viernes. 29.03.2024
LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL

"Escribo sobre lo que me conmueve"

El Premio Alandar de Edelvives por su relato La partitura es el tercero que Mónica Rodríguez recibe este año, tras los premios Anaya y Fundación Cuatrogatos. La escritora asturiana se consolida entre las más destacadas autoras españolas de literatura infantil y juvenil.

Cuatro presencias en la Feria del Libro de Madrid, numerosos encuentros literarios por toda la geografía española, cuatro libros publicados y otro más a final de año, tres premios literarios... 2016 es el año del reconocimiento de Mónica Rodríguez como autora sobresaliente en el ámbito de la literatura infantil y juvenil. 


Fernando Olmeda: ¿No es demasiado para un solo año? ¿Da tiempo a reposar todo lo bueno que está ocurriendo en 2016?

Quizá tengo un lector abstracto, que soy yo misma, lo que me gustaría leer ahora o lo que me habría gustado leer de niña

Mónica Rodríguez: Es verdad que está siendo demasiado, sacar cinco libros en un año... no da tiempo a que la gente los pueda disfrutar. Pero hay un poco de todo. Lo cierto es que los libros no han sido escritos el año pasado, ni mucho menos. Por ejemplo, La partitura fue escrito hace mucho tiempo y corregido durante los últimos años. El asombroso legado de Daniel Kurka sale este año porque fue finalista del Premio Gran Angular de 2015, pero tardé dos años en escribirlo... Por eso hablo más bien de recolección, de recolectar el trabajo realizado. Quizá es demasiado para un solo año, pero yo estoy feliz.

P: Si hay recolección es porque ha habido una larga travesía, que se remonta a 2010, cuando publicaste La bicicleta de selva. ¿Fue el salto cualitativo, el momento clave en que decidiste renunciar a una vida, podríamos decir, convencional, y apostar por la literatura?

R: Es así. Va a hacer ahora siete años que dejé el CIEMAT (Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas) para ponerme a escribir, y evidentemente pasé de escribir dos horas como mucho -rascándole al día, por las noches después de acostar a las niñas- a escribir cinco horas diarias, por la mañana, sin otra cosa en la cabeza que las historias, el deseo de escribir. De repente noto que ya no tengo nada que ver, como escritora, con lo que hacía hace siete años. Creo que he aprendido mucho, he mejorado mucho, también por esa constancia, por lo que he leído y por los amigos que me han acompañado en el camino.

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P: ¿Cuál ha sido el momento más difícil de estos años: ver que, a pesar de ser tan prolífica, no llegaban los premios, o decidir si regresabas al CIEMAT, una vez que terminaba tu excedencia?

R: Hubo un momento muy difícil, que fue, efectivamente, cuando me sugirieron desde el CIEMAT que debía regresar a mi empleo. Sentía que estaba en mi mejor momento, que yo no podía volver, que si volvía tiraba por tierra todos esos años y la posibilidad de seguir haciendo cosas que me llenan. Sinceramente, iba a pedir la reincorporación en septiembre -porque tres niñas y una hipoteca requieren cierto nivel de ingresos que no tengo-, pero la suerte de haber recibido los premios, y el apoyo de Javier, mi marido, que me dijo que me acompañaba en esta travesía pasara lo que pasara, me permiten seguir escribiendo. Al menos, un año más. Los premios me han regalado tiempo.

P: ¿Qué tipo de exploración es la tuya? ¿Es literaria, en la búsqueda de la mejora, la precisión y la pureza del lenguaje, o es, podríamos decir, social, en el sentido de que los temas que abordas -el caso de Alma y la isla, inspirado en la crisis de los refugiados, es evidente- no tienen que ver con la fantasía, sino con la realidad que nos rodea?

R: Escribo mirando hacia afuera, por supuesto, pero también hacia adentro, a todo lo que me conmueve. Si a mí me conmueve y soy capaz de ponerlo en palabras, seré capaz de conmover a otros. Son cosas que me llegan. Escribir es hacerse preguntas. No sé si encontrar respuestas, pero es hacerse preguntas. De la realidad vienen muchas, de las tragedias que nos rodean también, y cuando chocan dentro de mí las tomo, para intentar entenderlas... no sé por qué, quizá porque necesito escribir sobre ellas. La exploración es sobre todo eso que de alguna manera a mí me afecta, y trato de convertirlo en literatura.

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P: Por La partitura recibes el 9 de junio el Premio Alandar de Edelvives. ¿Qué historia cuentas?

R: Es un libro en el que hay varias preguntas que, explícitamente, se hace la protagonista, Marta, a partir de un diario, una partitura y una carta. Hay preguntas que se trasladan al lector, como de quién es la propiedad final de las obras de arte, o quién decide si algo es arte o no, o quién decide si merece la pena que esa obra sea conocida o quede en el olvido. Y sobre todo, si el éxito merece la pena a cualquier precio.

P: No me olvido de los lectores. ¿Cómo los percibes, antes, durante y después del proceso creativo?

R: No sé si cuando me siento a escribir tengo claro un lector. Quizá tengo un lector abstracto, que soy yo misma, lo que me gustaría leer ahora o lo que me habría gustado leer de niña. Cuando la historia va para niños más pequeños, trato de usar un lenguaje más sencillo, rico pero a su alcance. Tiendo a los adjetivos, a contar en imágenes. Quitar todo eso y dejar solo lo importante, cuando se trata de niños, me cuesta mucho. Cuando quiero profundizar de manera más adulta, me dejo llevar por esa necesidad de adjetivos. En La partitura, los protagonistas no son jóvenes, y me preguntaban el otro día por qué considero que es para jóvenes. No creo que sea solo para ellos, pero puede interesarles porque se plantean determinadas preguntas que empiezan a surgir cuando uno es joven. Por último, cuando tengo encuentros en colegios o institutos, veo cómo reciben los libros, y hasta ahora todo ha sido maravilloso, sobre todo cuando la lectura ha sido bien dirigida por un profesor, porque hay libros en los que a veces hay que acompañar a los chavales.

P: Si los libros que escribes son también para todos los públicos, ¿contemplas el salto a otros géneros, distintos de la literatura infantil-juvenil? ¿Prefieres quedarte con tu nicho de lectores, o planeas arriesgar en otros territorios literarios?

R: Ya estoy clasificada como escritora de infantil-juvenil, aunque, como he dicho, algunos de mis libros no son solo para jóvenes, son también para adultos. Por ejemplo, Manzur o el ángel que tenía una sola ala -que vendió muy pocos ejemplares- es un libro claramente de adultos, pero como yo no me muevo en ese ámbito fue publicado en un sello de juvenil. Cuando escribo, no me clasifico. Cuando sale el libro, automáticamente es clasificado.

P: En el contexto de la Feria del Libro de Madrid en que nos encontramos estos días, ¿cómo contemplas la difícil situación del sector editorial? ¿Cómo encaja tu carácter prolífico con las dificultades para publicar, y sobre todo para vender, libros?

Quizá hace diez años se podía vivir de este género, pero ahora es imposible, a no ser que te dediques a actividades complementarias

R: Claro, porque, en mi caso, por ejemplo este año, no es tanto publicar como que lleguen los libros a los lectores. Que los compren o que los saquen de las bibliotecas. Que se lean, vaya. Está complicado. Es verdad que se está notando una mejora lenta, pero la crisis golpeó muy fuerte al sector. En infantil-juvenil tardó en notarse, pero llegó y se llevó por delante a muchos. Quizá hace diez años se podía vivir de este género, pero ahora es imposible, a no ser que te dediques a actividades complementarias. Pero de la venta de libros, no. Confío en que se retomen los niveles anteriores a la crisis.

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P: ¿Cómo se relacionan tus hijas Marta, Paula y Lucía con tus libros, con tu trabajo de escritora?

R: Cuando escribo me nutro de todo, y ellas están ahí, y muchas veces son, efectivamente, mis ojos para ver historias. No recuerdo muy bien todo lo que sentía cuando era niña, pero recuperarlo a través de ellas es estupendo. Muchas veces les leo, cuando las historias se atascan, para que me den ideas. Otras veces, cuando los termino, se los leo para ver qué opinan, y otras veces los ven cuando están publicados. No son grandes lectoras, aunque leen las tres, y ya es bastante. Casi todas las noches, leen a su ritmo, despacio, y leen a otros muchos autores. Voy probando, les voy dando cosas, no siempre acierto con sus gustos, pero yo les digo que si un libro no les gusta, que le den al menos una oportunidad. Si avanzan y ven que no, pues que cojan otro. Hay mucho que leer, y uno tiene que leer un libro en el momento adecuado. 

P: ¿Qué te queda por hacer este año?

R: Mucho. Antes de que finalice publicaré Piara... y seguir escribiendo, claro. 

P: ¿El secreto de Mónica Rodríguez es...?

R: La disciplina. Aunque un día no tenga una idea, no dejo de escribir, escribir, escribir. O corregir, corregir, corregir. Y, por supuesto, leer, leer, leer.

P: Y, además, otro secreto que forma parte de tu ritual diario: el té verde...

R: A las nueve de la mañana me siento con una tetera llena de té verde, y ese es además mi momento feliz. Además, el cuerpo ya me lo pide. El sabor del té verde mientras abro el documento es un momento absolutamente placentero.

"Escribo sobre lo que me conmueve"