viernes. 29.03.2024
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Fotos: Alex Basha

Su camión titiritero recorría la Península para hacer más de ciento cincuenta funciones anuales. Chupagrifos, Barriga Verde o Don Cristóbal fueron los grandes héroes infantiles de los tiempos anteriores a la televisión.

Durante siglos los héroes de trapo se atrevieron a saltarse las prohibiciones, a cantar las verdades del j3barquero y a dar cachiporrazos a los malos aunque  fueran el rico del pueblo, el cura o el militar. Los malos siempre acababan perdiendo cachiporra en mano. Con el tiempo, pasaron a ser cosa de niños y durante décadas fueron la principal atracción infantil en las fiestas populares.

Chupagrifos resurgió con el siglo XXI. Volvía lo retro y lo que había sido rechazado por antiguo, volvía a ser lo más moderno.

Maese Cosman, sesenta años recorriendo los caminos. Montando y desmontando. Más caminos. Más funciones. Días enteros conociendo todos y cada uno de los rincones. Hace unos días el Festival Titiricuenca le entregó el primer premio internacional Ángeles Gasset de las Morenas por una trayectoria titiritera de sesenta y cinco años dedicados a la marioneta.


José An. Montero | ¿Se acabó?

Maese Cosman | Bueno, cuando tienes cincuenta dices vale, con sesenta bueno, con setenta aguantas, pero cuando llegas a los setenta y nueve ya no puedes más. Llegas a una edad en la que, físicamente, ya no puedes trabajar a gusto. Es el momento de descansar.

Descargar y montar, luego desmontar y cargar. Cuando mejor lo pasas es cuando estás con los títeres, es el momento que tienes de diversión, de desahogarse y de estar a gusto. Con lo que se paga ahora tienes que trabajar solo y llega un momento de decir adiós a la profesión. Eso sí, el gusanillo siempre estará dentro, como a los toreros.

José An. Montero | ¿Han cambiado mucho los niños con los tiempos?

Maese Cosman | En el fondo, un niño de tres años sigue siendo igual. Creo que han cambiado más los mayores. Tengo algunas fotografías de actuaciones en las que se les ven la campanilla a los viejos de tanto reír. En las tres o cuatro mil personas que abarrotaban el Sardinero en Santander o el Parque de San Julián en Cuenca la mitad eran personas mayores. Hoy ves menos adultos y se ríen menos. Creo que se ha perdido la infancia olvidada de los mayores.

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José An. Montero | ¿Nos seguimos riendo de lo mismo?

Maese Cosman | Básicamente de lo mismo. Alrededor del año cincuenta y seis empecé a trabajar con cuento que se titula ‘La Cueva del Terror’. Siempre ha estado en el repertorio y sesenta años después se sigue armando la de San Quintín. Hay historias que son eternas, como Caperucita que se sigue comprando y se sigue leyendo. ¿A quién le importa cuántos años tiene Caperucita?

José An. Montero | ¿Cómo eran los tiempos gloriosos del títere?

Maese Cosman | En los sesenta había compañías de títeres muy importantes como Meroño, Villarejo o Natalio Rodríguez “Talio”. Trabajaban a un nivel muy alto que giraban por toda España que hacía más de ciento cincuenta galas al año. Nosotros actuábamos también por Alemania, Francia o Portugal.

José An. Montero | Seguro que han sido millones de anécdotas, pero cuéntanos alguna.

Maese Cosman | Me acuerdo que durante tres o cuatro años en un parque de Cuenca había un perro que llegaba todos los días el primero a la función durante los siete días que actuábamos allí. Era un perro no muy grande que se sentaba a unos cuatro o cinco metros del teatro y se esperaba allí a la función. Los niños llegaban y se sentaban alrededor de él. Cuando terminaba la función se levantaba y se iba. Y así todos los días durante varios años. Luego llegó un año que ya no vino más.

José An. Montero | ¿Hay quien dice que no se puede andar cachiporrazos por ahí?

Maese Cosman | Los tiempos han cambiado. Dicen que no está bonito, hay quien opina que este tipo de obras no son adecuadas para los niños. Me parece una tontería. Se siguen haciendo cuentos de espadachines y juegos de guerra que son mucho más violentos.

José An. Montero | ¿Siguen funcionando los guiñoles?

Maese Cosman | Los títeres siguen sin tener competencia. Siguen existiendo lugares como Santander, Valladolid, Soria o Cuenca donde se siguen reuniendo tres o cuatro mil personas, eso prueba que sigue gustando igual. Chupagrifos sigue siendo un héroe.

José An. Montero | Se deben añorar mucho los escenarios.

Maese Cosman | Imagínate tras sesenta y cinco años de profesión. El gusanillo siempre lo voy a llevar dentro y cuando me entero de que un compañero va a actuar cerca, me voy a verlo. Te tienes que conformar con ver a otros trabajar. El resto de días me entretengo ayudando a hacer muñecos de ventriloquía y de hilos en el taller familiar donde los hacemos para otros profesionales.

José An. Montero | ¿Chupagrifos se ha despedido para siempre?

Maese Cosman | Chupagrifos es eterno. Ahora está descansando en casa, pero es probable que dentro de dos años haga una última aparición en Titiricuenca. Será una manera de decir adiós y hasta siempre.

El hombre que daba vida a Chupagrifos