viernes. 29.03.2024
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Nace en Alcalá de Henares el dieciséis de diciembre del año 1485, en el Palacio arzobispal y fue la menor de las hijas del rey Fernando II de Aragón y de la reina Isabel I de Castilla. Tenía los ojos azules, la cara redonda y tez pálida y era la hija que más se parecía a Isabel I.

Descendía por la línea materna de la casa real inglesa, su bisabuela era Catalina de Lancaster, por quien le pusieron el nombre, y su tatarabuela Felipa de Lancaster eran hijas de Juan de Gante y nietas de Eduardo III de Inglaterra. Por ello, era prima en cuarto grado de Enrique VII y de su esposa Isabel de York que eran los padres de Enrique VIII.

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Cuando Catalina tenía tres años cuando fue prometida en matrimonio al príncipe Arturo, heredero del trono inglés. Se le consideraba como una esposa adecuada para Arturo, príncipe de Gales, primero en la línea de sucesión al trono inglés, gracias a la ascendencia inglesa que había heredado de su madre.

Catalina recibió la educación que se le daba entonces a una futura reina. Fue educada por Alessandro Geraldini, miembro de las Sagradas Órdenes. Estudió derecho canónico y civil, aritmética, literatura clásica, genealogía y heráldica, historia, filosofía, religión y teología.

Tuvo una crianza muy religiosa y desarrolló una fe que desempeñaría un gran papel en su etapa de madurez. Aprendió a hablar, leer y escribir en castellano y latín, además de hablar francés y griego.

También fue instruida en habilidades domésticas como la cocina, la danza, el dibujo, el bordado, los buenos modales, hacer encaje, la música, la costura, el hilado y el tejido. Más tarde el gran erudito Erasmo dijo que a Catalina le “encantaba la buena literatura y que la había estudiado con provecho desde la niñez”.

Catalina llegó a ser excepcionalmente culta para la época, incluso como Reina. Según las crónicas inglesas de la época, Catalina poseía unas cualidades intelectuales con las que pocas reinas podían rivalizar.

Teniendo Catalina seis años contempló la toma de Granada en el año 1492. Allí se quedó a vivir con sus padres, y se instaló más tarde en la cercana Santa Fe. Sus padres estaban tejiendo una red de alianzas matrimoniales en contra de Francia, Juan y Juana con los Habsburgo; Isabel y María de Aragón con Portugal.

catalina aragón 2Catalina sufrió mucho al abandonar la Alhambra, ya que había pasado allí su niñez y adolescencia. Catalina gozaba de un derecho legítimo al trono inglés más fuerte que aquel de Enrique VII mediante las dos primeras esposas de Juan de Gante, primer Duque de Lancaster, Blanca de Lancaster y Constanza de Castilla.

Enrique VII era el descendiente de la unión entre Juan de Gante y Catalina de Roet-Swynford, cuyos hijos nacieron fuera de matrimonio, y fueron legitimados solamente después de la muerte de Constanza y el matrimonio sucesivo de Juan con Catalina.

A pesar de ser legitimados, a los hijos de Juan y Catalina se les prohibió heredar el trono inglés, una restricción que se ignoró en las siguientes generaciones. A causa de la ascendencia de Enrique VII por esos hijos ilegítimos impedidos de suceder al trono inglés, la monarquía Tudor no era reconocida oficialmente por todos los reinos europeos.

La política de los Reyes Católicos fue de aislar a Francia. En consonancia con esa política, Catalina fue prometida en matrimonio el veintiséis de marzo del año 1489, con el príncipe Arturo de Gales, primogénito de Enrique VII de Inglaterra, en el Tratado de Medina de Campo.

Durante esa época, la casa de Trastámara era la más prestigiosa de Europa, gracias al reinado de los Reyes Católicos y por lo tanto la alianza de Catalina y Arturo validó la Casa de Tudor a ojos de la realeza europea y reforzó el derecho de los Tudor al trono inglés gracias al prestigioso linaje de Catalina de Aragón.

El matrimonio entre Catalina y Arturo se celebró por poderes el diecinueve de mayo del año1499. Los esposos se escribían en latín hasta que Arturo cumplió los quince años, cuando se decidió que eran lo suficientemente mayores para consumar el matrimonio.

catalina aragón 3Cuando la infanta contaba quince años, el diecisiete de agosto del año 1501, su barco zarpó del puerto de La Coruña hacia Inglaterra. Sin embargo, navegando por en el golfo de Vizcaya se desarboló, por lo que debió fondear en el puerto de Laredo para iniciar nuevamente el viaje el veintisiete de septiembre del mismo año.

Tras un mes de navegación, Catalina llegó al puerto de Plymouth, donde fue recibida por el obispo de Bath, en representación del príncipe Arturo. Ambos se conocieron el cuatro de noviembre en Dogmersfield en Hampshire.

Cuando Catalina de Aragón viajó hasta Londres, llevó consigo un grupo de personas de origen africano, una de ellas Catalina de Cardones, nacida en Motril y, posiblemente, el trompetista John Blanke, uno de los primeros músicos africanos con llegada documentada a Londres durante esa época. Causaron una gran impresión en favor de la princesa y en cuanto al poder de su familia.

Se sabe poco sobre las primeras impresiones que tuvieron el uno del otro, pero Arturo escribió una carta a sus suegros afirmando que sería “un cariñoso y verdadero marido” y les dijo a sus padres que estaba inmensamente contento de “contemplar la agradable cara de su novia”.

Ambos descubrieron que no se podían entender, dado que habían aprendido pronunciaciones del latín distintas. El catorce de noviembre del año 1501, Catalina y el príncipe de Gales, se desposaron en la catedral de San Pablo de Londres.

Catalina causó una gran impresión a su suegro, el rey. Se había acordado una dote de 200.000 coronas y se pagó la mitad poco después de la boda.

Arturo fue enviado, como príncipe de Gales al castillo de Ludlow en Shopshire para presidir el Consejo de Gales y Marcas Galesas y fue acompañado por la ahora princesa de Gales.

La pareja se instaló en castillo de Lodge en Ludlow. Unos pocos meses después, los dos enfermaron, posiblemente de la pandemia conocida como el sudor inglés, que afectaba sobre todo a las gentes ricas y que estaba arrasando la zona. Esta enfermedad se caracterizaba por una sudoración severa y en muchos casos producía la muerte.

Sin embargo, Arturo falleció cinco meses después de haberse casado. Catalina actuó como embajadora para la Corte española en Inglaterra en el año 1507, convirtiéndose en la primera mujer embajadora de la historia europea. Contrajo matrimonio en el año 1509 con Enrique VIII, hermano menor de Arturo, quien había sucedido al trono recientemente.

A pesar de este matrimonio, Catalina aún era virgen. El matrimonio con el joven príncipe jamás se había consumado. Este punto resultaría el centro de una gran controversia años después.

Enrique VIII de Inglaterra se tuvo que enfrentar al reto de evitar la obligación de devolverle la dote al padre de Catalina, pese a que solo había recibido la mitad. Se propuso a sí mismo como marido de su nuera, y se acordó que la princesa se casaría con Enrique, duque de York, segundo hijo de Enrique VII y cinco años más joven que ella.

No obstante, la muerte de Isabel I de Castilla que era la madre de Catalina hizo que su importancia en el mercado de matrimonio disminuyera. Castilla era un reino mucho mayor que Aragón, y lo heredó la hermana mayor de Catalina, Juana, que padecía de inestabilidad mental.

Durante seis meses en el año 1513, sirvió como Regente de Inglaterra mientras Enrique VIII estaba en Francia y fue durante esta Regencia cuando los ingleses resultaron victoriosos en la batalla de Flodden Field contra los escoceses, un acontecimiento en el cual Catalina desempeñó un papel importante.

Ostensiblemente, el matrimonio fue retrasado hasta que Enrique alcanzara la mayoría de edad, pero Enrique VII pospuso tanto el pago del resto de la dote ya que parecía improbable que tuviera lugar el matrimonio. Mientras tanto, la princesa vivía virtualmente como prisionera en Durham House en Londres.

Algunas de las cartas en las que Catalina se queja a su padre de su tratamiento a manos de Enrique VII han sobrevivido. En una de estas cartas le dice: “Yo elijo en lo que creo, y no digo nada. Pues no soy tan simple como parezco”.

Carecía de dinero y le costaba salir adelante dado que tenía que mantener a sus damas de compañía tanto como a sí misma. Sirvió como embajadora española en Inglaterra en el año 1507, siendo la primera mujer embajadora de la historia europea. Aunque Enrique VII y sus consejeros esperaban que Catalina fuera fácil de manipular, ella les mostró que estaban equivocados.

catalina aragón 4Estatua de Catalina de Aragón en Alcalá de Henares.

El matrimonio con el hermano de Arturo dependía de la concesión de una dispensa papal porque el Derecho romano prohibía que un hombre se casara con la viuda de su hermano.

Catalina testificó que su matrimonio con Arturo no se había consumado debido a la juventud y al carácter enfermizo del príncipe, hecho que fue certificado por el Papa Julio II. También es verdad que el Derecho canónico solo consideraba un matrimonio.

Falleció Enrique VII en el año 1509 y su hijo Enrique VIII asumió el reinado, mostrando su deseo de poseer cuanto antes a la princesa. Por esa razón, la boda de ambos se celebró dos meses después, el once de junio del año 1509, siete años después de la muerte de Arturo.

La pareja se casó en una ceremonia privada en la Iglesia de Greenwich, cuando Catalina tenía veintitrés años mientras que al rey solo le faltaban unos días para cumplir los dieciocho.

El sábado veintitrés de junio, la procesión tradicional a Westminster, que solía celebrarse el día anterior a la coronación de los reyes ingleses, fue recibida por una gran multitud entusiasmada. Según la costumbre, los recién casados pasaron la noche antes de su coronación en la Torre de Londres.

El domingo veinticuatro de junio, siendo también el día de pleno verano, Enrique VIII y Catalina fueron ungidos y coronados juntos por el Arzobispo de Canterbury en una ceremonia dadivosa, celebrada en la abadía de Westminster.

A continuación se sirvió un banquete en el Hall de Westminster. También se crearon muchos nuevos caballeros del Orden del Baño en honor a la coronación. Durante el mes siguiente, la reina se presentó al público inglés en muchas ocasiones sociales. Causó una impresión excelente y fue muy bien recibida por el pueblo inglés.

El treinta y uno de enero del año 1510, Catalina dio a luz prematuramente a una hija mortinata. Un hijo, Enrique, duque de Cornualles, nació en el año nuevo de 1511 y falleció repentinamente 53 días después. La causa de muerte no fue documentada.

Catalina volvió a quedarse embarazada en el año 1513 pero también este hijo fue mortinato o falleció poco después de nacer, cuando Enrique había vuelto de Francia.

Tuvo otro hijo, el príncipe Enrique, que falleció en breve plazo en diciembre del año 1514. El dieciocho de febrero del año 1516, Catalina dio a luz a una hija sana. Le pusieron el nombre de María. Fue bautizada tres días después en una gran ceremonia en la iglesia de los Frailes Franciscano Observantes.

Catalina quedó encinta por última vez en el año 1518. El diez de noviembre nació una hija, pero el bebé era débil y murió al cabo de unas horas. En total, Catalina tuvo seis embarazos documentados.

El once de junio del año 1513, Enrique nombró a Catalina como Regente o gobernadora de Inglaterra mientras viajaba a Francia para la batalla de Guinegate. Cuando Luis I de Orleans fue capturado en Thérouann, Enrique VII le mandó a vivir en la corte de Catalina.

Ella le escribió una carta a Wolsey, diciéndole que tanto ella como su consejo preferirían que el duque se alojara en la Torre de Londres. También añadió sus oraciones, para que “Dios nos traiga tanta suerte contra los escoceses, como tiene allí el rey”.

Los escoceses invadieron y el tres de septiembre Catalina le ordenó a Thomas Lovell que reuniera un ejército de los condados del centro de Inglaterra. Catalina, a pesar de estar embarazada, cabalgó hacia el norte en armadura completa para dirigirse a las tropas, dio a luz a un hijo mortinato alrededor de octubre.

Su impresionante discurso fue relatado por el historiador Pedro Mártir de Anglería en Valladolid. Desde Woburn Abbey le envió una carta a Enrique junto a un trozo del chaquetón sangriento de Jacobo IV de Escocia, muerto en batalla, para que el rey lo utilizara como bandera en el asedio de Tournai.

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Juan Luis Vives escribió el controvertido libro “De institutione feminae christianae”, donde afirmaba que las mujeres tienen derecho a una educación. Ese libro fue encargado por Catalina y dedicado a ella. Tal fue la impresión que Catalina causó en la gente que, incluso su enemigo, Thomas Cromwell, dijo de ella, “Si no fuera por su sexo, podría haber desafiado a todos los héroes de la historia”.

La reina obtuvo un triunfo con la exitosa apelación a favor de la vida de los rebeldes involucrados en Evil May Day, que fueron unos disturbios xenófobos contra los inmigrantes flamencos en mayo del año 1517. Esto le generó mucha simpatía por parte de los ingleses.

Catalina también se ganó la admiración generalizada por iniciar un amplio programa para el socorro de los pobres. La reina fue mecenas de humanismo renacentista y amiga de los grandes eruditos Erasmo de Róterdam y Tomás Moro, consumado como válido.

A medida que Catalina envejecía, aumentó su dedicación religiosa tanto como su interés en asuntos académicos. Continuó ampliando sus conocimientos además de ocuparse del entrenamiento y la instrucción de su hija.

La educación de las mujeres se puso de moda. Debido a la influencia de Catalina. También donó sumas de dinero considerables a varias universidades. Sin embargo, Enrique todavía consideraba un heredero varón como algo imprescindible. La dinastía Tudor era nueva y su legitimidad aún podía ser desafiada.

La última vez que una mujer, como es el caso de la emperatriz Matilde, había heredado el trono, se había desencadenado una larga guerra civil que duro desde el año 1335 al año 1354, cuyos desastres estaban aún frescos en la memoria colectiva por culpa de la guerra de las Dos Rosas.

El emperador Carlos V, sobrino de Catalina, realizó una visita de Estado a Inglaterra en el año 1520 y esta instó a Enrique que se aliara con Carlos en vez de con Francia. Inmediatamente después de la partida del emperador, Catalina acompañó a Enrique VIII a Francia para visitar a Francisco I y gozar del célebre Campo del Paño de Oro.

Dos años más tarde, se declaró la guerra contra Francia y Carlos V fue recibido una vez más en Inglaterra, donde comenzaron los planes para prometerle en matrimonio a la joven María.

Enrique VIII se enamoró de Ana Bolena en el año 1525, que era una dama de compañía de la reina Catalina y era nueve años más joven que él y empezó a cortejarla. Enrique VIII estaba insatisfecho con su matrimonio con Catalina, que no había producido ningún varón superviviente, Enrique VIII dejó a su hija, la futura María I de Inglaterra, como heredera durante una época, en la cual no había ningún antecedente establecido para que una mujer sucediera al trono. Por estas fechas, Catalina ya no podía concebir hijos pues ya tenía cuarenta años.

Enrique empezó a creer que su matrimonio estaba maldito y buscó confirmación en la Biblia, que interpretó como si afirmase que si un hombre se casa con la viuda de su hermano, el matrimonio será estéril.

Incluso si no se había consumado el matrimonio con Arturo, y Catalina insistiría hasta su muerte en que era virgen cuando llegó al tálamo de Enrique, la interpretación del texto bíblico por Enrique significaba, que el matrimonio había sido indecente a ojos de Dios.

La cuestión de que si el Papa que presidió el matrimonio de Enrique y Catalina había tenido el derecho de decidir en contra del impedimento bíblico indicado por Enrique, se convertiría en tema candente de una campaña, en la que el rey intentaría arrebatarle una declaración de nulidad al Papa en ejercicio.

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Pronto, el único objeto absorbente del deseo de Enrique se convirtió en asegurar una declaración de nulidad. Catalina fue desafiante cuando se le sugirió que se retirara discretamente a un convento, diciendo “Dios nunca me llamó a un convento. Yo soy la verdadera y legítima esposa del rey”.

Enrique tuvo esperanzas con una apelación a la Santa Sede, actuando independientemente del cardenal Thomas Wolsey, además de no contarle nada de sus planes.

William Knight, que era el secretario del rey, fue enviado al Papa Clemente VII para demandar una declaración de nulidad con el argumento de que la Bula del Papa, Julio II se había obtenido bajo falsas declaraciones.

Sin embargo, por aquel entonces el Papa era el prisionero del sobrino de Catalina, Carlos V tras el saqueo de Roma en mayo del año 1527, y por lo tanto a Knight le resultó difícil obtener acceso para verle.

El enviado de Enrique tuvo que regresar a Inglaterra sin haber conseguido gran cosa. Ahora a Enrique no le quedaba más remedio que encargarle este gran asunto al cardenal Thomas Wossey, que hacía todo lo posible para asegurar una decisión a favor de Enrique VIII.

El cardenal Wolsey incluso llegó hasta tal punto de convocar una corte eclesiástica en Inglaterra a la que asistieron Catalina y Enrique, y en la cual presidía un representante del Papa.

El veintiuno de junio del año 1529, Catalina pronunció su célebre discurso. Se levantó, y, lentamente, con los ojos de todos fijos en ella, rodeó la apretada fila de obispos, subió al otro lado de la tribuna y se arrodilló a los pies de su marido:

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Las esposas de Enrique VIII.

“Señor, os suplico por todo el amor que ha habido entre nosotros, que me hagáis justicia y derecho, que tengáis de mí alguna piedad y compasión, porque soy una pobre mujer, una extranjera, nacida fuera de vuestros dominios. No tengo aquí ningún amigo seguro y mucho menos un consejo imparcial. A vos acudo como cabeza de la Justicia en este Reino.

Pongo a Dios y a todo el mundo por testigos de que he sido para vos una mujer verdadera, humilde y obediente, siempre conforme con vuestra voluntad y vuestro gusto… siempre satisfecha y contenta con todas las cosas que os complacían o divertían, ya fueran muchas o pocas… he amado a todos los que vos habéis amado solamente por vos, tuviera o no motivo y fueran o no mis amigos o mis enemigos.

Estos veinte años o más he sido vuestra verdadera mujer y habéis tenido de mí varios hijos, si bien Dios ha querido llamarles de este mundo. Y cuando me tuvisteis por primera vez, pongo a Dios por testigo que yo era una verdadera doncella no tocada por varón.

Invocó a vuestra conciencia si esto es verdad o no … Me asombra oír qué nuevas invenciones se inventan contra mí, que nunca procuré más que la honorabilidad, y me obliga a oponerme al orden y al juicio de este nuevo tribunal, en el que tanto daño me hacéis.

Y os suplico humildemente que en nombre de la caridad y por amor a Dios, que es el supremo juez, me evitéis la comparecencia ante este tribunal en tanto mis amigos de España no me hayan aconsejado cuál es el camino que me corresponde seguir. Pero si no queréis otorgarme tan menguado favor, cúmplase vuestra voluntad, que yo a Dios encomiendo mi causa”.

Y con una profunda reverencia al rey y sin una mirada siquiera a los dos legados o a los obispos que estaban reunidos, se dirigió lentamente hacia la puerta de la Gran Sala. Un espectador oyó que el gentilhombre de Catalina, Griffith, le decía tímidamente: “Madame, sois llamada de nuevo”. La tercera convocatoria formal del tribunal se estaba pronunciando desde los estrados. Catalina respondió “No importa, para mí, este tribunal no es imparcial. No permaneceré aquí”.

No obstante, Clemente VII no tuvo intención de permitir que se llegara a una decisión en Inglaterra y su enviado papal fue retirado. Es difícil saber hasta qué punto fue influido el Papa por Carlos V, pero Enrique tenía claro que era improbable que el Papa declarara nulo su matrimonio con la tía del Emperador.

El Papa prohibió que Enrique VIII se volviera a casar antes de haberse tomado una decisión en Roma. El cardenal Wolsey había fracasado y fue despedido de su cargo público en el año 1529.

El cardenal Wolsey comenzó a tramar un complot secreto para forzar Ana Bolena al exilio, y empezó a comunicarse con el Papa para lograr ese fin. Cuando se descubrió la conspiración, Enrique ordenó el arresto de Wolsey, pero el cardenal ya era un enfermo terminal y murió en el año 1530.

Un año después, Catalina fue desterrada de la Corte, y se concedieron sus antiguos apartamentos a Ana Bolena. Cuando murió el arzobispo de Camterbury, William Warhan, se nombró a Thomas Cranmer, que era el capellán de la familia Bolena, como sucesor del arzobispo de Canterbury.

Al regresar de Dover de una reunión con Francisco I en Calais, Enrique se casó con Ana Bolena en una ceremonia secreta, el veinticinco de enero del año 1533. Algunos especulan que Ana ya estaba embarazada de la futura Isabel I y Enrique no quería correr el riesgo de que el niño naciera ilegítimo, pero otras testifican que Ana, observando que su hermana, María Bolena había sido amante del rey y que luego este la dejó de lado, se negó a acostarse con Enrique hasta que se casaran.

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Catalina de Aragón con su primer marido Arturo, que padecieron la enfermedad del sudor inglés.

El arzobispo de Canterbury, Thomas Cranmer, declaró nulo el matrimonio del rey con Catalina, el veintitrés de mayo del año 1533. Enrique VIII se separó de la obediencia de la iglesia católica de Roma en el año 1534 y se hizo reconocer como jefe supremo de la nueva iglesia de Inglaterra.

Enrique defendió la legalidad de la unión señalando que Catalina había estado casada anteriormente. Si se había consumado el matrimonio entre ella y Arturo, el derecho romano indicaba que Enrique VIII estaba en su derecho de volverse a casar.

El veintitrés de mayo del año 1533, el arzobispo Thomas Cranmer actuó como juez en una Corte especial convocada en el Priorato de Dunstable para dictaminar la validez del matrimonio de Enrique con Catalina.

Cranmer declaró el matrimonio ilegal, pese a la testificación de Catalina que ella y Arturo nunca había tenido relaciones sexuales. Cranmer luego dictaminó el matrimonio de Enrique con Ana Bolena como válido cinco días más tarde, el veintiocho de mayo de 1533.

Hasta su muerte, Catalina seguiría refiriéndose a sí misma como la esposa legítima de Enrique y la única verdadera reina de Inglaterra, y sus criados continuaron a usar ese título cuando se le dirigían.

Enrique VIII le privó el derecho a cualquier título salvo aquel de “princesa viuda de Gales” en reconocimiento de su estatus como la viuda de su hermano.

Cuando Enrique decidió buscar la declaración de nulidad su matrimonio con Catalina, Juan Fisher se convirtió en el consejero más leal de la reina y en uno de sus partidarios principales.

Juan asistió a la corte del enviado Papal en nombre de ella, y conmocionó a las personas presentes con la franqueza de su lenguaje y con la declaración que, como Juan el Bautista, estaba dispuesto a morir para defender la indisolubilidad del matrimonio.

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Casa natal de Catalina de Aragón en Alcalá de Henares.

Esto enfureció tanto a Enrique VIII que redactó un largo discurso en latín dirigido a los legados en respuesta al discurso de Fisher. La copia de Fisher aún existe, con el margen lleno de sus anotaciones manuscritas, demostrando lo poco que temía la ira de Enrique.

Catalina se instaló en el castillo del More en el invierno de 1531/32. Fue trasladada al castillo de Kimbolton en el año 1535. Allí, se confinó a un solo cuarto, del cual salía solamente para asistir a misa, no llevaba puesto más que el cilicio de la Orden de San Francisco y ayunaba continuamente.

Se le permitían visitas ocasionales, pero le estaba prohibido ver a su hija María. También tenían prohibido comunicarse de forma escrita, pero sus partidarios llevaban discretamente las cartas de una a la otra. Enrique les ofreció mejor alojamiento y permiso para verse si reconocían a Ana Bolena como la nueva reina. Ambas se negaron.

A fines de octubre del año 1535, sintiendo que se acercaba el fin, Catalina hizo su testamento y le escribió a su sobrino, Carlos V, pidiéndole que protegiera a su hija.

En diciembre, María de Salinas, amiga de Catalina que había viajado con ella a Inglaterra cuando se casó, se enteró que Catalina estaba muy enferma y se dispuso a verla.

María llegó al castillo de Kimbolton y prácticamente irrumpió en el castillo, inventando la excusa de que la carta dando licencia para su entrada estaba en camino y suplicando a los guardias que no echaran fuera a una mujer en una noche fría de invierno.

María de Salinas encontró que Catalina estaba muy enferma. Acababa de cumplir cincuenta años. Apenas podía acomodarse en la cama, mucho menos ponerse de pie. Había sido incapaz de comer, o retener la comida durante varios días y un dolor de estómago había impedido que durmiera más de dos horas en total durante las seis noches anteriores.

Las visitas y el cariño de María de Salinas le levantaron la moral e hicieron que mejorara su salud. Catalina empezó a comer y a retener la comida. Su salud continuó mejorando durante los días siguientes. El seis de enero se acomodó en la cama, se arregló el pelo y se vistió la cabeza.

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Catalina estaba preocupada de que no duraría hasta la luz del día y esperó hasta el amanecer para que su confesor, Jorge de Athequa, le diera la comunión. A continuación, Catalina se dedicó a rezar, murmurando oraciones hasta que finalmente falleció poco antes de las dos de la tarde, el siete de enero del año 1536.

Los súbditos ingleses de Catalina la tenían en alta estima y su muerte desencadenó un largo periodo de intenso luto entre el pueblo inglés.

El día siguiente, la noticia de su muerte le llegó al rey. En aquel entonces circulaban rumores de que había sido envenenada, posiblemente por Gregory di Casale. Según el cronista Edward Hall, Ana Bolena se vistió de amarillo por el luto. Esto se interpretó de varias maneras. Polidoro Virgilio lo interpretó como que Ana no estaba de duelo.

Chapuys documentó que era de hecho Enrique el que se vistió de amarillo, celebrando la noticia y mostrando a su hija tenida con Ana, Isabel, con orgullo a los cortesanos. Esto lo vieron muchos como desagradable y vulgar. Se dijo más tarde que tanto Enrique como Ana lloraron su muerte en privado.

El día del funeral de Catalina, Ana Bolena sufrió un aborto de un hijo varón. Entonces empezaron a aparecer rumores de que Catalina había sido envenenada por Enrique o Ana, o incluso por ambos, dado que Ana había amenazado con asesinar a Catalina y a María en varias ocasiones.

Los rumores se produjeron tras el presunto descubrimiento de una neoplasia negra en el corazón durante el embalsamamiento del cuerpo, posiblemente causada por el envenenamiento.

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La muerte de Catalina de Aragón.

El embalsamador encargado de preparar el cadáver de Catalina “encontró todos los órganos internos sanos y normales, con excepción del corazón, siendo muy negro y espantoso a la vista”.

El embalsamador, en realidad un abacero cuya especialidad era la cera, partió el corazón por la mitad y, aunque lo lavó varias veces, permaneció tercamente negro.

Los expertos médicos coinciden en que la coloración del corazón no se debió a la intoxicación, sino probablemente a un cáncer, una enfermedad que se desconocía en esa época.

Catalina fue sepultada en la catedral de Peterborough con la ceremonia debida a una princesa de Gales viuda, no la correspondiente a una reina. Enrique no asistió al funeral y también prohibió que asistiera María.

La desobediencia de Enrique VIII hacia el Papado desencadenó así la constitución de una iglesia nacional anglicana, aprobada por el parlamento, que hizo pública su renuncia a aceptar al papa como cabeza de la nueva Iglesia, papel que desde entonces debería desempeñar el rey de Inglaterra.


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Catalina de Aragón y Castilla