sábado. 05.10.2024
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Hay actores que devienen cineastas e incluso siguen protagonizando sus propias películas y es muy de agradecer que hayan dado ese paso, colocándose al otro lado de la pantalla. Sería el caso de Clint Eastwood, cuyo repertorio como director cinematográfico es tan apreciable como el de actor. Charles Laugthon lo hizo solo una vez, pero nos dejó una obra maestra con ‘La noche del cazador’. En otros casos ese paso forma parte de su filmografía sin más.

Pero Johnny Deep nos podría haber ahorrado el experimento. Su biopic sobre Modigliani es un esperpento que se hace interminable. Ni siquiera la colaboración de Al Pacino salva lo que debía ser su secuencia capital, interpretando al marchante que le aconseja dedicarse a esculpir y abandonar la pintura.

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La caricatura que se hace del artista y sus inseparables amigos es deplorable. Ya sabemos que la locura y el genio tienen sus concomitancias en muchas ocasiones, pero hay mejores formas de retratar esas particularidades que regodearse con actitudes tremendamente soeces y chabacanas.

Lo único rescatable quizá sea el personaje de su musa y amante, único papel que se salva del histrionismo que arrasa con todo lo demás. Las circunstancias personales del actor serán invocadas como atenuante de su torpeza, pero temo que sencillamente no es lo suyo y debe volver a situarse delante de la cámara sin pasar al otro lado.

'Modi': una locura de película