jueves. 25.04.2024
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He visto la serie Hernán. Hernán es Hernán Cortés. Comienzo por lo que dicen los historiadores sobre él, para centrarnos. Francisco Martínez Hoyos, sin ir más lejos:

“Pocos personajes históricos han generado visiones tan contrapuestas como Hernán Cortés. Para sus admiradores, es el héroe de una gesta irrepetible: con apenas unos centenares de hombres, logró apoderarse del Imperio azteca, y lo hizo en unas circunstancias tan adversas que el historiador Bartolomé Bennassar lo ha llamado «el conquistador de lo imposible». Para sus críticos, en cambio, representaría el arquetipo de los bárbaros que se abalanzaron sobre el Nuevo Mundo, tan sedientos de oro y esclavos que para conseguirlos no repararon en medios, por atroces que fueran. […]

De hecho, esta visión oscura es la que ha predominado en el imaginario popular. ¿Responden tales acusaciones a la realidad objetiva o, por el contrario, obedecen a una leyenda negra orquestada con talento? […] En realidad, la documentación desmiente las posiciones extremas.”

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A mi modo de ver y entender, la serie televisiva Hernán es plana pero no ridícula, como afirmara el escritor Sergio del Molino recientemente en la columna de sus televidencias en El País.

Intentaré explicar que esta serie de 2019 no es decepcionante, aunque apunta maneras de inanidad, pero tiene un algo que necesita reposo para ser analizado. A bote pronto, sí: Hernán no parece gran cosa.

A mí lo que me ha ocurrido al verla es que he estado demasiado ceñido a lo que no tendría que haber prestado atención: veía una ficción pero miraba otra cosa. La Historia, que es lo que tiene. Seguramente haya sido demasiado condescendiente con sus planas interpretaciones y con su narración simplona, tan ceñida a su desmedida intención de no pasar por ser una simple mentira para entretener audiencias. Todo porque me pareció que, como vengo sabiendo estos días, Hernán es una correcta recreación histórica de unos hechos fundamentales en el devenir de Europa y América.

El caso es que, al final, las siete horas, los ocho capítulos de Hernán no son más que una historia de amor. Una historia de amor en la que una actriz, Ishbel Bautista, es la única que está a la altura de unas circunstancias interpretativas de baja estofa. Una historia de amor con la excusa de una de las mayores gestas de la humanidad/una de las mayores matanzas de la humanidad (elige lector a tu gusto).

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De tal manera que la serie Hernán, una coproducción hispano-mexicana creada por Amaya Muruzabal, se queda a medio camino de ser una interesante película larga con trasfondo histórico serio, competente, o un simple pasatiempo de esos que nos llevan a los espectadores al pasado para hacernos una idea de cómo pudo ser algo que se desvaneció para siempre. ¡Cómo será que hasta el gran Óscar Jaenada se queda en nada en su disparatada interpretación de Hernán Cortés! Nada puede frente a la pletórica interpretación que de Marina/Malintzin/Malinche hace, ya digo, Ishbel Bautista, espléndida a la hora de dar vida a la verdadera razón de ser de aquel encuentro de dos mundos brutal y definitivo.

No sé qué es ese algo que salva a Hernán por los pelos. Quizás su tenaz lucha contra el tiempo, su manera reposada de mostrarnos el horror. Y el amor. O su pequeña lección de lo importante que es conocer las lenguas que hablan los que hablan otras lenguas: sobre todo cuando se quiere conquistar voluntades, riquezas, imperios. ORO.

¿Merece la pena ver la serie 'Hernán'?