuevo gestor se hace cargo de las finanzas de la banda, es Bill Curbishley (“desde el momento en que Bill se ocupó de la gestión, mis preocupaciones de dinero terminaron”); Tommy, la película, dirigida por Ken Russell (“grandilocuente, energético, divertido, incansable y sugestivo”) y estrenada en marzo de 1975, obliga a The Who a volver a grabar aquellas canciones de otra manera (“Roger, un actor natural, creó un nuevo tipo de Tommy que era profundamente convincente como personaje”) y a lograr la intervención de otras estrellas del pop como Clapton, Elton John o Tina Turner; Pete (que considera que cuando vio Tommy vio pasar ante sus ojos su propia vida) actúa por vez primera en solitario para una función benéfica (y se da cuenta de que no necesita una amplificación excesiva para mostrar su arte y que cantaba dignamente), “dejé de beber sin esfuerzo alguno”; la banda, que es la primera en usar láseres de alta potencia en sus actuaciones, publica The Who by numbers.

“Hasta que estalló el movimiento punk-rock británico, sólo competíamos con dos aspirantes al trono: los Rolling Stones y el principiante Bruce Springsteen”.

Townshend ya sabía que surgiría alguien como Springsteen, alguien como Johnny Rotten, “mis verdugos o cuando menos responsables de mi jubilación prematura”. Para el miembro de The Who, el rock “consistía en arder en el escenario, en dar más de lo previsto”, algo que lograban los Stones gracias a Mick Jagger…

“Springsteen ardía porque creía apasionadamente en la importancia del público y en la historia que el público necesitaba escuchar. Sus actuaciones se prolongaban más allá de las dos horas. Curraba sobre el escenario como siempre había hecho yo: hasta la extenuación. También rendía honores a las maneras proletarias de Roger, cantando desde lo más hondo del corazón y de los pulmones”.

Su oído, desde los comienzos de The Who maltrecho, quedó tocado para siempre en 1976; graba un disco junto con Ronnie Lane (ex de Small Faces y de The Faces, por entonces el mejor amigo de Pete), Rough mix; recae en el alcoholismo; conoce a Joan Baez, a quien seguía desde 1962, que le dice que The Who “suenan muy fuerte”, ella, que era “hermosa, dura, una mujer de talento, con mensaje y una cabeza bien amueblada”, no se podía equivocar; le afecta profundamente escuchar uno de los temas del elepé Ommadawn, de Mike Olfield (“al reconectarme con la Inglaterra de antaño”), On horseback, tal era y es su relación esencial con la música que le toque “una fibra especial”.

¿Qué es una banda de rocanrol para Townshend?

“Un grupo de rock no es una hermandad; es una fusión desigual, a veces competitiva, de jóvenes con ambiciones divergentes que han accedido a tocar juntos”.

No como Grateful Dead, con los que coinciden The Who en un par de conciertos, que lo compartían todo con su equipo.

En 1977, “el punk rock era un tsunami que amenazaba con arrastrarnos a todos”, una “fuerza regenerativa para la música” cuya llegada saludó Pete pese a saber “de su potencial para convertir a los Who y a toda nuestra generación en unos dinosaurios”: algo que acuciaría a los grandes del rock a sacudirse la indolencia de encima “e inventar algo nuevo”.

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Fotograma del filme Quadrophenia

The Who sacan al año siguiente Who are you; firman el contrato para llevar Quadrophenia al cine; Pete conoce a su héroe el artista pop Peter Blake; y en septiembre de aquel año 78 fallece Keith Moon (“aquello me sacudió de arriba abajo, y perdí la chaveta, Keith había sido un tormento, pero también un gozo constante, sin él, algo irreemplazable faltaba”), que es sustituido por Kenney Jones en The Who, amigo de Pete y ex de Small Faces y Faces, aunque hasta Phil Collins llegó a ofrecerse al grupo; en 1979 se estrena Quadrophenia, Pete, consumidor recreativo de cocaína, ayuda a organizar el concierto benéfico Rock Against Racism, conoce a The Clash, que le parecen espectaculares, graba su primer disco en solitario, y tiene lugar el terrible incidente en un concierto en Estados Unidos de The Who, antes del cual mueren en una avalancha once personas; la banda publica en 1981 Faces dances (con una cubierta diseñada por Peter Blake), Pete conversa con Marvin Gaye, por cuya música estaba fascinado (y a quien le dice que “la letra viene de la cabeza, la música del corazón, pero la voz, Marvin, eso viene de Dios”).

¿Para qué sirven The Who?

En aquel año 81, Pete Townshend no sabe “exactamente para quién estábamos tocando”, pareciera que Springsteen se hubiera hecho con su antiguo público y The Clash amenazaran con arrebatarles la corona. Los jóvenes ya no eran su clientela. No podían serlo.

“Bajo este auge de esperanza y optimismo, los Who salimos a manifestar el gozo y la rabia de una generación que luchaba por la vida y la libertad. Aquella había sido nuestra tarea. Y con ella cumplimos. Primero lo hicimos con singles pop, luego con exhibiciones más dramáticas y épicas, mediante formatos musicales más amplios que vehiculaban un examen social, psicológico y espiritual para la generación del rocanrol”.

Pero a estas alturas, comienzos de los 80’s, “sin futuro ni esperanza, el manifiesto original de los Who había sido desbaratado”.

Daltrey es el líder de The Who (siempre lo fue), que eran “una cuadrilla con sus valores de lealtad, honor, historia, sacrificio, valentía, trabajo y deber”. En la banda las cosas se van torciendo. Más.

En cualquier caso, en junio de aquel 81 acompaña a Springsteen en un concierto en Londres del estadounidense:

“Hay pocas experiencias tan intensas como tocar la guitarra en la canción Born to run, un himno a la libertad”.

También toca con el bluesman Taj Mahal; publica su segundo elepé, Chinese eyes; heroinómano, sobrevive a una sobredosis de cocaína (lo que le permite comprobar que hay más gente preocupada por él de la que imaginaba “o de lo que seguramente merecía” y que él, que había llegado a conversar con el diablo, se “estaba convirtiendo en Keith Moon”); colabora en un disco de Elton John… Y, por fin, 1982 (el año del nuevo disco de The Who, It’s hard, y de una gira que se anunciaba como de despedida) es “mi primer año de empecinada abstinencia” y aquel en el que fue contratado como editor para dirigir en Faber & Faber una colección sobre artes populares.

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The Who

Tres años después publica su libro de relatos Horse’s neck. Su dedicación principal es recaudar fondos con fines benéficos y “ayudar a amigos y extraños a desintoxicarse”. The Who actúan en el global espectáculo benéfico Live-Aid en julio de aquel 1985 (“Roger era la sangre; yo, a manera de figura paterna, había sido el responsable de la stransfusiones”); Townshend (una prsona a quien su entonces todavía esposa, Karen Astley, le dijo que parecía “alguien que necesita estar triste, dejar que su tristeza fluya”) disfruta de su “presunta condición de padrino del rock”, publica su tercer elepé, White city: a novel para lo que crea una “big band” a la que llama Deep End (que incluía a David Gilmour, de Pink Floyd); trabaja en lo que acabará por ser en 1989 su disco The Iron Man: the musical by Pete Townshend, su adaptación de la novela de Ted Hughes The Iron Man, con las voces de John Lee Hooker y Nina Simone en algunos temas, que ayudará a llevar al cine como una película de dibujos animados (fascinante) que se estrenará diez años después como El Gigante de Hierro con el músico londinense como productor ejecutivo. 1989, el año en el que nace su tercer hijo, Joseph, y en el que lee el discurso de admisión de los Stones en el Salón de la Fama del Rock and Roll:

“Los Rolling Stones son el único grupo que no me avergüenzo de haber idolatrado. Cada uno de sus miembros me ha dado algo como artista, como persona y como fan. Sería insensato pensar que todo lo que me dieron era sano, práctico y útil.”

Los propios Who fueron admitidos en el Salón de la Fama del Rock and Roll el 18 de enero de 1990 (junto a, entre otros, The Kinks y Simon & Garfunkel o los Four Tops y los Four Seasons).

Cuenta Pete Townshend, que él (que “era portador de un gen que exigía atención, y que si lo ignoraba podía volverse peligroso”) había pretendido ser el solícito esposo y padre que no fueron los suyos con él, y cómo fracasó en ambos cometidos:

Al artista cabrón y egoísta, travieso e infantil que había en mí no le importaba un pimiento la paternidad; necesitaba libertad”.

Townshend, que considera que es el público quien escoge a los artistas de pop y no al revés, incluso aunque no quieran, sigue sufriendo episodios maníaco-depresivos; se daña la mano en un accidente de bici, de tal manera que casi tiene que volver a aprender a tocar y queda con una disminución física notable; publica en 1993 su elepé Psychoderelict y deja de beber el 6 de enero de 1994.

Cuando fallece Linda McCartney en abril de 1998, su esposo, Paul McCartney, le pide a Pete que pronuncie el discurso fúnebre en el funeral. The Who se reúnen para una nueva gira con la intención de sacar a Entwistle de sus apuros económicos; los portales de internet de Pete van funcionando poco a poco (son los nuevos tiempos); a finales de 2001, la muerte de George Harrison (“un hombre calmo y cariñoso”) le afecta notablemente; y muchísimo más aún la del propio John Entwistle, en junio del año siguiente:

“Lo quería mucho, de verdad. Era el mejor, más antiguo y comprensivo de mis amigos. Es completamente irreemplazable. ¿Podría haber intervenido para salvarlo? Es inútil elucubrar al respecto. John era un beodo, un adicto y un obsesivo compulsivo; otro maravilloso ser humano que se extravió. […]

Algunas personas son absolutamente únicas. Cuando mueren dejan un vacío imposible de colmar. Así fue con John: al morir, dejó un hueco que sólo puede llenar la memoria, los recuerdos cariñosos, así como un repaso crítico y saludable de su comportamiento ocasionalmente demencial y de su sentido del humor extraordinario.”

En Who I Am he leído esta brillante reflexión sobre querer, amar y los grupos de música pop:

Queremos a personas que no nos gustan. Nos gustan personas a las que jamás querríamos. Podemos incluso casarnos o hacer negocios con alguien que ni queremos ni nos gusta y acabar gozando personal o profesionalmente con dicha persona. Eso es particularmente cierto en los grupos de música”.

En su autobiografía, Townshend dedica algunas páginas a explicar el asunto de la pornografía infantil, sobre la que, inmiscuido en la defensa del buen trato infantil (“desde la posición de alguien que había padecido abusos y sabía lo profundas que podían ser sus cicatrices”), investigaba cuando salió a la luz que estaba entre los siete mil nombres de ciudadanos británicos de los que el FBI tenía constancia que habían visitado portales intervenidos por las autoridades relacionados con aquélla. Detenido en 2003, pudo salir bajo fianza. Muchas personas le defendieron públicamente, principalmente Daltrey. No hubo juicio. Un par de años más tarde, la investigación del periodista Duncan Campbell le rehabilitó públicamente al demostrar que no había pagado para usar páginas pedófilas. Pero, como él mismo se temía, “el sambenito de agresor sexual volvió para acecharme”.

“Roger Daltrey es uno de los hombres más importantes de mi vida, y sin duda el más importante de mi carrera. Tiene que cantar las canciones que escribo para él. Nadie lo hace mejor”.

The Who actúan en otro multitudinario, benéfico y global concierto, Live-8, es julio de 2005, un año más tarde publican otro elepé, Endless wire, el primero en 24 años, y hacen una gira de tres años por continentes donde no habían tocado antes, “con la conciencia bien asentada de que mis mejores logros siempre habían surgido bajo el paraguas de los Who”:

“[El 17 de julio de aquel 2006] actuamos por vez primera en Madrid, donde toqué la guitarra mejor que nunca antes”.

En 2008, la banda (en realidad Pete y Roger) es homenajeada tras merecer el Kennedy Center Honors y actúan en su honor, interpretando alguna de sus canciones ante ellos y el presidente estadounidense George W. Bush, la cantante Joss Stone, el líder de Foo Fighters y ex componente de Nirvana Dave Grohl, el cantante de Soundgarden Chris Cornell, la veterana cantante de soul Bettye LaVette y Rob Thomas.

El activista Pete Townshend:

“Estoy orgulloso de que mi tarea cree empleo, y aunque sea rico y privilegiado, de corazón y actitud sigo siendo socialista, un activista pronto a defender al perdedor y al marginado, así como a entretenerlo”.

El combativo Pete Townshend:

“Siempre me ha acompañado un orgullo combativo, retador y antagonista. Es algo que tengo muy a flor de piel y que prende con facilidad, se remueve y planta cara. Forma parte de quién soy yo”.

Coda

Este libro tiene una coda (casi) final, donde Townshend escribe que está dedicado a:

            “Dedico este libro al artista que habita dentro de todos nosotros.

Esta nota es tanto para mí como para todos vosotros. ¡Tocadle a los dioses! En el mundo del espectáculo, los «dioses» son los asientos del fondo, los más duros, los baratos, que impiden ver o escuchar debidamente y cuyos ocupantes charlan entre ellos y comen montones de palomitas.

Para el artista, «los dioses» es el universo, el gran panorama, abstracto y desconocido, el cielo abierto y el mar. Centrarse en el universo puede antojarse grandilocuente o falto de sentido. Pero éste puede ser tan grande o pequeño como queramos que sea. Algunos de nosotros creen que no hay nada ahí afuera. Algunos que estamos rodeados de ángeles guardianes. Bueno.

Tócale a los dioses, juega con ellos, o, si lo prefieres, con un cesto lleno de juguetes, o canta en la boca de una bolsa de agua caliente o ponte a manejar los pomos de una cómoda y simula estar a veinte mil leguas bajo el mar.

Es todo más o menos lo mismo. En cualquier caso, juega”.

 

El abuelo Pete Townshend (su nieto Kester tenía tres años cuando él acababa de escribir este libro) es un músico, un artista que crea “para quienes nos confiaron sus sueños”. Para él, la música es capaz de trascender el tiempo y su terrible dilema, ella que precisamente “depende de la división del tiempo, de su duración y tránsito”.

“Gracias a los que son mis mayores valedores y aliados: mis fans y los fans de los Who. Gracias a todos por facilitarme una ocupación diaria, y por no despacharme cuando no me presenté al trabajo. Habéis sido el mejor jefe que pueda tener nadie”.


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¿Quién es Pete Townshend?