viernes. 29.03.2024

Muere José Saramago, la imaginación que iluminaba la realidad

Ha muerto Saramago, y con él una de las voces más lúcidas y comprometidas de la literatura europa del siglo XX. Su obra, compleja, profunda y variada, ahonda en las preocupaciones tanto políticas como morales y emocionales del ser humano para tratar de aclarar lo incomprensible gracias a la imaginación.
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NUEVATRIBUNA.ES / ANTONIO SANTO 18.06.10

José Saramago ha muerto a los 87 años de edad en su residencia de Tías (Lanzarote). El prolífico escritor (poeta, dramaturgo, novelista, ensayista...), autor de obras inmortales como El evangelio según Jesucristo, Ensayo sobre la ceguera, Poemas posibles o La segunda vida de san Francisco de Asís publicó hace sólo cuatro meses su último artículo en El País, con el profético título de "El sonido del sol al caer en el mar". Como el sol que se hunde en el agua, sin hacer ruido: así se ha marchado José Saramago, al que la Academia Sueca premió con el único Nobel de literatura a un autor en lengua portuguesa definiéndole como un autor capaz de "volver comprensible una realidad huidiza". Una leucemia ha acallado su garganta siempre tranquila y pausada, pero sus libros permanecen.

Saramago nunca olvidó sus orígenes, nunca perdió la humildad imprescindible para ser realmente sabio. Nació en 1922 en una aldea diminuta a 120 km de Lisboa, hijo de braceros sin tierra, y ni siquiera pudo terminar sus estudios por no tener cómo pagarlos. Incluso su nombre se debe a una suerte de ironía de la suerte, por un error del funcionario del registro que apuntó al recién nacido, por descuido, con el mote de su familia en vez de su apellido. Pero a aquel niño nadie podría negarle nunca encontrar en los libros lo que la realidad quería negarle, y se convirtió en un lector incansable que, probablemente, nunca pensó que años más tarde sería uno de los escritores más importantes del siglo XX. Trabajó como administrativo, como agente de seguros, como editor, periodista... Hasta que en 1976 decide dedicarse plenamente a la literatura. Ya había escrito dos novelas treinta años antes, pero la primera (Terra de pecado) pasó desapercibida; la segunda, Claraboya, directamente no se publicó nunca. Pero desde entonces su figura no ha hecho sino agigantarse, hasta que en 1998 se le concede el Premio Nobel de Literatura. Su obra es tan enorme y compleja que trazar una bibliografía es un trabajo filológico que no puede realizarse en un par de líneas. Libros de poesía, teatro, novelas, y todo esto sin contar su caudal periodístico; incluso una guía de viajes por su Portugal natal. Hay óperas basadas en su obra. Renuncio a intentar abarcar su trabajo, a reducirlo a una simple reseña al peso, como si lo importante fuera el número de libros escritos y no su calidad.

Su incansable activismo político le pudo costar caro durante la dictadura de Salazar, dado que se adscribió al partido comunista cuando éste aún era ilegal en Portugal. Participó en la Revolución de los Claveles y se manifestó durante toda su vida siempre del lado de los más débiles y como firme defensor de derribar fronteras en vez de crearlas. Su idea de reunir España y Portugal, una boutade política difícilmente imaginable, denota un afán por buscar lo que une y no lo que separa, lo que iguala y no lo que diferencia, y lo que es más: de señalar que no tiene importancia ninguna que existan diferencias cuando hay afán de entenderse. Firme defensor también de Europa como concepto y de la Unión Europea como proyecto, sin dejar de ser en ningún momento una voz crítica de todo lo que le falta a Europa y al mundo para ser un lugar un poquito más justo.

Saramago contó sus historias respondiendo la pregunta argumental más antigua, más inocente y más divertida de la literatura: ¿y si? ¿Y si un día todo un país se despertara ciego? ¿Y si la muerte se toma unas vacaciones? ¿Y si todo el mundo vota en blanco en unas elecciones? ¿Y si...? Este recurso, común a otras formas literarias a las que el esnobismo culturalista llama "subgéneros" (como son la fantasía y la ciencia-ficción: ¿o qué es una historia fantástica sino todo lo que sigue a un gigantesco "¿y si?"), le permitió explicar principios éticos, complejas ideas políticas y dilemas ideológicos sin dejar por ello de lado el interés argumental, el contar una buena historia. El oficio de contador está poco valorado en un mundo literario aparentemente polarizado entre best-sellers e infumables ladrillos de arte y ensayo. Saramago, como todos los genios, no se situó ni en un extremo ni en otro ni en el medio, sino en otra liga, en otro deporte. No estuvo exento su trabajo de polémica, principalmente con los religiosos por su ateísmo declarado y activista, por sus ataques a los excesos de la religión. "Dios es el silencio del Universo, y el hombre el grito que da sentido a ese silencio", afirmó. Su literatura es fruto de su tiempo e inmortal a la vez. Su estilo es áspero y exigente: oraciones larguísimas, casi sin puntuar, en las que el lector tiene que poner de su parte para encontrar el ritmo ágil y comprometido de su prosa. Ha muerto una de las mentes más lúcidas del siglo XX, pero nos ha dejado una obra monumental, compleja y profunda. Sus libros se encargarán de que su voz nunca se apague.

Muere José Saramago, la imaginación que iluminaba la realidad