lunes. 29.04.2024
Fachada del palacio viejo de la finca de Vista Alegre. (Foto Juan Jiménez Mancha).

JUAN JIMÉNEZ MANCHA | 

Los primeros datos históricos que conocemos de Carabanchel se remontan al siglo XI, y su anexión a Madrid se produjo, tras ser segregado en 1843 en Carabanchel Alto y Carabanchel Bajo, en 1948. La histórica vía de entrada a este actual distrito madrileño es el puente de Toledo.

Carabanchel conserva un riquísimo patrimonio histórico. Desde mayo de 2021 son visitables los jardines de los palacios de la finca de Vista Alegre, declarados Bien de Interés Cultural en 2018, un conjunto primero propiedad de María Cristina de Borbón y desde 1859 del marqués de Salamanca que pasó al Estado en 1886. Los entornos de los palacios son de inusual belleza. Los dos edificios principales -el palacio viejo y el palacio nuevo- se levantan majestuosos y tienen alrededor otras estancias, preciosos jardines, un parterre, un cedro de extraordinario tamaño, una ría y una cascada. Su existencia se debe a que Carabanchel se convirtió durante los siglos XVIII y XIX en uno de los lugares favoritos de la aristocracia y burguesía madrileña para establecer quintas de descanso.

Palacio nuevo de la finca de Vista Alegre. (Foto Juan Jiménez Mancha)

Enfrente de la finca de Vista Alegre sobreviven numerosas casas bajas de ladrillo características del Carabanchel antiguo. El vecindario recuerda con cariño a su plaza de toros, La Chata, demolida en 1995.

A quince minutos andando, nos encontramos con el Carabanchel modernista. Entre casas comunes se mantiene la entrada a la Colonia de la Prensa, una zona ideada a principios del siglo XX para el descanso del gremio periodístico. Varios chalés u hotelitos modernistas se alternan con edificios de vecindad sencillos. Las calles llevan nombres de míticos diarios conservadores, como La Época o El Siglo Futuro, puestos por el Ayuntamiento de Madrid tras la anexión del pueblo a la capital.

Puerta de entrada a la Colonia de la Prensa. (Foto Juan Jiménez Mancha)

Otro pequeño paseo nos lleva a un gigantesco espacio que representa un cruce de culturas: el parque Eugenia de Montijo y el gran descampado que lo delimita. Tres hitos marcan este paraje. En primer lugar, la ermita mudéjar de Santa María la Antigua, del siglo XIII, que es no solo la iglesia más antigua de Madrid, sino la construcción completa conservada más vieja de la ciudad. En este templo dice la tradición que iba a rezar San Isidro Labrador, y que en él realizó alguno de sus milagros. Pegado a sus muros se halla el antiguo cementerio de Carabanchel Bajo, del que la ermita es capilla.

Ermita de Santa María la Antigua de Carabanchel. (Foto Juan Jiménez Mancha)

La ermita está situada sobre los restos de una colosal villa romana, o incluso anterior, que incomprensiblemente sigue sepultada pese a que su descubrimiento se anunció a principios del siglo XIX. El mosaico de las Cuatro Estaciones, o de Carabanchel, hoy en el Museo de los Orígenes de Madrid o de San Isidro, fue el principal tesoro rescatado. Otros yacimientos arqueológicos de Carabanchel, como los próximos al río Manzanares, resultaron explorados, pero no este. En años recientes se han encontrado vestigios, diversas piezas y restos de estructuras romanas en varias zonas. El vecindario sigue paseando sobre el terreno, y los jóvenes continúan distrayéndose en el descampado, con escombros y basura vistiendo el suelo y con las reclamaciones de un trato mejor del entorno en las peligrosas torres de alta tensión que se mezclan con el pasado. El Colegio Profesional de Arqueología de Madrid ha solicitado en abril de este año la declaración de Bien de Interés Cultural para las hectáreas -hasta cuarenta y cuatro- que puede comprender el yacimiento.

Descampado que sepulta, entre restos de la antigua cárcel, el yacimiento romano de Carabanchel.
(Foto Juan Jiménez Mancha)

El yacimiento romano debe llegar hasta los terrenos sobre los que se levantó la cárcel de Carabanchel. Durante el franquismo, el término Carabanchel -para desdicha de su vecindario- era sinónimo de presidio. La cárcel, un mito de la memoria histórica, fue construida por unos mil prisioneros políticos y se mantuvo en funcionamiento desde 1944 hasta 1998. Proyectos posteriores para transformar todo o parte del recinto en un hospital, un centro de servicios sociales o espacios para la recuperación de la memoria histórica no prosperaron. La cárcel fue derribada en 2008. Se conserva una de sus entradas, que simula de manera surrealista una puerta al descampado, además de restos de su valla e íntegro su hospital penitenciario anexo, reconvertido en el actual y polémico Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Aluche.

Una de las puertas de entrada de la cárcel de Carabanchel. (Foto Juan Jiménez Mancha)

El patrimonio histórico de Carabanchel es inagotable. Se pueden trazar rutas temáticas por su caserío, por sus iglesias, por sus cementerios (muy recomendable el británico), por sus parques y por sus viejos colegios. Las asociaciones del distrito se vuelcan en la preservación de los lugares antiguos. El palacete que albergó desde 1926 un asilo de mujeres trabajadoras, creado por los herederos de Ramona Goicoechea e Isusi en la calle de General Ricardos, eje principal de Carabanchel, se encuentra en penoso estado y en venta. Frente a él, agoniza también por abandono el campo de fútbol del Puerta Bonita.

Estado actual del palacete de la Fundación Goicoechea Isusi en la calle General Ricardos.
(Foto Juan Jiménez Mancha)

El rastro del Carabanchel proletario lo podemos retomar en sus laberínticas calles. Hoy es el distrito con más salones de juego y apuestas de Madrid. Colectivos y centros de enseñanza intentan acercar la cultura a la juventud a través de la elaboración conjunta de murales. En el antiguo depósito de aguas de Tercio y Terol, una de las colonias humildes de posguerra que se mantiene en pie, el artista Jorge Rodríguez-Gerada pintó en 2019, a instancias de la plataforma Carabanchel Creativa, una chulapa que es considerada un icono contra el olvido institucional de Carabanchel.

Mural “La chulapa” en la colonia Tercio y Terol. (Foto Juan Jiménez Mancha)

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