jueves. 28.03.2024

Los pinos de Valsaín se elevan sobre la sierra: añoran el sueño del viento y de las olas.

La sierra de Madrid guarda secretos escondidos debajo de una realidad engañosa. Nos enseña una cara que oculta mundos mágicos y extraños; es una frontera que, más que separar, esconde y confunde. Nos deslumbra de luz y de sol, pero la umbría de sus valles se desliza como la noche para que nuestra vista no alcance la verdad.

La sierra de Guadarrama ha guardado durante siglos una raza aventurera y discreta que jamás nombró nadie en las historias: son los marinos de Valsaín, los navegantes más diestros, numerosos y fuertes que ha dado España. ¿Sorprendidos? Parecería que vascos, gallegos y gaditanos deberían pujar por tal honor, pero la verdad se deja ver en las laderas de los montes que recorre la antigua senda de Santiago, esa que se pierde entre el puerto de la Fuenfría y el real sitio de La Granja de San Ildefonso.

Desde que Felipe V abriera las trochas, los navegantes de Valsaín han compartido los secretos del lejano mar; han sabido escuchar a los viejos relatando la pelea contra los feroces vientos del sur de El Cabo de Hornos; han soñado con el calor del trópico en las heladas noches de enero y han pastoreado los duros vientos del invierno para entrenar sus cuerpos a ser fuertes y flexibles.

Esta raza antigua se eleva para otear el lejano mar en la dársena del valle; adelanta el trabajo de los carpinteros de ribera y se libra de las ramas ajenas a los mástiles y vergas: son los pinos de Valsaín que se sueñan navegantes arropados por las velas y sujetos por obenques, cabos y pernos que dan vida al enamorado viaje de los barcos de vela.

Los pinos de Valsaín se elevan buscando el rastro del mar empujado por el viento del norte; los pinos de Valsaín arropan sus pocas ramas en lo alto para remedar el empuje de las altas velas cangrejas y recuerdan historias de olas y de mar. Es una raza montaraz que se sabe destinada a la llanura del mar y se enamora del recuerdo antiguo de fletes, batallas y corretajes.

Si al pasear tranquilos guardamos silencio y nos dejamos envolver por el olor de sus sueños estos pinos, centinelas de su historia, nos cuentan de viejas hazañas y dejan que nuestros ojos vean las playas que vieron sus padres.

Son cosas de una sierra mentirosa a la que hay que convencer para que nos cuente las historias que de verdad son verdad.

Los marinos de Valsaín