sábado. 20.04.2024
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Río Eresma, a su paso por Valsaín, escenario de la novela

Narativa | CARMEN PEIRE 

Sugerente título para la tercera novela de la escritora Eva Losada, directora, también, de la Plaza de Poe, un lugar para catas, talleres y lecturas que destila amor por la literatura.

eva losadaMoriré entre las flores está narrada en presente y en tercera persona, que casi puede ser una primera, pues es una voz muy pegada a la protagonista, una joven a la que le encargan un trabajo:  escribir la historia de una anciana, según lo que ella le vaya contando. No es, pues, un narrador omnisciente, no sabe mucho más allá que Livia, la joven que se debate entre ser escritora o seguir haciendo de negro en una editorial. Es un trabajo solo de verano,  necesita el dinero. La voz del narrador nos deja ver una atmósfera pesada a través de la cual  la protagonista conoce a Ada, una anciana enferma terminal, a la que rechaza inicialmente  por su dureza en el trato, y que va desgranando poco a poco una memoria, un pasado, una guerra, la iniciada en 1936 en nuestro país por un golpe de Estado, con las consecuencias que tuvo para una familia que lo perdió todo. Esa atmósfera, que la escritora nos va describiendo capítulo a capítulo, manteniendo el enigma que solo se desvela al final, envuelve a las dos protagonistas y a los personajes secundarios que aparecen por la casa.

Las descripciones son tan prolíficas que tanto la casona como el paisaje vertebran el relato como si fueran también personajes de la historia, con sus vivencias, sus muertes, el pasado que impregna los muebles, el crujir del suelo, las vigas de madera del techo. Es una novela de mujeres.  La anciana ha velado y ahora desvela su pasado. La joven va conociendo lo que ocurrió y las repercusiones también en su propia vida, el paralelismo, las ausencias, sus propias orfandades.

POrtada MOriréAunque el inicio de la novela dice  estar ambientada en algún lugar de la sierra de Guadarrama, la propia autora cuenta, y así se deja entrever, la presencia de Valsaín, ese pueblo de Segovia próximo a la Granja de San Ildefonso, con sus pinares, el río y los chopos, los caballos que pastan en las praderas, la industria maderera, el monte… todo se puede encontrar en el libro. Los campos semánticos son muy importantes en esta novela, con ellos consigue crear esos ambientes densos, pesados, con una presencia constante del metal, del óxido, del hierro, de las vías del tren, del ferrocarril. Veamos el principio:

El metal de la silla se adhiere como una armadura fría a sus muslos calientes y desnudos. Bajo dos sauces, los pastores alemanes, con la piel pegada a los huesos, se protegen del calor. Media docena de mesas de hierro oxidado franquean una puerta de madera maciza.

Ahí están, ya desde el comienzo, el metal, el hierro oxidado, la armadura fría. Es ese armazón meticuloso de las descripciones lo que va marcando el avance de la historia,  la relación entre todos los personajes que van apareciendo, el hilo del pasado que los ha unido y condicionado hasta hacer de ellos lo que en la actualidad son.

Podría ser una novela de iniciación, en la que una joven ingenua y algo errática, cambia durante ese verano con el trabajo y sale de ello convertida en una mujer madura. Se ha producido una simbiosis entre la anciana y ella, entre un pasado y su presente, entre la dureza de la guerra y las consecuencias que llegan hasta una tercera generación. Pero no es una novela sobre la guerra. Es una historia familiar marcada por esos hechos, por el exilio, por el desencuentro. Ya se sabe, la mejor manera de conocer nuestra historia es a base de sacar a la luz las historias personales de los que vivieron y sufrieron las consecuencias de todo aquel horror.

La novela está compuesta de veinte capítulos y un ubicuifacio de Eduardo Juárez Valero, que nos acerca a personas de Valsaín que sufrieron la represión franquista, que nos deja conocer a Elena, la hija del concejal asesinado, o a la tabernera en la Paradera de Navalhorno, que se lanzó al monte con el marido durante la guerra.

Los momentos más intensos de este libro son precisamente los que nos dejan ver a los personajes, en especial a la anciana, con su historia personal, su sufrimiento, su frialdad y dureza para salir adelante. Y, sobre todo, cuando se produce la empatía, cuando la protagonista se acerca más a la moribunda:

El mes de agosto tiene prisa por irse. Pasa la mano por el lomo de Soa, que, durante la última semana, no se ha despegado de su lado, acaricia a la perra y a Ada al mismo tiempo. Siente esa lástima que no puede sentir, esa lástima que aquellos que han sufrido de verdad no están dispuestos nunca a inspirar… 

…Amanece. Se oyen algunos portazos, pasos que van de aquí para allá. La casa despierta inquieta, lo hace de repente… El cuerpo de Ada, como una lagartija moribunda, se retuerce en la cama. Su reflejo aparece en los espejos. Se multiplica. La sábana se arruga, las piernas y las palmas de las manos golpean el colchón. Intenta respirar, pero, al mismo tiempo, aparta la máscara de oxígeno que el doctor ajusta a su cabeza…

Son frases cortas, escuetas, que van a lo esencial, que van aumentando la intriga sobre todo a partir de la segunda mitad de esta novela, necesaria como otras muchas, porque no está todo dicho, porque hace falta indagar mucho más en nuestra memoria, porque, como dice el principio de Ana Karenina, Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz  lo es a su manera. Las que proceden de aquella injusta guerra todavía están por aflorar, por ser reivindicadas. Yo, que soy hija de exiliados, lo sé muy bien.


Moriré antes que las flores. Eva Losada Casanova. Editorial Funambulista. Mayo 2021. COMPRA ONLINEcarmen con gafas

CARMEN PEIRE es escritora y crítica literaria

"Moriré antes que las flores", de Eva Losada Casanova