viernes. 26.04.2024
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Un momento del concierto en el que se invita al público a bailar al escenario. ( Fotos: María Ramos)

Salif Keita (Mali, 1949) se despidió de los escenarios con la actuación de anoche en El Batel (Cartagena, Murcia). El gran músico maliense anunció hace unos meses su intención de no volver a grabar. Keita ha sido durante los últimos cuarenta años un canto a la diferencia y no hay ningún otro artista en el mundo que simbolice el espíritu de  este festival que cumple veinticinco años como él. 

Salif Keita recibió el premio por “haber superado todo tipo de prejuicios dentro y fuera de África en su defensa de la población con albinismo y de quienes cantan sin pertenecer a la casta griot, y por la inspiración de su poderosa voz y haber sabido mezclar la profunda tradición de su región con los sonidos globales”. La escritora y periodista Lara López hizo de maestra de ceremonias con un discurso que, por una vez en este tipo de acontecimientos, hubiéramos querido que durase horas para que pudiese contarnos tantas cosas de esos veinticinco años de festival.

Lara López, voz de La Mar de Músicas que tantas noches ha convertido en mágicas con sus presentaciones, quiso ayer recordar a Paco Martín, director y alma mater de este Festival, fallecido recientemente y que tanto nos ha hecho amar la música. Veinticinco años en los que hemos descubierto de sus manos, las de Paco Martín y Lara López, pero también de las de Lucy Durán, musicóloga encargada de entregar el premio en esta edición, la música que se hacía fuera de nuestras estrechas miradas de radiofórmula.

En esta presentación, la voz de La Mar de Músicas nos dejó una definición de lo que ha sido a lo largo de veinticinco años este festival en su programación, donde se han seleccionado a los artistas participantes por “reinterpretar sus tradiciones y llevarlas un paso más allá, fueran referentes en sus discursos en la lucha por los derechos más elementales, en su desafío por un mundo más justo, mejor para todos, mostrando el papel que la música puede tener más allá del disfrute y la celebración”. 

Uno de los momentos más intensos fue cuando Lara López pidió un aplauso para el equipo de Paco Martín en el que “están reflejados todos los principios de pasión, integridad, compromiso, la sensibilidad, para un grupo de personas que han hecho del dolor, un acicate, y han sabido estar a la altura como nos ha revelado el cartel de la edición de vigesimoquinta de La Mar de Músicas”.

Con ellos aprendimos que había todo un mundo de sonidos por descubrir y nos adentramos en la diversidad de África y del mundo. Desde 1995, Cartagena se convirtió en un punto de encuentro y de descubrimiento, un puerto al que cada año arribaban naves desconocidas repletas de sonidos, arte y poesía. Veinticinco años en los que hemos conocido a Totó la Momposina, Oumou Sangaré, Susana Baca, Cheick Lô, Pablo Milanés, Omara Portuondo o Gino Paoli, por citar sólo a los ganadores de este galardón, porque la lista es tan extensa que harían falta veinticinco años para completarla.

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Salif Keita recibió anoche el premio La Mar de Músicas en sus XXV Aniversario y la tristeza nos acompañó a todos los presentes. Un ciclo se cerraba. Hemos cambiado tanto. Vivimos en la omnipotencia musical de escucharlo todo en Spotify sin necesidad de más guía que un algoritmo. Veinticinco años en los que el mundo ha cambiado mucho, pero en el que parecen aún más necesarios espíritus que se anticipen y nos abran los oídos a nuevos sonidos. Una Mar de Músicas más necesaria que nunca.

Keita, “la voz dorada de África”, dió un pequeño respiro para el lamento por el tiempo pasado. Habíamos acudido a despedir a un genio y a cerrar un ciclo. Fueron apenas dos canciones para la nostalgia. Bastó que pidiera al público que se pusiera en pie, porque en África la música todavía se baila, para que se arrojase la tristeza por la ventana y se abrieran de par en par las puertas al mundo. Dos horas de maravilloso concierto por el pasado, pero también por lo que vendrá. Porque como nos dejó dicho Saint-Exupéry, “Lo esencial es invisible a los ojos”. El resto es futuro.

La Mar de Músicas y Salif Keita, lo esencial es invisible